"Dune: parte 2", un entretenimiento excepcional

Debe haber pocos ejemplos recientes en el cine moderno de una corrección, mejora o cambio de rumbo que el que hizo Denis Villeneuve de "Dune" Parte I a "Dune" Parte II. Esta secuela estrenada hace poco es, sin dudas, uno de los largometrajes de Hollywood más ambiciosos de los últimos años y va camino a convertirse en el más grande éxito de taquilla de 2024.

Si uno disecciona las diferencias entre ambas películas, notará que hay decisiones que tomó el director que lograron que la continuación se convierta en un espectáculo visual de primer nivel, de una epicidad que no se veía desde "Titanic" o "El Señor de los Anillos".

Basada en la obra de ciencia ficción escrita por Frank Herbert, "Dune" narra la historia del planeta desértico Arrakis, donde un recurso natural extraordinario llamado especia permite los viajes intergalácticos y actúa también como alucinógeno. En la disputa por el planeta, intervienen distintas familias reales que batallan por el control del recurso. Allí se conjugan los nobles Atreides y los despiadados Harkonnen.

Considerada infilmable por décadas, con adaptaciones que no le hicieron justicia, "Dune" fue la base de otros relatos como "Star Wars". A pesar de lo enrevesado y detallado de su trama, el canadiense Villeneuve no tuvo miedo y realizó una primera parte de la historia en 2021.

Ver "Dune" Parte I hoy es ver un desierto con un color único; actuaciones solemnes y monocordes, y escenas de acción de poco impacto. Sí había un uso hábil de los efectos especiales y un reparto de los mejores actores de su generación. La película hacía un buen trabajo en introducir y explicar el detalle de este mundo imaginario, pero dejaba gusto a poco.

Desde el minuto uno de la segunda parte, la película estalla en colores, mejora en sus escenas de acción y sus personajes se vuelven multidimensionales y complejos. Allí está Javier Bardem, quien hace de Stilgar, una especie de pastor que cree en el “mesías” Paul Atreides. Este último es interpretado con ambigüedad por Timothée Chalamet, quien lleva sobre sus espaldas el peso de convertirse en leyenda, ser protagonista de una profecía en la que no cree.

A su vez, acompañan Lady Jesica (Rebecca Ferguson), como una bruja maquiavélica que busca sobre todo la supervivencia de su familia. Y eso sin hablar de los nuevos personajes, cuyas introducciones son pequeños relatos sorprendentes y atractivos.

Pasamos, como si se tratara de aquellas aventuras que uno veía de chico como "Star Wars", de escena épica a escena épica. El sonido y los efectos especiales están al servicio de generar una experiencia inmersiva, de perderse en ese mundo desértico. Cada combate se entiende, tiene su suspenso interno y quita el aliento.

Solo con lo visual y sus secuencias de acción, "Dune II" es una buena película. Lo que la vuelve un entretenimiento excepcional es lo que plantea entre cada combate: la idea de la religión como herramienta para llegar al poder; la escalada de conflictos entre religiones y razas, y la moralidad de los líderes, que adquieren estatus de ídolos.

Así, desde lo visual, sonoro, actoral y sus ideas, “Dune II” tiene la capacidad de dejar su marca en el género de la ciencia ficción y del cine a secas. Es de esas películas inmensas en el mejor sentido de la palabra: que buscan ser romance, política, entretenimiento, relato bélico. Y lo logra con creces. Bien por las correcciones, el director una vez más se metió a una caja de arena de millones de dólares: esta vez, su castillo es gigante, bien construido y complejamente bello.