Otra vez descubrieron a un líder narco con teléfonos en su celda

 Rafael Dante Churquina lo hizo otra vez. Ya había demostrado que los barrotes del penal no constituían para él un impedimento para quebrantar la ley, y volvió a dar prueba de ello.

Según trascendió, el presunto cabecilla de una banda narco fue sorprendido en la celda que ocupaba en la cárcel de San Luis con varios celulares y una agenda de contactos. Casi la misma imagen se repitió en agosto pasado, cuando lo encontraron con drogas y teléfonos, operando negocios narcos desde su calabozo. Por eso en los últimos días, la Directora General del Servicio Penitenciario, Karina Mantelli, dispuso su traslado al penal de máxima seguridad de Pampa de las Salinas.

Muy pocos detalles trascendieron sobre la resolución de Mantelli, solo que habría ordenado que Churquina sea alojado en el módulo 3 y que el motivo de tal medida no tendría que ver con el hallazgo de los teléfonos y la agenda en sí, sino que fue adoptada para "optimizar el régimen penitenciario tendiente a buscar mejores resultados médicos, tratamientos y actualización del mismo”. Este medio intentó comunicarse telefónicamente con la directora en reiteradas oportunidades, pero no atendió ninguno de los llamados.

El hombre de 39 años está tras las rejas desde el 21 de octubre de 2019, cuando lo detuvieron por violar una restricción de acercamiento y abusar de su expareja. Para ese entonces, la mujer lo había denunciado unas 14 veces. 

Por esa causa fue procesado con prisión preventiva. Luego, entre mayo y junio de 2022, fue juzgado. El 3 de junio de ese año, el tribunal de Villa Mercedes que lo juzgó lo condenó a seis años y dos meses de prisión por "Abuso sexual con acceso carnal" contra su expareja. Aunque, en medio del debate oral, la víctima había dicho que la denuncia fue falsa y que las relaciones fueron consentidas, la fiscalía mantuvo la acusación porque los informes médicos y psicológicos demostraron que sus lesiones eran compatibles con un ataque sexual.

El nombre de Churquina volvió a salir a la luz el 31 de agosto pasado, cuando la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) arrestó en Jujuy a dos personas que estaban a punto de intercambiar un bolso, con más de cinco kilos de cocaína, con otros sospechosos de Bolivia. El destino de la droga era Villa Mercedes y Córdoba. 

Esos arrestos derivaron en cinco allanamientos en Villa Mercedes, con otras tres detenciones, y una cuarta requisa en la Unidad 1 del Penal de San Luis, en la celda de Churquina. Hallaron, entre otros elementos, drogas, cinco celulares, una notebook, anotaciones de pagos e itinerarios.

Para el fiscal federal Cristian Rachid, Churquina era el cabecilla de una banda narco, el responsable de coordinar los movimientos de esa red desde el Penal. Tal tarea solo podía llevarla a cabo con la participación de al menos dos penitenciarios. Las sospechas apuntaron contra el subdirector Mario Ojeda y el jefe de la Unidad 1 Jorge Orozco.
La causa tuvo más sospechosos. Y, finalmente, en diciembre, procesaron a diez personas por integrar la banda narcocriminal liderada por Churquina. 

Un hombre sin límites

El prontuario de Churquina es tan amplio como ecléctico. Son muy pocos los delitos en los que no se ha visto involucrado. A lo largo de su vida fue investigado por amenazas, abuso sexual, violencia de género, lesiones, daños, falsificaciones, numerosas estafas y narcotráfico. Muchas de esas causas no evolucionaron en el fuero penal. En algunos casos, porque el tiempo pasó y la acción penal fue declarada extinta; en otras ocasiones, las causas fueron archivadas, en una fue sobreseído y en otra, en la que era investigado por amenazas, logró un acuerdo con la víctima por 20 mil pesos. 

El presunto líder narco es de Mendoza, pero vivía en Villa Mercedes desde hacía muchos años. Es padre de tres hijos. En los últimos años se había dedicado al rubro comercial. De hecho, tuvo una panadería llamada Pan 24 Horas, sobre avenida Presidente Perón. Pero, incluso en esa etapa de comerciante, sobrevoló un halo que lo conectaba con el mundo criminal. Al menos eso comentaban algunos vecinos del negocio, quienes lo percibían como un panadero que se movía en "negocios turbios".

Redacción/MGE
 

 Rafael Dante Churquina lo hizo otra vez. Ya había demostrado que los barrotes del penal no constituían para él un impedimento para quebrantar la ley, y volvió a dar prueba de ello.