Daniel Balmaceda: para llevar a la tumba
El historiador vuelve a las librerías con su primera novela narrativa, "Los Caballeros de la Noche". Esta vez, una historia criminal con persecuciones de película y planes ingeniosos. Con un halo de misticismo que lo hace parecer fantástico, el libro es 100 por ciento fiel a la historia original.
De día eran inmigrantes comunes con trabajos promedio que buscaban un futuro mejor; al caer el sol, el objetivo permanecía, pero los métodos se enturbiaban a tono con el cielo; "Los caballeros de la noche", una banda delictiva que en 1881 cometió el primer secuestro de un cadáver en la historia argentina, que se trató de la mujer más rica del país de ese tiempo. Ese es el eje de la primera novela narrativa del famoso historiador Daniel Balmaceda.
El escritor no solo innovó en su forma de contar, sino que también debutó en su anuncio: por primera vez, un libro fue presentado en el Cementerio de la Recoleta. Balmaceda ofició de guía para hacer un recorrido nocturno por el lugar y explicar la historia. Narrativa que replicó en una charla exclusiva con Cooltura.
―'Los caballeros de la noche' es tu primer libro de narrativa histórica. ¿Cómo tomaste esta decisión y por qué?
―Esta decisión es de hace años, porque el tema me apasionaba. Me parecía que es un policial muy atractivo con muchos ángulos muy interesantes. Entonces, consideré que tenía que darle un tratamiento especial. Las dudas, o mejor dicho, mientras esperaba la aparición de los archivos y de los dos gruesos expedientes del caso me debatía entre escribir como si fuera una novela o más en el estilo de narrativa que era un punto intermedio entre la no ficción y la ficción; porque la narrativa, por lo menos como la entiendo yo, es una redacción completa con más ambientaciones e incluso diálogos que tal vez están más acotados en los libros de historia de no ficción. Abandoné primero la idea de la novela, que también era una opción, y me decidí por la narrativa porque me parecía que de esa manera iba a respetar todos los hechos, todos los escenarios y todos los personajes que figuran, y que quede claro que está basada en hechos reales sin traicionar ninguno de esos puntos.
―En el epílogo ponés el consejo de Juan Sasturain: 'Leé el expediente, dos veces si querés. Luego, metelo en un cajón y dejá que tu imaginación te guíe'. ¿Cómo jugaste con estos límites de la biografía histórica y las licencias para darle más color?
―Lo que explicaba Juan era que la mejor forma de dar vuelo a la imaginación era retener en la memoria una gran cantidad de datos a partir de la lectura del expediente, que era muy extenso, y luego no volver a él. De esta manera, lo que uno hacía era conocer el comienzo, el final de la historia y el camino por donde transitaba, pero seguramente la memoria iba a ser superada por la imaginación. Ese estilo que proponía Juan, y que él maneja con tanto talento, permitía que al texto se incorporaran personajes no reales, hechos que no tuvieron lugar e, inclusive, por supuesto, mucho más color. Mi conclusión fue que la historia en sí de "Los caballeros de la noche" no necesitaba de esos aditivos y que podía ser suficientemente atractiva respetando el rigor histórico.
―¿Por qué 'Los caballeros de la noche"?
―El nombre lo sugirió Alphonse Kerckhove, más conocido como 'El Belga', y uno de los líderes de la banda se lo dijo a su socio español cuando la conformaron. Se le ocurrió por un libro que él tenía en su casa que llevaba ese nombre y les parecía más que adecuado, porque los integrantes de esta asociación ilícita de día se dedicaban a sus tareas habituales. Uno era marinero, otro era mozo, otro era proveedor de farmacias, otro realizaba trabajos administrativos; por lo tanto, llevaban una vida completamente normal y el momento de transformarse para delinquir era la noche. Una especie de doctor Jekyll y el señor Hyde, dos personalidades contrapuestas.
―Describiste en varias ocasiones al libro como un policial suave. Se destaca mucho el ingenio de estos de estos inmigrantes al punto que generan simpatía…
―Lo que ocurre en esos casos es que son policiales sin violencia y los casos más conocidos en nuestra historia son violentos. Podemos hablar desde Camila O'gorman, pasando por Felicitas Guerrero hasta el Petizo Orejudo. Es decir, todos esos casos están teñidos de sangre. En cambio, 'Caballeros….', si bien no descartaban la posibilidad de ejecutar a alguno de sus integrantes si los delataba, no llegaron a esa instancia y por eso se convierte en un policial que uno mira hasta con simpatía, donde considerás a los participantes de la banda como menos peligrosos que un grupo de asesinos. Eso puede llevar a que haya lectores o inclusive gente contemporánea a ellos que no los vieran como peligrosos.
―Hay persecuciones, saltos desde trenes en movimiento. ¿Cómo era el accionar de esta Policía muy al estilo Agatha Christie?
―Es curioso, una de las aristas interesantes de este caso policial es que coincidía con el nacimiento de la Policía de la Capital, de lo que es hoy la Policía Federal, y eran como dos grupos que podemos simplificar entre los malos y los buenos. Estaban en formación y tratando de trascender por sus actos. "Los caballeros de la noche" habían decidido que sus participaciones tenían que ser espectaculares y la Policía necesitaba también cambiar su cara frente a una sociedad que no la veía con buenos ojos porque en general, hasta ese tiempo, era sinónimo de abuso de autoridad y de otras complicaciones. Así que la Policía que encabezó Marcos Paz fue muy innovadora y, a la vez, copió mucho la actividad de los detectives y esas funciones, en un principio, las realizaron los veinte comisarios que comenzaron bajo las órdenes de Paz.
―¿Era habitual este nivel de interés en un caso?
―Por lo general, los casos que trataba esta nueva Policía estaban vinculados a robos de negocios, estafas, cuentos del tío, la lucha contra el juego prohibido y el ejercicio de la prostitución. Esas causas se resolvían en pocas fojas, entre 10 o 50 hojas, tal vez alguna podía llegar a 100. Pero este tenía dos fojas con mil hojas cada una, lo que hablaba de un nuevo tipo de delito y por la cantidad de gente involucrada, los integrantes, proveedores de venenos y ropa o antifaces, o inclusive mozos de bares que los atendieron. Por eso se convirtió en una causa muy extensa.
"En esta banda criminal eran todos inmigrantes; sus jefes consideraban que el argentino no era una persona confiable"
Daniel Balmaceda, historiador
―Uno de los protagonistas viene a Argentina escapando de sus acciones delictivas en Bélgica. Algo conocido en la historia nacional, por ejemplo, con militares que cometieron crímenes de lesa humanidad luego de la Segunda Guerra Mundial. ¿Eso pasaba en todos lados o era una particularidad de Argentina?
―Es algo que puede ocurrir en todo el mundo. Quien comete actos delictivos en algún lado seguramente va a tratar de alejarse del brazo de la Justicia. Pero en aquel tiempo, hablamos de la década de 1870 y 1880, los puertos de Buenos Aires y Nueva York eran los que recibían a miles y miles de inmigrantes. Eran como una meca, un destino que, además, al delincuente le permitía ingresar a un país vasto, en los dos casos, y de esa manera estar más escondido, porque no necesitaba quedarse en una determinada ciudad. El tema es que estos casos eran menores y se camuflaban en el gran éxodo de inmigrantes que venían con buenas intenciones o sin escapar de ningún tipo de situación procesal. De hecho, 'El Belga' empezó escapando a Estados Unidos y, luego, llegó a la Argentina.
"En los casos históricos más relevantes está involucrada la política, en general. En cambio, ‘Los caballeros…’ no se movían siguiendo ideas partidarias"
―Eran de distintas clases sociales, pero, ¿el ser inmigrantes los unía?
―Un requisito claro para ser uno de 'Los caballeros…' era ser inmigrante, porque no se aceptaban argentinos en la banda. Sus jefes consideraban que el argentino no era una persona confiable. Ahora, la agrupación no se generó en ninguna colectividad, sino que era una mezcla de distintas nacionalidades. La banda estaba integrada por españoles, franceses, italianos, griegos y también un argelino; además de uno de los jefes que era belga. La mayoría de los inmigrantes llegaban con espíritu de trabajo, de esfuerzo, de mejorar su condición y, sobre todo, las de sus hijos. En el caso de estos señores, lo que querían era tomar un atajo y convertirse en personas ricas sin demasiado sacrificio
―¿Qué rol jugó la muerte de doña Inés Indart de Dorrego?
―Para esta agrupación fue un golpe de suerte, porque tres días antes habían decidido que su primer gran acto delictivo iba a ser secuestrar un cadáver y pedir rescate. Antes de empezar a planificarlo, les llegó la noticia de la muerte de doña Inés, por lo tanto, eso puso en la mira a esta mujer y les permitió, incluso, asistir al entierro para vigilar y conocer un poco el campo en el que se iban a manejar y el féretro del que, obviamente, iban a hacer el secuestro. El robo del cadáver iba a ser de noche y entonces necesitaban tener muchas precisiones para manejarse cuando ya pusieran en práctica el plan. Hay que aclarar que Dorrego era la mujer más rica de la Argentina, producto de los grandes negocios que realizó su marido, don Luis Dorrego, socio de Rosas.
―¿Qué pasa con profanar cuerpos en la historia argentina? Evita, en su momento, aunque con motivos políticos, y en este caso, Doña Inés...
―En los casos más relevantes que tenemos en la historia está involucrada la política, en general. En cambio, 'Los caballeros...' no se movían siguiendo ideas o posiciones partidarias. Por el contrario, había entre los integrantes de distintas condiciones sociales y posiciones políticas. No son comparables los actos de necrofilia que fueron a ocurrir con el tiempo. Aquel fue el primer intento de secuestro de un cadáver y fue un escándalo, justamente. Primero, porque nunca había ocurrido y, después, porque nadie pensaba que un grupo de delincuentes iba a llegar tan lejos, porque en aquel tiempo fue una noticia que causó mucho revuelo. Fue una noticia sensacionalista.
―Esta historia se da en un momento muy particular, durante la generación del ochenta. ¿Cómo impacta en nuestra actualidad?
―La generación del ochenta es la que provoca un cambio y una apertura que hoy está muy reflejada en nuestra vida cotidiana, porque la nación creció en población y el impacto migratorio generó grandes cambios en nuestras costumbres, forma de hablar y tonada. Además, la generación del ochenta consideró un aspecto que no se había tenido tan en cuenta antes como el de la identificación nacional, empezar a generar una conciencia nacional basada en la corta historia de Argentina hasta ese tiempo, pero con el objeto de que todo ese crisol de nacionalidades pudieran estar unificadas bajo el concepto de Patria y las instituciones argentinas.
―¿Cómo ves la situación de los inmigrantes ahora, en comparación?
―El inmigrante de aquel tiempo llegaba principalmente desde Europa en busca de prosperidad y con enormes ganas de progresar. Allí surgió la famosa frase 'mi hijo, el doctor', que se convirtió luego en una obra de teatro y que expresaba, justamente, esa idea de que uno quería que su hijo lo superara. Esa es la pintura de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Considero que cuando alguien se va de su Patria y busca nuevos horizontes, es justamente para estar mejor. Uno si lo que quiere es llevar adelante ese cambio sin sacrificio, ahí hubo, hay y habrá fallas en el concepto, porque el cambio y el de-sarraigo implican de por sí un sacrificio. 'Los caballeros de la noche' quisieron saltarse ese espacio inevitable y no les fue muy bien. Pero eso se lo dejamos para que lo descubran los lectores.


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