GEPU inició gestiones para vender su plaza y a Rivero lo mandaron a arreglar el lío

Aquella imagen del gobernador Claudio Poggi y el secretario de Deportes Gabriel Rivero presentes en el “Emilio Perazzo” viendo al equipo en la Liga Argentina de Básquet, con la promesa de reunión para encarar el respaldo del Estado en esta temporada, se diluyó sin explicaciones.

Las últimas dos semanas transcurrieron con argumentos inconsistentes desde la Secretaría de Deportes, que negó la nota que presentó GEPU el 21 de junio, que llevaba la firma del vicepresidente Rafael Costa, y generó un conventillo a través de un grupo de periodistas en Whatsapp, lejos de un comunicado oficial de la Secretaría , en la que se informa que Rivero visitó GEPU y nadie del club le hizo mención a la situación del básquet.

En ese punto sale a la luz el conflicto interno del “Lobo”. El presidente Hugo Páez fue quien recibió a Rivero. Y Páez está muy cerca del fútbol y enfrentado ideológicamente con quienes manejan el básquet. En GEPU, Páez y el básquet son agua y aceite en el mismo recipiente.

La subcomisión de básquet se reunió el miércoles por la noche y sus integrantes coincidieron en que el Gobierno no tiene la obligación de apoyar al básquet, pero sí están sorprendidos de que ellos (Poggi y Rivero) son quienes abrieron esa puerta que ahora cierran por completo, sin siquiera responder.

Este jueves, la dirigencia inició el proceso de venta de la plaza en la Liga Nacional. Lo hizo con una comunicación a la ADC (Asociación de Clubes). Esperan respuestas con el ente nacional del básquet para avanzar este viernes, día en el que vence la prórroga que pidió el “Lobo” para decidir su futuro.

El básquet provincial resurgió tras la dorada época de la década del ’90.

Muchos jóvenes ya tienen rodaje en el equipo principal y muchos otros tienen el espejo donde mirar un futuro deportivo en casa.

GEPU es más que un club. Fue la gloria del básquet puntano y es la bandera actual del básquet de la provincia.

A última hora de la tarde-noche de este jueves apareció una luz de esperanza. Lo llamaron a Rivero, y como el papá y la mamá que acompañan al hijo que gateando rompe todo a su paso, le dieron otra vez una mano para que se pare y arregle esta macana. Una más en su debilitado andar. ¿Lo hará?