Malena Guinzburg: reírse de la desgracia propia
La humorista pasó por la provincia con un show en el que convierte los desamores adolescentes una cuestión graciosa.
Como pasó con su vida, Malena Guinzburg decidió que su espectáculo “Querido diario” estuviera regido por las canciones de Silvio Rodríguez. Tanto en el inicio como en el final del show, las obras del trovador cubano dejaron en claro la influencia que ejercieron en la niñez y adolescencia de la humorista.
De esa manera se explica el desconcertante inicio de la obra teatral, conformado por las luces de la sala apagadas y la tenue melodía de “Por quien merece amor”, el clásico de Silvio que describe un amor molesto, aunque con sus matices. Por supuesto que, con su habitual gracia, Malena sacó provecho no solo de su fanatismo por Rodríguez sino también de una serie de desgracias, la mayoría amorosas, del pasado.
La humorista es capaz de exponer cualquier intimidad que le parezca graciosa y que tenga como objetivo conseguir la risa del público: desde relatar que tuvo culebrilla durante la pandemia hasta que se mentía a sí misma en los diarios íntimos que escribía.
Cuenta para eso con una serie de herramientas que sirven a su propósito: un despilfarro bien ganado, heredada velocidad para la respuesta y la complicidad de un público con el que comparte si no género, si no edad, al menos inquietudes.
“A nuestra generación nos cagó Andrea del Boca”, espetó Malena en una de sus tantas conclusiones contundentes que durante el transcurso del show fueron explicadas aún con más gracia. Producida por Diego Sosa Manager Group, la capocómica pasó con éxito por Villa Mercedes el jueves, llenó la sala Hugo del Carril el viernes y cerró su gira con dos funciones en Mendoza.
Enfocada la primera parte de la obra en su niñez, Malena contó sus días de depresión (siempre en tono jocoso, siempre con el objetivo de hacer reír), basada no solo en las canciones de Silvio sino también en algún desengaño.
Pero antes de introducirse de lleno en sus males de amores, que ocuparon buena parte del monólogo, Guinzburg conversó con el público y sacó información valiosa y graciosa, por ejemplo, a un grupo de chicas que invitó a la función a una cumpleañera solo para evitar que se juntara a festejar con otro grupo de amigas. En medio de todo, la standapera enumeró las vicisitudes de usar la copa menstrual o de hacer dieta.
Sorprendida por las respuestas del público, Malena introdujo en su presentación puntana algunos chistes bien pensados (como por ejemplo el que dice que una versión Argentina de “Viven” -protohistoria de “La sociedad de la nieve” que sirve para mostrar la ubicación generacional de la autora- debería llamarse “Mamá me morfé un amigo”) y jugó con la actualidad al mencionar la relación de Javier Milei con Fátima Florez y la difícil situación judicial del expresidente Alberto Fernández.
Toda esa introducción no fue más que el calentamiento para leer algunas partes de su diario íntimo, forrado con fotos de Juan Palomino y Osvaldo Laport, y contar su enamoramiento adolescente y oculto del profesor de gimnasia, de un amigo con el que estudiaba teatro y que tocaba la guitarra o de un compañero de la secundaria.
Parte de la gracia consiste en que ninguno de esos coqueteos llegó a concretarse. “Si me hubiera tatuado el nombre de todos los que me gustaban sería la hija de Tinelli”, graficó la actriz, que dijo estar actualmente en pareja y en un muy buen momento sentimental.
En su afán de enumerar infortunios, Malena contó que uno de sus amores imposibles fue el más lindo de sus compañeros de la secundaria, que antes de terminar los estudios concretó con siete de las ocho compañeras mujeres que tenía el curso. “¿Adivinen con cuál fue la única con la que no transó?”, preguntó y dejó que el público respondiera. Y ría.


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