El gobierno "profana" la tumba de Luis Lusquiños
El Gobierno provincial ordenó el retiro de los restos del ex ministro y hombre de Estado Luis Lusquiños del predio de Terrazas del Portezuelo. No hubo decreto, notificación ni presencia oficial. Las causas del operativo son un enigma.El cuerpo estaba "incorrupto".
La mañana de este sábado trajo consigo una escena tan insólita como inquietante: el sepulcro de Luis Lusquiños, uno de los hombres más influyentes de la historia política reciente de San Luis, fue profanado dentro del predio de Terrazas del Portezuelo, el mismo edificio gubernamental donde el ex ministro y diputado nacional fue velado tras su fallecimiento en 2017.
Según revelaron imágenes a las que accedió El Diario de la República, un grupo de trabajadores —sin identificación visible— fue visto cavando en la zona donde descansaban los restos del psicólogo y ex diputado nacional, bajo la mirada de unos pocos testigos que no lograban comprender lo que ocurría.
No hubo decreto publicado ni resolución oficial firmada que avalara la remoción del cuerpo. Tampoco notificación previa a sus familiares, quienes se enteraron del hecho por terceros. Hasta el momento, el destino final de los restos de Lusquiños es un misterio, y el Gobierno provincial no emitió comunicado alguno sobre el procedimiento.
Fuentes vinculadas al entorno político del ex funcionario calificaron el hecho como una “afrenta a la memoria de un hombre de diálogo y consenso”, recordando que Lusquiños ocupó cargos electivos y de gestión durante más de tres décadas, y fue ministro de Gobierno en la primera administración de Claudio Poggi.
El episodio reabre heridas en torno a la figura de quien fuera uno de los principales articuladores del peronismo puntano y un hombre de confianza de Alberto Rodríguez Saá. Su trayectoria incluyó roles como secretario general de la Presidencia durante el mandato de Adolfo Rodríguez Saá, rector de la Universidad de La Punta, y diputado nacional por el Frente Justicia, Unión y Libertad.
El silencio oficial alimenta las versiones. En Terrazas, nadie parece saber —o querer decir— quién dio la orden de desenterrar a Lusquiños ni por qué. Lo cierto es que su sepultura fue abierta, sin presencia de autoridades, sin protocolo alguno y bajo estricta discreción. Un detalle llamó la atención. El cuerpo estaba “incorrupto”.
Años atrás, en ese mismo lugar, Lusquiños fue despedido con honores por dirigentes, funcionarios y familiares que reconocieron en él a un hombre de Estado, un negociador sereno y un promotor del consenso político. Hoy, su tumba vacía se convierte en símbolo de una herida abierta y un misterio que el Gobierno aún no explica.


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