Marcos Cabrera sabe que el 23 de febrero de 2014 no será un día más en su vida. Fue el día que se puso el traje de héroe. Hizo el gol con el que Juventud le ganó 1-0 a Estudiantes y quedó a un paso de la clasificación.
"La victoria es para la gente. Que disfruten este momento de alegría".
Seguramente cuando empezó a hacer las primeras armas en Platense, soñó con una jornada así. ¿Quién de chico no tuvo un sueño? Y a los 28 años lo pudo cumplir. Definir un clásico. Para un delantero es más fácil cumplirlo, pero para un defensor se hace más complicado, porque lo suyo es la marca y no andar de visita por el área rival.
En su día libre y vestido de bermuda de jeans y remera blanca, Marcos visitó la redacción de El Diario de la República. La lluvia fue testigo del mano a mano con el defensor del Juve, que antes de comenzar a hablar, agarró el teléfono y conversó un instante con Solange, su pareja, que iba de viaje a Buenos Aires.
Es perfil bajo. En la cancha se transforma y es un león cada vez que va a una pelota dividida, pero en lo cotidiano es más tranquilo. Pero cuando comenzó a hablar del duelo del domingo le salió el jugador. Ese que va con firmeza a cada balón y por arriba se hace casi impasable.
"La verdad que es algo mágico todo esto. Haber ganado el clásico, quedar a un paso de la clasificación, hacer el gol del triunfo, es algo soñado. No habíamos empezado de la mejor manera este año. Perdimos en Puerto Madryn, empatamos con Maipú, pero el domingo mostramos una prueba de carácter y ganamos un partido bisagra, eso que marcan a un plantel", dijo el defensor nacido hace 28 años en Buenos Aires.
Llagó hace un año de la mano de Marcelo Revuelta, ya lo había dirigido en Central Ballester y confió en los servicios de Cabrera para reforzar a la entidad puntana. Está muy cómodo en la ciudad y muy a gusto en Juventud. "Me adapté muy bien. Es un equipo con aspiraciones y una institución seria. Cuando Revuelta me dijo que me quería traer, primero dudé por todo lo que significa irse lejos de la familia, pero después me llamaron y vine. No me arrepiento para nada. Acá vivo del fútbol y soy profesional ciento por ciento", sentenció.
Cabrera tiene una historia rara. Hizo inferiores en Platense, pero a los 17 años decidió largar el fútbol. Recién retomó la actividad a los 23 años cuando un amigo le dijo que fuera a Central Ballester, un equipo de Primera D. Después pasó a Liniers, elenco que milita en la C, jugó cinco temporadas y tuvo mucha continuidad, pero no fue fácil, porque tenía que trabajar y jugar y las distancias en Buenos Aires son otras. Tuvo la chance de emigrar a Uruguay. Lo tentaron de la B Metropolitana, pero lo sedujo San Luis. Y acá está. Jugando de central o de marcador de punta. Además haciendo goles.
La semana pasada le hizo un gol a Maipú. El domingo definió el clásico. No es muy habitual que un defensor marque seguido, pero Marcos le tomó el gustito al área rival, y por ahí toma la lanza y se va de excursión. Le salió bien dos semanas seguidas. Anda dulce. Y capaz que siga paseando por el área adversaria haber si el gol lo encuentra de nuevo.
"Soy central pero también jugué en varias oportunidades de lateral. No me disgusta el puesto, además con 28 años ya juego más con la experiencia. Lo hice en Central Ballester y Liniers. En Juventud Revuelta me puso de cuatro con Maipú en Mendoza y ahora Tempesta me dio la chance en estos dos partidos y por suerte las cosas me están saliendo bien", aseveró.
No lo dijo pero dio a entender que la gente no se acostumbre a festejar sus goles. Marcos Cabrera está para otra cosa. Lo suyo es defender, pero como tiene vocación ofensiva y anda dulce quiere aprovechar el momento de gloria.
En su día libre y con la lluvia como testigo, Marcos disfruta un presente de novela.


Más Noticias