23°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

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La Independencia Argentina (segunda parte)

Por redacción
| 10 de julio de 2014

Tucumán estaba exactamente en el centro del país, porque en ese momento del siglo XIX no estaba poblada la Patagonia por los criollos, sino por los pueblos originarios y el Paraguay ya no pertenecía a la Argentina. Fue muy bueno que se la eligiera como la capital de los argentinos y allí se reuniera el Congreso de Tucumán que declaró la Independencia.
Algunas partes que diré son ficción y cualquier parecido con la realidad es mera casualidad, otras no.
El 24 de marzo de 1816, con la presencia de 23 diputados, comenzaron las sesiones del Congreso reunido en Tucumán con representantes de todas las provincias. El Congreso tenía atribuciones como la posibilidad de legislar, hacer declaraciones, discusiones, proyectos. San Martin pidió que nombraran Director Supremo y lo eligieron a Juan Martín de Pueyrredón. San Luis se quedó sin representante y fue San Martín quien le pidió a Dupuy, que era el Gobernador Delegado de las provincias de Cuyo que envíe representante. Tomás Godoy Cruz fue el diputado que representó a San Luis y Cuyo, aunque era mendocino.
Cuando leemos el Acta de la Independencia vemos que no aparece San Luis firmándola, porque San Luis puso el presidente y un segundo representante que era nada menos que Godoy Cruz. Esta visión del 9 de Julio es sanluiscéntrica, con San Luis en el centro.
San Martín sugirió que inicien la declaración, el debate. La votación se concretó el 9 de julio de 1816 y ese día la presidencia del Congreso de Tucumán, que era rotativa, le correspondió a Francisco Narciso de Laprida. Cuando se declaró la Independencia, ningún país la reconoció, pero sí los criollos, sabíamos de qué se trataba. En el campo de batalla pusieron esa furia al mando del Gran Capitán de los Andes, José de San Martín.
El Acta de la Independencia, aprobada el 9 de Julio, dice:
“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel del Tucumán a nueve días del mes de julio de mil ochocientos dieciséis: terminada la sesión ordinaria, el Congreso de las Provincias Unidas continuó sus anteriores discusiones sobre el grande, augusto y sagrado, objeto de la independencia de los Pueblos que lo forman. Era universal, constante y decidido el clamor del territorio entero por su emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España; los Representantes sin embargo consagraron a tan arduo asunto toda la profundidad de sus talentos, la rectitud de sus intenciones e interés que demanda la sanción de la suerte suya, la de los Pueblos representados y la de toda la posteridad; a su término fueron preguntados: ¿Si querían que las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España y su metrópoli? Aclamaron primero llenos del santo ardor de la justicia, y uno a uno reiteraron sucesivamente su unánime y espontáneo decidido voto por la independencia del País, fijando en su virtud la determinación siguiente:
Nos, los Representantes de las Provincias Unidas en Sud América, reunidos en Congreso General, invocando al Eterno que preside al universo, en el nombre y por la autoridad de los Pueblos que representamos, protestando al Cielo, a las naciones y hombres todos del globo la justicia que regla nuestros votos: declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli. Quedan en consecuencia de hecho y derecho con amplio y pleno poder para darse las formas que exija la justicia, e impere el cúmulo de sus actuales circunstancias. Todas y cada una de ellas así lo publican, declaran y ratifican, comprometiéndose por nuestro medio al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo del seguro y garantía de sus vidas, haberes y fama.
Comuníquese a quienes corresponda para su publicación y en obsequio del respeto que se debe a las naciones, detállense en un Manifiesto los gravísimos fundamentos impulsivos de esta solemne declaración.
Dada en la Sala de Sesiones, firmada de nuestras manos, sellada con el sello del Congreso y refrendada por nuestros Diputados Secretarios”.
Cuando terminó el 9 de Julio, se corrió la voz de la noticia, hubo festejo y júbilo, pero se dieron cuenta que se habían equivocado, porque pusieron sólo a Fernando VII, España y su metrópolis y no a toda otra dominación extranjera. Empezó la especulación: “Ahora que no somos de España nos vamos con los ingleses…”. El diputado Medrano dijo que debían transparentar la situación y agregar al Acta: “…y de toda otra dominación extranjera”.
Ésta es una enseñanza que nos debe quedar. Cuando un gobierno se equivoca, como el Congreso de Tucumán, que tuvo una falta, omisión o error, lo solucionó reconociéndolo.  Enseñanza que no quedó en nuestra costumbre constitucional. Cuando nos equivocamos deberíamos rectificar el error, abrazados en unión y libertad.
El 19 de julio volvieron a jurar los congresales, con el agregado: “Y de toda dominación extranjera”. De esta manera, el Acta del Congreso de Tucumán quedó así:
“Que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que las ligan a los Reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojadas, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli y de toda otra dominación extranjera".
Los criollos de San Luis juraron en la Gruta de Inti Huasi. Gloria eterna a los patriotas que firmaron el Acta de la Independencia, gloria a su presidente don Francisco Narciso de Laprida, representante de San Juan; a Mariano Boedo, vicepresidente, representante de Salta;  a los secretarios José María Serrano, Juan José Paso; a los diputados Antonio Sáenz; José Darragueira; Fray Cayetano José Rodríguez;  Pedro Medrano; Esteban Agustín Gascón; Tomás Manuel de Anchorena;  Manuel Antonio Acevedo; José Eusebio Colombres; Eduardo Pérez Bulnes; José Antonio Cabrera; Gerónimo Salguero de Cabrera y Cabrera; Teodoro Sánchez de Bustamante; Pedro Ignacio Castro Barros; Tomás Godoy Cruz; Juan Agustín Maza,; José Ignacio de Gorriti; Fray Justo de Santa María de Oro; Pedro León Gallo; Pedro Francisco de Uriarte; Pedro Miguel Aráoz; José Ignacio Thames; Pedro Ignacio Rivera; Mariano Sánchez de Loria; José Severo Malabia; José Andrés Pacheco de Melo.
Pasaron los años y la historia se deformó, algunos la cuentan de otra forma, otros se olvidan de algunas partes, han querido cambiar la Guerra de la Independencia y olvidar todo lo que nos hizo sufrir España, lo que nos espoleó, nos maltrató con la cultura, el oro que se llevaron, el genocidio sobre las culturas, y le decimos madre patria.
Pasaron los años y Tucumán quedó como la ciudad emblemática de la Independencia. Cuando en 1947 gobernaba Juan Domingo Perón, en su primera presidencia, le molestaba la deuda externa de los argentinos. Una deuda adquirida en 1822. Rivadavia pidió un crédito al extranjero, a la financiera Baring Brothers, a quien le pidió algo así como 3 millones de peso fuerte o el equivalente a eso, para destinarlo a crear pueblos, llevar el agua potable a la ciudad de Buenos Aires y mejorar las vías de comunicación.
Los ingleses prestaron y con Rivadavia arreglaron que el 70% llegaba a la Argentina y el 30% era ganancia de la Baring Brothers. Pero la financiera consideró que era una cantidad importante y les aconsejó conformar un consorcio para que reciba el dinero. El 70 fue para la Argentina, el 15 se quedó la Baring Brothers y el otro 15 se dividió entre el consorcio y los negociadores. Ésa es la deuda externa que creó Rivadavia, que se fue agigantando, pagábamos y volvíamos a pagar, y los intereses crecieron y siguen creciendo.
Y ahora diré ficción. Hubo uno parecido a los Alfonsín, que nunca dijeron: “¿Cómo es la deuda? O apareció un Menem que dijo: “Olvidémoslo y pidamos más y paguemos igual”. Y apareció un Duhalde que dijo: “Olvidemos esto y pidamos más”. Y apareció un Kirchner que dijo: “Pidamos más, tirémosla para adelante, digámosle que nos hagan un descuento, reconozcámosla y creemos otra comisión”.
Rivadavia nunca hizo esas obras y nosotros tenemos una deuda inmensa con la Baring Brothers, desde 1822. Llegó Perón y dijo: “Hay tres banderas: la justicia social, la soberanía política y la independencia económica”. La independencia económica es muy importante porque si esa funciona, significa que las otras dos también. No puede haber independencia económica si no hay justicia social, si no hay soberanía política.
La soberanía política es poder tener una decisión soberana, que no diga otro lo que tenemos que hacer, que no lo diga otra potencia extranjera, que no se mande al ministro de Economía a preguntarle a un juez lo que hay que hacer. Eso es la soberanía política. Perón dijo que arreglaría la deuda y la arregló. Argentina dejó de deber y no hubo ningún problema con las otras banderas, porque lo arregló de manera que no perjudicó a la justicia social. No sólo que pagó la deuda externa, sino que pagó la deuda interna. Se llamó Juan Domingo Perón, por eso fue un presidente enorme. Tuvo defectos y hay derecho a no estar de acuerdo en otras cosas con él, pero en esas esenciales para la Argentina fue muy importante.
El 9 de julio de 1947, Perón hizo la celebración del Día de la Independencia en Tucumán y firmó la tercera acta que se celebró, con un valor enorme, que nos debe hacer sentir orgullo y patriotismo.
La Proclama Declarativa y de Reafirmación decía así:
"En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán a los nueve días del mes de julio de mil novecientos cuarenta y siete, en el centésimo trigésimo primer aniversario de la declaración de la Independencia política, sancionada por el Congreso de las Provincias Unidas, reunido en mil ochocientos dieciséis, se reúnen en acto solemne los representantes de la Nación, en sus fuerzas gubernativas, en sus fuerzas populares y trabajadoras, para reafirmar el propósito del pueblo argentino de consumar su emancipación económica de los poderes capitalistas foráneos que han ejercido su tutela, control y dominio, bajo las formas de hegemonías económicas condenables y de los que en el país pudieran estar a ellos vinculados.
A tal fin los firmantes, en representación del pueblo de la Nación, comprometen las energías de su patriotismo, y la pureza de sus intenciones en la tarea de movilizar las inmensas fuerzas productivas nacionales y concertar los términos de una verdadera política para que en el comercio internacional tengan base de discusión, negociación y comercialización los productos del trabajo argentino, y quede de tal modo garantizada para la República la suerte económica de su presente y su porvenir. Así lo entienden y así lo quieren, a fin de que el pueblo que los produce y elabora y los pueblos de la tierra que los consumen, puedan encontrar un nivel de prosperidad y bienestar más alto que los alcanzados en ninguna época anterior y superiores a los que puedan anotarse en el presente. Por ello, reafirman la voluntad de ser económicamente libres, como hace ciento treinta años proclamaron ser políticamente independientes. Las fuerzas de la producción e industrialización tienen ahora una amplitud y alcance no conocidos y pueden ser superadas por la acción y trabajo del pueblo de la República. El intercambio y la distribución suman cifras que demuestran que el comercio y la industria se expanden conjuntamente con aquéllos. La cooperación, que contribuye a fijar de manera permanente las posibilidades humanas, será activada hasta alcanzar el completo desenvolvimiento que demandan las nuevas concepciones del comercio y empleo mundiales de las energías.
A su término, una vez leída esta declaración y preguntados los presentes: si querían que las provincias y territorios de la República Argentina tuviesen una economía recuperada y libre del capitalismo foráneo y de las hegemonías económicas mundiales o de las naciones comprometidas con aquéllas, aclamaron y reiteraron su unánime y espontáneo acuerdo. Así fue como se decidió firmemente el voto unánime por la independencia económica del país, fijando por determinación el siguiente Preámbulo:
Nos, los representantes del pueblo del gobierno de la República Argentina, reunidos en Congreso Abierto a la voluntad nacional, invocando a la Divina Providencia, en el nombre y por la autoridad  del pueblo que representamos declaramos  solemnemente a la faz de la tierra la justicia en que fundan su decisión los pueblos y gobiernos de las provincias y territorios argentinos de romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavados en el país y recuperar los derechos y gobierno propio y las fuentes económicas nacionales. La Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder de darse las formas que exijan la justicia y la economía universal en defensa de la solidaridad humana.
Así lo declaran y ratifican ante el pueblo y gobierno de la Nación el gobierno y pueblo aquí representados, comprometiéndose, uno y otro, al cumplimiento y sostén de esta su voluntad, bajo el seguro y garantía de sus vidas y honor. Comuníquese a la Nación y, en obsequio del respeto que se debe a los demás Estados, detalladamente en un manifiesto y acta las fuentes determinantes de esta solemne declaración, dada en la Sala de Sesiones del Congreso de las Provincias Unidas, donde en mil ochocientos dieciséis se proclamara la Independencia de la República, y refrendada por los representantes del pueblo y gobierno aquí reunidos”. Juan Domingo Perón.
Con todo respeto, esto es ficción, cualquier parecido con la realidad es mera casualidad:
Estaba la señora presidente de los argentinos programando su acto, que todos los años se realiza en la benemérita ciudad de Tucumán, sede de la Independencia. Y como todos los años, dijo: “Voy hacer un discurso político porque nunca me interesó ni el 25 de Mayo, ni el 9 de Julio, esas fechas las utilizo para hacer actos políticos. Así que ahí sabrán los fondos buitre lo que pienso de ellos”. Y luego pidió, como era el Día de la Independencia, que le llevaran el Acta de la Declaración. Alguien le acercó el acta que de la Independencia firmada por Perón y al leerla, lentamente, se empezó a poner colorada porque se dio cuenta que la Argentina de Kirchner, la de la “década ganada”, la de Cristina, es exactamente al revés a la Argentina de Perón, donde llegamos a tener cero de deuda externa. El Acta dice: “Libre de todo capital extranjero”. Recuperamos la soberanía política, fuimos libres de toda influencia extranjera, del capitalismo foráneo. Ella se dio cuenta que los fondos buitre los inventaron ellos, que a Griesa lo puso Néstor y que ella lo sostiene. Se dio cuenta que mandaba al ministro de Economía a hablar con el juez Griesa, muy distinto al Acta de la Independencia de Perón. Ella sintió una profunda vergüenza, pudor. Se dio cuenta de lo que hizo el marido y dónde está parada ella. Se dio cuenta que todos esos “mamelucos revolucionarios” que se ponen son una payasada.
Entonces dijo: “No puedo ir a Tucumán porque esta imagen no la tenía y hoy la tengo  ¿Cómo voy a ir a Tucumán? A este acto del Día de la Independencia y también de la independencia económica. Cómo hablar en nombre de un país sometido, arrodillado, un país que está pagando una deuda que no debe, un país que empezó a reprimir, porque cuando se habla de pagar la deuda toda la clase dominante se pone de acuerdo”. Y ella es la jefa de ese acuerdo.
Se da cuenta de todo esto y decide no ir. Decide hacer un acto político, al que vaya Boudou, para poner la cara y llevar los militantes para que digan que de todo esto tiene la culpa la oposición.
Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.

 


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