18°SAN LUIS - Domingo 28 de Abril de 2024

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Hay reglas de juego y se deben respetar

Por redacción
| 16 de julio de 2014

Alguna vez me tocó trabajar en la organización del equipo de básquet de San Luis, el GEPU, y tomar decisiones sobre cómo encarar la Liga Nacional en la que terminó con buenos resultados. GEPU no sólo ascendió de la categoría B a la A, sino que además fue campeón nacional dos veces, una vez subcampeón y otra en sexto lugar. En cinco años logramos dos títulos y participamos de un Sudamericano.

 

Editorial de Planeta Xilium


Cuando se está involucrado en el tema, hay que saber lo que es el deporte, el básquet, la dirección técnica, los sistemas de juegos, en que está el mundo, cómo es la preparación física, los contratos de los jugadores, la organización del partido, la venta de entradas, es decir todo lo que hace al espectáculo de alta competencia. Con esa idea estudié bastante e hice un curso en Cuba, estuve con grandes personalidades del mundo del deporte que me ayudaron mucho, como Enrique Omar Sívori, el argentino que jugó en el Juventus de Italia, uno de los mejores jugadores del mundo. Estuve con los técnicos más famosos de la Argentina y del mundo. Menotti también me ayudó mucho sobre estos temas.

 


Viendo partidos, me tocó ver al Il Messaggero de Italia, que era un equipo de básquet que en ese momento patrocinaba el diario Il Messaggero; también vi al Real Madrid, los Knicks de New York, las estrellas del Dream Team, la Selección Argentina, Atenas de Córdoba, entre otros. Por entonces me sucedió algo que en principio no entendí, pero que con el tiempo fui entendiendo y ahora veo más claro: cómo organizar el evento para que el club cumpla, la liga cumpla, los organizadores del evento cumplan, la gente sepa de qué se trata y sea bien tratada, con todo respeto.

 


En Italia, cuando quería ver Il Messaggero, pregunté al conserje del hotel cómo hacía para conseguir una entrada y me sugirió la metodología correcta: tenía que ir al club. Fui, pedí una entrada en un buen lugar para ver el partido y, como era unos días antes, me cobraron la entrada más cara. Si costaba 50 dólares, me la cobraron a 150. Cuando pregunté por qué me cobraban ese monto, me dijeron: “Usted está comprando la entrada anticipada y cuesta más porque usted está eligiendo el lugar. El día del partido, si usted  viene, la conseguirá por la ventanilla a 50 dólares y no tendrá ningún problema”. La compré antes, pagué más y, efectivamente, fui al partido, con la entrada por el lugar correcto. Me pasó lo mismo cuando fui a ver al Real Madrid. Y me pasó con los Knicks de New York que, cuando juegan, la ciudad se viste de fiesta y concurren las más grandes personalidades del espectáculo, de la cultura, de la economía. Cada famoso que entra al estadio es aplaudido por la gente porque se siente orgullosa -más allá de las ideas políticas o de la profesión- de que las personalidades de la ciudad vayan a ver a su equipo. En esa oportunidad llegué sobre la hora y me tocó ir a sacar la entrada, en el Madison Square Garden. Me ubiqué detrás del banco de los Knicks, desde donde escuchaba al técnico las instrucciones que daba a los jugadores. Una entrada a un precio razonable, comprada el mismo día del partido.

 


Para ver los Juegos Olímpicos que se hicieron en Barcelona, había sacado un combo de entradas. Como tenía un día sin actividades, quise ver el partido de béisbol entre Estados Unidos y  Cuba, un clásico donde se juegan muchas cosas más allá del deporte. Los jugadores salen con otro tipo de orgullo al partido, con un estímulo mayor. Cuando quise ver el juego, las entradas estaban agotadas, aunque la cancha no estaba llena. Las entradas se habían vendido antes, pero no fueron los espectadores. Cuando pregunté si había reventa de entradas, dijeron un “no”, tajante. El estadio estaba medio vacío y sin embargo no había reventa, ni ninguna posibilidad de entrar, porque las reglas del juego son así.

 


Me pasó lo mismo tratando de ver un partido en Canadá de hockey sobre hielo, que es el deporte más popular. Cuando quise ver un partido que era el clásico, fui a la hora del comienzo y ya no había más entradas, ni ninguna chance de reventa. Tal vez se revendía, pero la gente, los protagonistas, el portero, el vendedor de la boletería, el periodista, cierran el camino y dicen: “No, no se puede”.

 


La cultura indica que hay reglas de juego y que se deben respetar. Cuando un espectáculo se organiza, hay que darle comodidad a la persona que compra la entrada. Si se compra anticipada, no está mal que la vendan un poco más cara, porque se tiene el privilegio, por así decirlo, de poder elegir lugares. Quien se toma el trabajo de ir antes, elige el lugar, las mejores condiciones. Toda esa preocupación por ver el espectáculo es correspondida con los beneficios que favorecerán en todo para estar cómodo y bien. Para que el espectáculo se vuelva a hacer y el show continúe. El día del partido, cuando se corre el riesgo de que se agoten las entradas, el valor es al precio oficial.

 


En San Luis vimos que el día del partido River - San Lorenzo se agotaron las entradas rápidamente y la gente tuvo que hacer una fila enorme. Todo al revés. En vez de ser un facilitador, para la gente que se preocupó en ir antes, se la obligó a hacer una cola enorme. Lloviznaba y la gente hizo una fila de casi un día. Los demoraron, los hicieron pasar por un pasillito chiquitito y algunos no pudieron conseguir la entrada. Sin embargo, simultáneamente, apareció la reventa de entradas en internet, donde se podía comprar muchísimo más cara.

 


Ese espectáculo en San Luis se organizó con un cupo de entradas muy chico al acceso de la gente de San Luis. El cupo era más o menos el 25% la capacidad del estadio. El otro 75% pasó a un circuito ilegal, de reventa de entradas, en el que la gente era estafada, porque les vendieron una entrada muchísimo más cara. Un grupo de pícaros hizo un negocio aprovechándose de las ganas de la gente de ver el partido.

 


Llama la atención cómo toda la cultura funciona a favor de la reventa. Los periodistas y las placas de los canales de televisión anunciaban, como si cotizaran en Bolsa, los montos de las entradas para la final del Mundial, las de la reventa. Las entradas estaban híper agotadas, no había más, pero había un circuito, igual que lo que pasó en San Luis, de reventa de entradas. Qué casualidad que la AFA esté absolutamente comprometida con este ilícito como muestra una grabación de los medios brasileros.

 


Qué casualidad que esto mismo pasó en San Luis y los fiscales de la Provincia, que estaban advertidos, no hicieron nada. Por esto de que los periodistas dicen que está bien la reventa, porque todo el mundo juega con la reventa, el portero, el directivo. Como si el ilícito estuviera bien, los fiscales de San Luis protagonizaron el papelón de tener en sus narices toda esta reventa de entradas y no hacer nada.

 


Los fiscales se movieron como inoperantes, con todas las pruebas en sus narices. Ahora sale a la luz la reventa de entradas en Brasil, y por supuesto que en el partido de Argentina, en la final y con la AFA, con los mismos que hicieron el fraude en San Luis. Y lo seguirán haciendo en todos los partidos. El señor Passarella está denunciado por cosas parecidas que hizo en River. Esto, que es un ilícito, se convierte en algo habitual de la cultura argentina y aceptamos el ilícito. Ésta es la tremenda corrupción estructural que tiene la Argentina que, si no sale, será un país que irá cada vez más abajo, se hundirá cada vez más.

 


El único país del mundo donde lo que debía ser un festejo terminó mal fue la Argentina. Vimos el festejo del domingo después del partido  contra Alemania, en el Obelisco. Y terminó mal porque estamos mal. Porque la Argentina está mal. Un chico de la Villa 31, un argentino que tiene todos los derechos del mundo, que tiene que estar incluido en nuestro país, que tiene que tener una vivienda y servicios dignos, vio por televisión todo lo que pasó. Vio que miles y miles de argentinos viajaron en colectivo, supuestamente a ver el partido, sabiendo que sólo tenían la chance de comprar entrada de reventa pagando miles de pesos. Hacer un viaje a último momento significaba pagar prácticamente 15 mil dólares y con el enorme problema de no saber si la entrada que conseguía no era trucha. Todo esto que ve un chico de la Villa 31 lo lleva a decir: “¿Por qué tengo que estar sin ver el partido? Si esta orgía de corrupción está bien”. Entonces piensa que todo se logra con corrupción, sin trabajar.

 


Lamento que San Luis se vaya lentamente introduciendo en esta cultura de corrupción, en todos los estamentos. Si la Justicia no reacciona nunca, será muy difícil todo esto.

 


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