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Perón, el líder de la revolución social argentina

Por redacción
| 02 de julio de 2014

En 1974 murió Juan Domingo Perón militar, político y tres veces presidente de la Argentina, quien merece un recuerdo especial. Fue el líder social más importante de la Argentina del siglo XX y protagonista principal de un hecho que es tan importante de la historia argentina como el 25 de mayo de 1810 o el 9 de julio de 1816: el 17 de octubre de 1945. Ese día irrumpe en la vida nacional la clase trabajadora y se puso en la cúspide de los temas argentinos la revolución social en la Argentina. Con esta irrupción, Argentina se convierte en Estado moderno, por así decirlo, en una república participativa. Éste es un hecho innegable que tiene a Perón como protagonista.

 

Juan Domingo Perón nació en Lobos, Buenos Aires, el 8 de octubre de 1895


Juan Domingo Perón nació en Lobos, Buenos Aires, el 8 de octubre de 1895 y murió en Olivos, siendo presidente de los argentinos, el 1º de julio de 1974. Como militar prestó servicio desde 1910 hasta el 17 de octubre del '45, en cuyo célebre discurso en la Plaza de Mayo, renunció a su condición de militar y se asumió como el primer trabajador, un trabajador más de la Argentina. En el Ejército argentino era infante. Sin embargo, tuvo una enorme influencia en los grupos militares a través del Grupo de Oficiales Unidos (GOU) que tuvo preeminencia ideológica sobre los gobiernos de facto de Ramírez y Farrell. Ahí ocupó Perón cargos aparentemente sin importancia, pero él le dio un contenido enorme y comenzó a liderar un proceso que después será revolucionario y el nacimiento del Justicialismo.

 


Comenzó como secretario de Trabajo, después fue ministro de Defensa y luego vicepresidente de la Nación. Fue por entonces que comenzaron los celos y aparecieron el general Ávalos y grupos opositores que vieron en Perón una suerte de tremendo opositor. Como vieron que aparecía la revolución social, empezaron a criticarlo y pidieron que lo sacaran. Lo sacaron del Gobierno y lo llevaron preso a la isla Martín García, que es cuando se produjo el fenómeno del 17 de octubre.

 


Perón fue presidente de la Argentina en tres oportunidades: la primera después del 17 de octubre. Farrell le preguntó a Perón qué necesitaba para contener la enorme masa, a lo que Perón le dijo: “Elecciones”. Farrell accedió pero le pidió: “Dígale a esta gente que se vaya”. Era el 17 de octubre, Perón salió al balcón y dijo su célebre discurso a los trabajadores.

 


Comenzó luego una restauración democrática y un gobierno de muchísimo contenido social, hasta la reforma de la Constitución del '49, a la que podríamos caracterizar como una Constitución ideológica y social, sociológica. Era fruto de la revolución social que se estaba estableciendo, en ese momento, con los trabajadores. Es una obra interesantísima de leer y en un momento fundamental de la historia argentina. Esa Constitución nunca fue derogada, hasta que implicó una derogación de hecho, con mucha prudencia, en la reforma del '94, que al tener todas las calidades constitucionales, implicó dictar una Constitución, una ratificación de la Constitución del '54 y una modificación en la reelección, que era lo que quería Menem.

 


La primera elección que ganó Perón fue el 24 de febrero del '46. Perón no tenía una organización política y armó un partido que se llamó Laborista, que tenía como base al gremio de la carne, con Cipriano Reyes. Tenía también la adhesión de un enorme frente que se armó, de dirigentes de la Unión Cívica Radical, que se llamó Junta Renovadora. Hombres del radicalismo que se incorporaron al partido Laborista y al peronismo; uno de ellos fue Hortensio Quijano, su candidato a vicepresidente. Adhirieron además muchos partidos conservadores de la época, como el Partido Conservador de Córdoba. El peronismo tiene esa base, que es radical, conservadora y de los gremios, que lo convierten un partido superador del conservadorismo, del radicalismo. Incorporó los nuevos temas de la sociedad argentina: una Argentina independiente, con soberanía y autodeterminación, que buscó lo industrial, el desarrollo y sobre todo con los trabajadores incorporados.

 


La segunda presidencia fue la del 11 de noviembre del '51, el periodo '52-'58. En ese momento los presidentes duraban seis años. No alcanzó a completar el periodo por la llamada Revolución Libertadora que lo derrocó el 16 de setiembre del '55. El 19 de setiembre presentó una carta de renuncia que después desmintió. El 20 de setiembre pidió asilo en Paraguay y el 21 abandonó el país. Se produjo un momento de cierta incertidumbre y el jefe del Ejército, que en ese momento era José Domingo Molina Gómez, se autoproclamó presidente de la Nación de facto, sin respetar la sucesión constitucional. Luego Lonardi, el golpista, se hizo cargo junto con Rojas y fue derrocado por Aramburu unos meses después.

 


Perón se fue del país e hizo un raid, pero lo fueron expulsando. Las embajadas lo molestaron, inclusive hubo intentos de asesinato y todas esas historias tristes de las cancillerías argentinas, de discriminación, violación de los derechos humanos, fusilamientos. Todo eso pasó en los 18 años en el que Perón no estuvo en el país. Fue primero al Paraguay, después a Caracas y terminó en España, en Puerta de Hierro, donde se asentó.

 


Se casó tres veces. En 1929 se casó por primera vez con Aurelia Tizón, que falleció en 1938. Después con María Eva Duarte, en los últimos días del año 1945. El matrimonio duró siete años porque Eva murió en 1952. En el exilio se casó con María Estela Martínez en 1961, que fue quien lo acompañó hasta su muerte.

 


Por una imprudencia, tal vez incomprensión, esas locuras del peronismo fundamentalista, lo presionaron a Perón para que ella fuera candidata a vicepresidente. Él sugirió que el mejor candidato era Ricardo Balbín, que era su máximo opositor. Sugirió que la fórmula debía ser Perón-Balbín, pero se cerraron todos y el Congreso le dijo que fuera María Estela Martínez de Perón.

 


Unos días antes de su muerte, cuando presentía que le quedaban pocos días, el 13 de junio, dijo su último discurso. ¿Por qué presentía que se moría? Había sido forzado por el protocolo a participar de un viaje a Paraguay. En ese viaje hizo un día frío y de llovizna de invierno, pero él cumplió el protocolo de pie, en un acto largo. Paraguay lo había cobijado en su momento de exilio e inclusive le había dado el grado de General de la Nación del Paraguay, como condecoración. Sentía cierto agradecimiento. No así Franco, que cuando fue a España, le hizo cuanto desprecio pudo y le cercenó sus derechos. Perón consideraba que la Guerra de la Triple Alianza fue ignominiosa, cuando Argentina participó para derrocar el gobierno paraguayo, a fines del siglo XIX. Por todo esto soportó el acto Perón y ahí, al parecer, se enfermó.

 


Se sintió con achaques y dijo su último discurso, muy fuerte, donde habló del enemigo de afuera y del de adentro, el enemigo que quería torcer los rumbos de su gobierno. Él planteaba que su gobierno era fundamentalmente de unidad nacional,  hablaba de poner a la Argentina en el progreso, de Argentina potencia.

 


Fue un discurso de mañana. La gente se conmovió porque no esperaba un discurso tan crítico a la situación interna del peronismo y a la situación externa. Se produjo una movilización espontánea a la Plaza de Mayo y fue su último saludo. Allí es cuando dijo: “Me tiran de la derecha, me tiran de la izquierda” y denunció a los aprovechados.

 


Cuando apareció la dictadura militar, cuando apareció el gobierno de Menem, fueron los que tiraron de la derecha. Cuando aparecieron los que tiran de la izquierda, le hicieron mucho daño a Perón, como matarlo a Rucci, su brazo derecho. Algunos jugando de izquierda también torcieron los ideales del Justicialismo. Y sobre todo los aprovechados. Hemos visto una orgía de aprovechados desde la muerte de Perón a la fecha. Salvo un gobierno que yo reivindico, que duró una semana, los demás se caracterizaron por ser gobiernos de aprovechados. Y eso fue lo que denunció Perón.

 


Dijo además algo impresionante, que todavía no se entiende. Él habló siempre de que el Justicialismo debía estar unido y que la organización vencía al tiempo. Nos dio a entender, a los peronistas, que debíamos tener una organización fuerte para que venciera al tiempo: el Partido Justicialista. Pero cuando dijo quién era su heredero, no dijo la señora Martínez de Perón, ni los sindicatos, ni la CGT, ni el partido peronista, ni el partido Justicialista, dijo: “Mi único heredero es el pueblo”. Fue un mensaje democrático, soberbio, maravilloso y de unidad de los argentinos, que tendríamos que aprender. Cuando alguien se siente heredero de Perón es horroroso escucharlo hablar así, porque su heredero es el pueblo.

 


Perón fue un teórico enorme de la política. Así como hubo grandes teóricos en la política, que hay que leer, y sigue habiéndolos. Pero un teórico no de la politología, sino de la conducción política: cómo se hace para llegar al poder, cómo se hace para mantenerse en el poder y cómo se hace para cumplir las promesas. Qué es la legitimidad, qué es el gobierno. ¿Cuáles son los principios? Sobre todo esto teoriza Perón. Si lo lee alguien que no sea peronista, también le servirá. Tal vez sea criticable que se fomente el pensamiento único, y en esto personalmente no estoy de acuerdo, aunque acompaño las cosas maravillosas del peronismo. Me perturba enormemente el pensamiento  único.

 


Coloco a Perón en el sitial del más grande político que ha tenido la Argentina en el siglo XX, el líder de la revolución social y uno de los hombres más importantes, si no el que más, de la Argentina en toda su historia.

 


Último discurso de Perón, 12 de junio de 1974

 


“Compañeros:

 


Retempla mi espíritu estar en presencia de este pueblo que toma en sus manos la responsabilidad de defender la patria. Creo, también, que ha llegado la hora de que pongamos las cosas en claro. Estamos luchando por superar lo que nos han dejado en la República y, en esa lucha, no debe faltar un solo argentino que tenga un corazón bien templado.

 


Sabemos que tenemos enemigos que han comenzado a mostrar sus uñas. Pero también sabemos que tenemos a nuestro lado al pueblo, y cuando éste se decide a la lucha, suele ser invencible.

 


Hoy es visible, en esta circunstancia de lucha, que tenemos a nuestro lado al pueblo, y nosotros no defendemos ni defenderemos jamás otra causa que no sea la causa del pueblo.

 


Yo sé que hay muchos que quieren desviarnos en una o en otra dirección; pero nosotros conocemos perfectamente bien nuestros objetivos y marcharemos directamente a ellos, sin dejarnos influir por los que tiran desde la derecha ni por los que tiran desde la izquierda.

 


El Gobierno del pueblo es manso y es tolerante, pero nuestros enemigos deben saber que tampoco somos tontos.

 


Mientras nosotros no descansamos para cumplir la misión que tenemos y responder a esa responsabilidad que el pueblo ha puesto sobre nuestros hombros, hay muchos que pretenden manejarnos con el engaño y con la violencia. Nosotros, frente al engaño y frente a la violencia, impondremos la verdad, que vale mucho más que eso. No queremos que nadie nos tema; queremos, en cambio, que nos comprendan. Cuando el pueblo tiene la persuasión de su destino, no hay nada que temer. Ni el engaño, ni la violencia, ni ninguna circunstancia, podrá influir sobre este pueblo en un sentido negativo, como tampoco podrá influir sobre nosotros para que cambiemos una dirección que, sabemos, es la dirección de la Patria.

 


Sabemos que en esta acción tendremos que enfrentar a los malintencionados y a los aprovechados. Ni los que pretendan desviarnos, ni los especuladores, ni los aprovechados de todo orden, podrán, en estas circunstancias, medrar con la desgracia del pueblo.

 


Sabemos que en la marcha que hemos emprendido tropezaremos con muchos bandidos que nos querrán detener; pero, fuerte con el concurso organizado del pueblo, nadie puede detener a nadie.

 


Por eso deseo aprovechar esta oportunidad para pedirle a cada uno de ustedes que se transforme en un vigilante observador de todos estos hechos que quieran provocarse y que actúe de acuerdo con las circunstancias.

 


Cada uno de nosotros debe ser un realizador, pero ha de ser también un predicador y un agente de vigilancia y control para poder realizar la tarea, y neutralizar lo negativo que tienen los sectores que todavía no han comprendido y que tendrán que comprender.

 


Compañeros, esta concentración popular me da el respaldo y la contestación a cuanto dije esta mañana. Por eso deseo agradecerles la molestia que se han tomado de llegar hasta esta plaza.

 


Llevaré grabado en mi retina este maravilloso espectáculo, en que el pueblo trabajador de la ciudad y de la provincia de Buenos Aires me trae el mensaje que yo necesito.

 


Compañeros, con este agradecimiento quiero hacer llegar a todo el pueblo de la República nuestro deseo de seguir trabajando para reconstruir nuestro país y para liberarlo. Esas consignas, que más que mías son del pueblo argentino, las defenderemos hasta el último aliento.

 


Para finalizar, deseo que Dios derrame sobre ustedes todas las venturas y la felicidad que merecen. Les agradezco profundamente el que se hayan llegado hasta esta histórica Plaza de Mayo. Yo llevo en mis oídos la más maravillosa música que, para mí, es la palabra del pueblo argentino.”

 


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