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Un país arrodillado

Por redacción
| 21 de julio de 2014

Cuando llegó Alfonsín al gobierno encontró muchos problemas en la Argentina. Heredó el problema de la deuda externa, los desaparecidos, la represión, el poder militar, el conflicto del Canal de Beagle, la situación económico social. Algunos problemas los solucionó, otros no. A algunos les dio un camino, a otros no.
Con la deuda externa tuvo mucha desprolijidad. Sostenía en sus discursos: “Hay que honrar la deuda”, algo que repiten muchos radicales. La deuda externa argentina no estaba suficientemente mensurada, ni se decía que era más o era menos, porque nunca pasó por el Congreso. Ni Menem, ni De la Rúa, ni Duhalde, ni Kirchner, ni Cristina la hicieron pasar por el Congreso.
La Constitución dice que el Congreso tiene la atribución de arreglar la deuda interna y externa de la Nación. Lo que significa mirar los números y tomar la decisión, qué es lo que se paga, qué es lo que no se paga, qué es lo que se debe, qué es lo que no.
Argentina tiene una enorme experiencia que viene del gobierno de Rivadavia, que en 1822 endeudó a la Argentina durante más de un siglo. Las generaciones iban pasando, cada vez era más y nunca entró la plata. Era una deuda trucha, adquirida con la banca inglesa, la Baring Brothers. Nosotros éramos cada vez más dependientes de los ingleses, que nos manejaban el país y cada vez debíamos más, por dinero que nunca entró.
Por eso la Constitución dice que debe el Congreso arreglar la deuda. Y los gobiernos cometen la tremenda irregularidad, el ilícito, con mala fe, de no mandar las cuentas al Congreso. En el Congreso nadie sabe cuál es la deuda externa.
¿Cómo cobraban los acreedores? Mandando intimaciones a partir de los bancos internacionales, no del Fondo Monetario. La banca decía que estaban los deudores reclamando e íbamos pagando de a poco. Los pagos eran como de “bolicheros” y quizá se ofendan los bolicheros porque llevan mejor las finanzas públicas que Alfonsín, y que Menem, y que De la Rúa, y que Duhalde, y que Kirchner, y que Cristina. Se iba pagando y nunca se supo cuál era la deuda. Se fue Alfonsín y debimos un 50% más.
En ese momento, cuando era senador de la Nación representando a la provincia de San Luis, participé de unas reuniones muy cordiales que se organizaban, más o menos, una vez al mes. Era una forma de sentarse a hablar y no llegar al insulto, ni a la agresión, ni apasionarse, si no, buscar un clima de racionalidad, hablar para entender qué estaba pasando. Entonces, cuando íbamos al recinto no había agresiones, una práctica que me pareció bien. En San Luis la oposición nunca lo quiere hacer con el Gobierno. Tiene que dialogar, están jugando a la interna, a la cosa chiquitita y esas cosas hacen daño. Cuando se ofrece el diálogo hay que ir al diálogo porque no se pierde nada, las cosas se dicen y se conoce lo que piensa el otro.
En una de esas reuniones me tocó una vez escuchar a un senador radical (que no quiero nombrar porque no sé si él está de acuerdo que yo lo cuente) que dijo con mucho dolor: “Mirá no podemos hacer nada. El gobierno radical no puede hacer nada, el gobierno de Alfonsín no puede hacer nada, porque él está prisionero. Se ha convertido en un administrador de la usura internacional”. Miraba y escuchaba con tristeza lo que le pasaba al país, al presidente de la República Argentina, pero estaba descripto con una realidad enorme: prisionero de la usura internacional. Era un administrador de las finanzas internacionales de los dineros de la Argentina, para pagar la deuda externa, que no debíamos, que es ilegítima, usuraria.
Menem fue un administrador de las finanzas internacionales, De la Rúa fue un administrador de las finanzas internacionales y Duhalde también. Kirchner fue no sólo un administrador de la finanza pública e internacional, sino también un gerente que gerenció cómo arrodillar la Argentina y entregar la soberanía. El señor Néstor Kirchner tuvo la oportunidad de arreglar la deuda, de mandarla al Congreso, porque así lo determinó la presidencia de Adolfo Rodríguez Saá. Pero eligió las políticas del canje, los bonos, y lo puso al juez Griesa. Él hizo arrodillar al país. Jamás la República Argentina ha dependido de un juez de Nueva York. El ministro de Economía va todos los días a hablar con el juez para ver si puede pagar a uno u otro esta deuda que Argentina no debe, inventada por la usura internacional. Un país arrodillado.
Hablan como si fueran los campeones de la soberanía nacional. No he visto más caradurismo en la historia argentina que los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Con la comparsa que le hacen todos los medios de Buenos Aires, que se llaman nacionales, todos están comprometidos en la misma posición. Y el acompañamiento de la oposición, que son los mismos que antes tuvieron la oportunidad e hicieron exactamente lo mismo.
“Alberto no podemos hacer nada, somos gerentes de la usura internacional”.

 


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