A Luca Senatore, el niño de 9 años que sufre por un linfoma de Hodking que le afectó los ganglios, le quedan doce sesiones de radioterapia para terminar con el tratamiento. Empezará a retomar, en 20 días, su vida normal. Primero podrá recibir la visita de sus familiares y después volverá a jugar con sus amigos. Así lo confirmó su mamá, María Fernanda Del Cerro, quien dijo que “ahora va a entrar en ese proceso de socializar un poco más. No podrá hacer las mismas actividades que realizaba antes, hasta que termine su tratamiento. Pero a mediados de setiembre, cuando finalice la terapia de rayos, podrá salir a visitar a algunos familiares y de a poco a sus amigos”. Aunque descartó que pueda retomar los estudios ahora: “No volverá a la escuela todavía porque no puede estar en un lugar cerrado, en esta época, porque circulan muchos virus”.
Del Cerro contó que “el médico nos dijo que puede empezar con actividad física al aire libre los días que el clima lo permita y después retomará las tareas escolares en casa, conmigo. La idea es que pueda estar listo para reincorporarse al colegio cuando los médicos le den el alta”.
Aclaró que las aplicaciones de rayos terminarán recién el 10 de setiembre. “Después tendrá que descansar durante un mes acá en San Luis y luego, cada 21 días, volverá al centro médico, donde lo tratan en Buenos Aires, para realizarse los controles”. La madre explicó que ese análisis es el que muestra si ha bajado o no la actividad celular o si se le generó alguna otra complicación. “Recién después de eso le podrán dar el alta. Por eso este mes de espera hay que manejarlo con mucho cuidado porque todavía no sabemos si está del todo bien”, señaló.
Luca ya le avisó a María Fernanda que “quiere ir a visitar a los primos y también a la abuela. Pero siempre con los recaudos de desinfectar los ambientes donde estará y con el barbijo puesto todo el tiempo. Estos cuidados los tendrá que incorporar durante un largo rato, por lo menos hasta que le den el alta definitiva”.
Luego de transitar los cuatro meses más difíciles de su vida, contó que “cuando nos enteramos lo que padecía fue un alivio, porque veníamos de dos años y medio tratando de descubrir qué lo afectaba. Y la actitud que tomamos fue tratar de ser positivos. De pensar que era una enfermedad que tenía cura y que había que hacer todo lo que estuviera a nuestro alcance para tratarlo y salir adelante”. Según confesó, “esa fue la visión y la idea que le transmitimos a nuestro hijo. No pensar en algo caótico, no pensar en situaciones extremas, si no todo lo contrario. Le dijimos que existían todo tipo de enfermedades, que algunas eran más complicadas que otras y que la que él tenía era difícil. Pero en todo momento Luca tuvo conciencia de su enfermedad. Nunca le mentimos, ni le dijimos una cosa por otra”.
A la dolencia la tomaron con la mayor naturalidad posible, “a pesar de que uno la conoce muy poco y no sabe bien a qué se enfrenta. Después supimos que cada organismo reacciona de manera diferente y por eso no hay certezas de cómo enfrentar las sesiones de quimioterapia o las consecuencias físicas que le podían dejar. Pusimos la mejor voluntad y tratamos de transmitirle eso a Luca”.
Según su experiencia, “victimizarse no creo que traiga aparejadas consecuencias positivas para un chico de 9 años. Creo que los adultos somos más complejos en ese aspecto. Ellos nos demuestran que la vida es más sencilla de lo que nosotros muchas veces creemos. Los chicos son mucho más prácticos, por eso logramos un ida y vuelta donde los dos aprendimos”.
Recordó que el peor momento fue “cuando nos avisaron que en una semana nos teníamos que ir a vivir a Buenos Aires. Tuvimos que cerrar la puerta de casa, reorganizarnos a nivel laboral, tanto yo como mi esposo, y tratar de dejar todo listo en esos siete días. Fue muy importante porque uno suspende la vida mientras dura ese tratamiento”. Confesó que lo que más le costó fue dejar a su otra hija, Martina de 4 años: "Fue la parte más dura porque Luca no podía estar en contacto con menores por las bajas defensas”. Pero dijo que “gracias a Dios tuvimos la contención de toda la familia y los amigos para avanzar tranquilos. Por otro lado es cierto que nos encontró con un matrimonio consolidado porque con Marcelo hace 17 años que estamos juntos. Todo eso nos ayudó a transitar más tranquilos este tratamiento”.
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