Antes que nada, vale la pena recordar que Aníbal Pachano es el creador de Bottom Tap, un grupo artístico que bien podría ser denominado de culto y que revolucionó el under porteño en los '80. Sólo con ese antecedente debería alcanzar para que el bailarín sea una figura de corte popular. Pero tuvo que mezclarse en el fango de la farándula para empezar a llenar teatros.
El devenir del artista es, en cuanto a argumento, el elemento más visible de "Divain".
Un poco de eso se trata "Divain", el espectáculo con el que hizo dos funciones a sala llena; el sábado en San Luis, anoche en Villa Mercedes. Con partes iguales de monólogos y bailes, el show es un desfile colorido por diversas músicas y coreografías que encuentra en Nicolás Armengol y Maia Contreras a dos socios ideales para los pasos de Pachano.
El musical es uno de los espectáculos más personales (o al menos en los que se atrevió hablar de sí mismo con más soltura) que diagramó Aníbal en su extensa trayectoria. Su niñez, su adolescencia, el despertar sexual, el matrimonio, su hija, el sida y su carrera fueron mencionados en el show, acompañados de música y personajes de esas épocas.
Relatado de manera cronológica, el devenir del artista es, en cuanto a argumento, el elemento más visible de "Divain". Pachano contó que nació en Tostado, un pequeño pueblo de Santa Fe y que su padre quería que fuera futbolista y su madre, folclorista. Eso fue el disparador para que el grupo bailara una versión paródica entre en rap, house y hip hop de "Zamba de mi esperanza".
Piluso y el Club del Clan pasaron en ese momento por la vida y el televisor de Pachano, que por entonces -confesó en el show- prefería las muñecas de su hermana a los camiones que le regalaba su mamá. Como para demostrar el target del público que sigue a Aníbal alcanza con reproducir algunas preguntas y algunas respuesta que se escucharon en el show.
"¿Se acuerdan del Westinghouse?", "¿Se acuerdan de Alta tensión?", "¿los conocen a Gaby, Fofó y Miliki?", empezó el coreógrafo y el largo y repetido "sííííííí" de los que estaban en las butacas sirvió para medir la edad promedio. La mayoría, como Aníbal, superaba con holgura las cinco décadas.
La vida del joven Pachano se asentó en Buenos Aires en los dorados 70, un momento del mundo donde el amor libre, permitía cualquier arrogancia sexual. "Íbamos del hippismo a la revolución en un sólo corazón. Y así nos fue", dijo Aníbal, quien jugó con su dualidad sexual a lo largo de todo el show.
En muchos de los cuadros de la noche, Pachano usó la música de Queen, con lo que quedó demostrada la admiración y algunos puntos de contacto entre el artista y Freddie Mercury. La inteligencia de Aníbal consistió en sobrevivir aquellos años. El momento en que el coreógrafo y sus compañeros bailaron "YMCA", de Village People, y cantaron una versión acomodada de "Se dice de mí", ayudó a comprender esa premisa.
Con canto en vivo, el musical mostró a Aníbal con una movilidad envidiable a los 59 años y todavía con ganas de hacer un poquito de humor negro: "A Graciela Alfano no la dejan entrar ni a los velorios". Una frase más cercana a su pasado limítrofe que a su actualidad tinellizada.


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