Como verdaderos expertos del “Tetris” y con mejores muñecas que el propio Marcos Di Palma, los encargados de las playas de estacionamiento cada vez perfeccionan más sus técnicas para recibir como pueden los cientos de autos que desbordan el microcentro de San Luis.
El parque automotor creció un 180 por ciento en diez años. Pasó de 46.142, en el 2004, a 132.036 para fines del año pasado.
Si bien los dueños y empleados de las cocheras explicaron que el movimiento bajó un poco por las vacaciones, las obras municipales y la falta de estacionamiento –público y privado- mantienen una circulación complicada pero permanente.
Por un lado, los trabajos viales en plena temporada de verano llevaron a los conductores a dudar de las arterias disponibles y, en varios casos, a criticar la falta de planificación y comunicación. Por el otro, el aumento sostenido en el parque automotor colapsó las calles y los espacios para dejar el auto sin regresar y encontrar una suave y fina boleta amarilla.
Inés y Gladys Moreno encabezan la playa que conecta las calles Rivadavia y Colón. En la garita de ingreso, mientras pasaban algunos clientes, explicaron que en los últimos cuatro años creció tanto la demanda que ampliaron el predio, extendieron el horario –de corrido- de 7 a 22:30 y armaron un cartel para avisar cuando no tienen más lugar.
“No importa si estamos en vacaciones de verano o invierno. Acá se llena igual. Porque con esto de las calles la gente no tiene dónde estacionar. Además, tenemos una clientela fija que es la de los bancos, los comercios de la peatonal y los judiciales. Por eso, a la mañana, llegamos a poner hasta 3 veces el cartel de ‘completo’, principalmente entre las 10 y las 12, que es el horario pico, cuando la gente llega desesperada, deja el coche y se va corriendo al banco”, contaron en la empresa familiar de los Moreno.
En general, cobran –por hora- entre 17 y 15 pesos para las camionetas, 12 y 10 para los autos y 8 y 6 para las motos. Aunque la tarifa, a medida que se aleja de la plaza Pringles y los bancos, disminuye entre 2 y 4 pesos. Además, muy pocos fraccionan cada treinta minutos después de la primera hora.
En la playa de 9 de Julio casi General Paz, el turno de la mañana es el más fuerte, ya que reciben, principalmente, al personal del Poder Judicial. “Por eso a la tarde baja muchísimo, porque estamos más alejados. De todas maneras, estamos abierto las 24 horas porque tenemos las cocheras mensuales, que cuestan 350 pesos, de 7 a 14; 450, en el horario de comercio; y 500, libre”, señaló el encargado, Daniel Gómez, quien a su vez tiene un servicio que complementa la actividad: el lavadero.
A la par de los comercios dedicados exclusivamente al lavado del auto, las playas que cuentan con un espacio –y manos- de sobra (que es la menor porción), ofrecen la limpieza del vehículo por 70 pesos, aproximadamente.
“En mi caso alquilé el terreno y de a poco le fui haciendo la infraestructura: tiré una pared vieja y le puse una media sombra. Pasa que hay que aprovechar al máximo el espacio porque se trabaja bien, y eso que estamos en vacaciones. Ni me quiero imaginar lo que va a ser en marzo”, dijo Rolando Jofré, de una playa de la Ayacucho, y señaló un problema que podría agravar el tránsito en la ciudad: ¿cómo, cuándo y por dónde van a pasar los transportes escolares y padres para dejar a los chicos en las escuelas del centro?
Al respecto, el secretario de Gobierno de la Municipalidad, Federico Cacace aseguró que contarán con el apoyo de la Dirección de Tránsito para controlar los horarios de ingreso y salida a los colegios, “como siempre”, dijo. Y además, respaldó las refacciones sobre el casco y afirmó que el objetivo es desalentar el uso de los vehículos.
“Nos acaba de entregar el Automóvil Club Argentino los resultados de la segunda etapa del estudio integral de tránsito. Son 9 tomos. Ahora estamos en el estudio de esto. Y próximamente habrá novedades”, lanzó con misterio el funcionario del intendente Enrique Ponce.
Pero el boom de las playas no sólo se explica por la falta de espacios y los embotellamientos. Durante los últimos años, el vandalismo y los robos dejaron de discriminar para también incluir los estéreos, cubiertas, cristales y puertas de hasta el histórico Fiat 147.
“Antes buscaba lugar cerca o lo dejaba en las afueras. Hasta que me empezaron a robar bastante: una vez, en Pedernera entre Colón y Rivadavia me rompieron el vidrio. Otra vez, en Maipú y Pringles me sacaron el estéreo. Y así siempre. Por eso opté por los estacionamientos privados”, relató con bronca Nora Alcaraz.
“Es bueno tener estacionamientos de este estilo, porque la gente los necesita, porque cada vez tenemos más vecinos que se quejan de los cortes, la cantidad de vehículos y la inseguridad. Por eso, uno está a favor del progreso, pero me parece que tendrían que avanzar hacia la periferia, y no sólo centrarse acá. Y en caso de hacer modificaciones, hay que avisar bien, porque si no se arma lío”, explicó Jofré en relación a las obras viales que complicaron aún más la circulación en el corazón de la ciudad.
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