11°SAN LUIS - Lunes 13 de Mayo de 2024

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Una rata para recordar

Por redacción
| 20 de febrero de 2015
De paseo por el centro. Las ratas irrumpen de manera permanente en el principal paseo que tiene la ciudad de San Luis. Son un símbolo de la falta higiene.

Puede un hombre vestir el más elegante traje, pero si abandonó el aseó personal hace ya algún tiempo, su cuerpo no tardará en delatar su dejadez. Puede una mujer ponerse el más precioso maquillaje, pero si su falta de higiene es significativa, pronto se dará a conocer. Vamos a estar de acuerdo en que es preferible una cocina ordenada y limpia, antes que un jardín adornado con plantas; vamos a convenir que es más prioritario tener nuestra habitación habitable, antes que hacer un estanque con peces ornamentales; y vamos a coincidir en que es mejor solucionar un problema de caños que está llevando criaturas indeseables dentro del hogar, a ponernos a gastar en ampliar el camino que nos conduce al quincho. Quiero decir que el sentido común es primero que el sentido del deseo, y no viceversa. No critico ahora los deseos en sí (muchos de ellos seguramente muy buenos), sino las prioridades que se les están dando a las cosas.

 

Las cartas ya fueron echadas, y se le dio prioridad a una cuestión secundaria.


    Hoy por la mañana fui testigo de algo que ya había escuchado, y es que en las plazas céntricas las ratas andan de paseo. Saqué unas fotos. No tengo nada contra el roedor en sí, ni contra ninguno de sus semejantes. De todos ellos se pueden sacar muchas lecciones. Un sano contacto con la naturaleza, tal como lo recordara el profundísimo Petit de Murtat, no puede, sino, traer copiosos beneficios. Pero si tengo algo contra la situación concreta que hace que esos miomorfos se anden paseando por donde no deberían. Hay un problema de infraestructura que es por demás prioritario, y que ahora (¡tristemente!) son las ratas las que vienen a indicarnos el hecho. Cuando no se hace caso al sentido común, lo común se las ingenia para demostrarnos por qué es común, y por qué andamos faltos de tal sentido.

 


    Al igual que priorizamos una cocina limpia por sobre un jardín adornado, y al igual que priorizamos solucionar un tema cloacal de nuestro hogar antes que invertir en una vereda bonita, entiendo que antes de haber realizado gastos que hermosean un tránsito, era preciso poner la atención en una prioridad de lejana data, como es toda la cuestión que tiene que ver con el mundo subterráneo de nuestra ciudad. Caminar (aún por algún tiempo) algo más incómodo, no es tan prioritario como lograr que a numerosísimas personas no se les inunde todo, ya que el agua de lluvia, como nos consta, transforma nuestras calles en verdaderos ríos que corren y finalizan sin piedad, por caso,  en las propiedades allende a la vieja estación ferroviaria.

 


Las cartas ya fueron echadas, y se le dio prioridad a una cuestión secundaria. El mundo subterráneo acusa recibo, desborda, indica un pronto colapso más crecido y peligroso. La inmundicia comienza a contrastar -por saturación torpemente merecida- con la blancura de una baldosa. Nuestros pies transitan momentáneamente unos centímetros más de comodidad, mientras nuestros ojos ya ven roedores y nuestro olfato se ve obligado a respirar hediondez cloacal. Al parecer es más benéfico caminar en una acera más amplia, aunque se vea y se respire indeseables cosas. Dice el refrán que «una golondrina no hace verano», a lo que puedo parangonar que «una rata (o pericote) no indica nada»; pero si varias golondrinas señalan la venida del estío, la abundancia de ratas que transitan alocadas de aquí para allá en pleno centro de la ciudad, indica con claridad la proximidad de una situación, situación que no augura nada bueno.

 


    El mensaje a un ciudadano de “camine cómodo”, es sólo un bumerang que se vuelve para golpear, cuando ese mismo mensaje está diciendo “que tu casa se siga inundando”. El sentido común enrostra al advenedizo deseo, cuando este no respetó el orden de aquel.

 


    Podría profundizarse en la anécdota con la rata, y hacer algún tipo de fábula aplicable al orden personal (y que más luego tendrá incidencia social), tal como lo hizo el maestro Castellani en sus Camperas. La historia podría ser la que se quiera, y la moraleja algo así como: “parecía que caminaba muy bien, pero la hediondez iba con él”. Y como puede verse sin dificultad, la aplicación es, lo reitero, tanto para el orden personal como para el orden social; encaja de modo perfecto.

 


Imagino que si de aquí a un tiempo ante una avanzada de ratas llegase a pasar el flautista de Hamelín, simplemente y para los que quieran oírlo, por toda solución daría una conferencia de prensa sobre el sentido común. Explicaría –como es lógico- que nada puede lo extraordinario, cuando deliberadamente se opta por hacer caso omiso a las rectas ordenaciones de las cosas.

 


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