"Este accidente logró unir aún más a nuestras dos familias"

Fabricio Camargo junto a su esposa Rocío y sus hijos, Franco y Alma, fueron parte de los 27 puntanos que viajaron el 7 de febrero del año pasado en el colectivo de la empresa Mercobus que terminó impactado de frente por un camión que conducía el chofer brasileño, Genesio Mariano, en contramano, por la autopista de la ruta 7 a la altura de San Martín (Mendoza). El accidente provocó la muerte de 17 personas, de las cuales 4 eran de San Luis. Un año después de la tragedia contaron que a pesar de lo vivido retomaron su vida, aunque todavía cargan con los recuerdos y los dolores que les provocaron las heridas. 

Rocío: "Todavía tengo dolores en la columna, en la mitad derecha de la espalda, en el hombro y el brazo. Sufro por mareos y dolores".

“Ese viaje lo hicimos porque yo vendí un vehículo y quería comprarme otro en Mendoza. Y de paso nos quedaríamos a pasear el fin de semana con la familia, porque teníamos pasajes para volver el lunes. Era la primera vez que íbamos en colectivo a Mendoza y creo que fue la última”, dijo Fabricio quien recordó los dolores que sufrió por la fisura de una de sus costillas y por el golpe que tuvo en el tobillo derecho después de patear con todas sus fuerzas los vidrios del colectivo para poder escapar.  
“Yo todavía tengo dolores en la columna, en la mitad derecha de la espalda, en el hombro y el brazo derecho. Cada tanto tengo mareos y dolores muy punzantes en esa zona. Fuimos al médico un par de veces después de que llegamos pero uno quiere volver a la vida normal y por ahora hemos dejado de visitar la clínica”, contó Rocío. La mujer explicó que todavía le salen pedacitos de vidrio del cuero cabelludo: “Me van saliendo los vidrios desde adentro de la cabeza”, y se ríe cuando lo cuenta. El médico que la atendió en Mendoza le explicó que el propio cuerpo los va a expulsar porque son ajenos al organismo. “Lo que más me costó fue que me creciera el pelo acá adelante”, dijo y mostró las dos cicatrices que le quedaron del tremendo golpe que sufrió cuando se produjo la colisión.
Recordó que cuando pudo salir de abajo de los asientos que la tenían atrapada se tocó la frente y se impresinó porque “no tenía piel, yo sentía que tocaba el hueso”. Y su marido confirmó que “cuando la vi así le dije que se quede tranquila que no tenía nada, pero era impresionante cómo se le veía todo blanco y la piel caída sobre el ojo derecho”.
En un momento de la charla Fabricio cuenta que con algunos sobrevivientes del accidente formaron un grupo de Facebook para mantenerse en contacto y que con una de ellas en especial, Andrea Delpíccolo, que estaba embarazada cuando sucedió el accidente es con la que más se comunican: “Yo la ayudé a salir del colectivo cuando ya se estaba incendiando y recién hace tres meses me mandó un mensaje y una foto con su hijita, Milagros, y me puso, `Gracias a vos estamos vivas´”. Ése fue el único momento donde el muchacho mostró un gesto de emoción, porque todavía, a un año de aquel trágico episodio, recibe muestras de agradecimiento por haber ayudado a tanta gente. Y Rocío no dudó cuando dijo: “Este accidente unió mucho más a las dos familias y sobre todo a mí con mis parientes de Mendoza, que hasta ese momento, los veía muy poco. A partir de esto hasta llegué a conocer tíos y primos que desconocía”.  
El joven matrimonio contó que apenas volvieron a San Luis intentaron reponerse y retomar la vida normal: “Nos costó un poco pero a los tres meses ya volvimos a trabajar”, dijo Fabricio, mientras que su esposa recordó que “yo estuve un mes y medio en reposo con cuello ortopédico”. Tanto sus hijos Franco (5 años) como Alma (3) estuvieron con tratamiento psicológico durante ese tiempo: “El más afectado fue el nene porque por cualquier cosa fuera de lo común empezaba a gritar. La nena, en cambio, lo superó más rápido pero le quedó por unos meses un temblor cuando se despertaba de dormir”, contó Rocío.