Caso Nazarena: “Acá hubo un ensañamiento muy elevado”

Otra vez, el recinto de la Cámara del Crimen Nº 2 volvió a llenarse con un relato horroroso. La tercera audiencia del juicio por la muerte de Nazarena Molina, asesinada por sus padres a fines de 2014, comenzó con la declaración del médico policial Alfredo Samper Battini, que describió las lesiones que llevaron a la pequeña de cinco meses a la muerte. “Como ser humano, este espanto que me toca relatar no lo deja a uno tranquilo”, se sinceró el testigo.

Samper Battini revisó el cuerpito de la víctima antes de que le realizaran la autopsia, un examen cuyo informe ya había sido comentado por el forense Ricardo Torres en una audiencia anterior. Pero ayer, el médico policial prefirió referirse al documento que labró más como un “muestrario de tortura” que como un simple escrito médico.

“El ensañamiento en este caso realmente es muy elevado. No quiero introducir cuestiones personales, pero quien hizo esto tiene que tener una profunda alteración psiquiátrica. No una simple alteración mental como para considerarlo no imputable, sino alguien que hizo sabiendo lo que hacía, y que evidentemente obtuvo un placer al hacerlo”, comentó el profesional, que describió las quemaduras, golpes y desgarros que Nazarena tenía en la cabeza, el tórax y las extremidades.

“Había muchas lesiones que databan de más de treinta días, lo que habla de una habitualidad en el castigo”. “Le apoyaron un cigarrillo una, dos, tres, cuatro, cinco veces. La golpearon”, enfatizó ante una de las preguntas del tribunal.

“Las lesiones que describe, ¿podían notarse a simple vista? Una persona común ¿podría verlas?”, le consultó Esteban Sala, uno de los abogados de Mario Sergio Molina, papá de la beba muerta y acusado por el crimen junto a Esperanza Alejandra Barzola. “A un hematoma o a las cicatrices las pudo ver cualquiera. El estado de una criatura como ésta tiene que impresionar a cualquiera. Cualquiera que la mire y lo note tendría que haber sufrido un shock, se le tienen que haber movilizado cuestiones muy profundas”, le contestó.

Y esa fue una cuestión que Sala, la defensora oficial Claudia Ibáñez y el fiscal Fernando Rodríguez le consultaron a varios de los otros testigos. “¿No notaron que la beba estaba golpeada?, ¿No advertían que sufría maltratos?, ¿Cuántas veces la vieron?”, les preguntaron. Y casi todos, vecinos o familiares de la pareja, adujeron lo mismo: que Esperanza rara vez sacaba a la nena a la calle y que cuando lo hacía la tapaba aunque hiciera calor.

Ninguna de las personas que se sentó en el estrado dijo haber sido testigo de los maltratos hacia Nazarena, pero Evangelina Chávez, una vecina que vive a dos casas de la vivienda donde ocurrió el crimen, sí fue testigo de cómo Molina golpeaba y bañaba con agua fría a uno de los hijos más grandes de Esperanza.

“Lo metía y lo sacaba de unos tachos con agua que tienen en el fondo (de la casa de los Molina), agua para que tomen los animales. La primera vez era invierno, y la segunda vez que lo vi también le pegaba, en la cabeza. El nene lloraba”, recordó la mujer. “Llamé a la Comisaría del Menor para contar lo que pasaba, pero anónimamente, por miedo. Ahí la Policía empezó a ir seguido a la casa hasta que se llevaron al nene”, dijo.

Mariano, el chiquito que Esperanza tuvo a los 15 años, fue entregado a una familia solidaria por orden del Juzgado de Familia y Menores Nº  1.

“El nene había sido hospitalizado con quemaduras y por un estado de abandono”, contó Lorena Rosales, la asistente social que trató ese caso y que también declaró ayer.

Como los investigadores del caso de Nazarena, la trabajadora social también se topó con el miedo de los vecinos a contar lo que sabían sobre lo que sufría el chiquito. “Se mostraban temerosos por su vida porque referían que la familia Molina era muy conflictiva. A duras penas admitían que Barzola y el nene sufrían maltratos, y lo señalaban a Molina como el autor de esos maltratos”, expuso.