Esta mañana, la Cámara del Crimen Nº 2 condenó a Alejandra Esperanza Barzola y Mario Sergio Molina a prisión perpetua por el homicidio triplemente calificado de su hija, la pequeña Nazarena Molina, cometido a fines de 2014.
El tribunal compuesto por Hugo Saá Petrino, Fernando De Viana y Gustavo Adolfo Miranda Folch, entendieron que la pena pedida por el fiscal de cámara Fernando Rodríguez era justa y condenaron a los padres como coautores con los agravantes del vínculo, ensañamiento y alevosía.
La brutal muerte
El mismo viernes 28 de noviembre de 2014, horas después de que llegara muerta al Hospital San Luis, los forenses detectaron en el cuerpo de Nazarena signos de castigos viejos y recientes. Tenía arrancados los pabellones auriculares, producto de tirones de oreja. En ambos órganos había lesiones de vieja data, pero en el derecho, una lastimadura nueva se superponía con una antigua. Tenía marcas de puños en la espalda, el pecho, los brazos y la cabeza, además de hematomas en la cara. También descubrieron “aproximadamente nueve quemaduras de cigarrillo en la pierna, en la zona de la cola”, detalló el forense Ricardo Torres. Estimó que eran muy recientes, de unas 12 horas antes de la muerte.
La pequeña sufrió una hemorragia intestinal, desatada por dos severos golpes que recibió en la espalda. Pero el sangrado que le quitó la vida fue en la cabeza: le dieron dos trompadas en los parietales, que desencadenaron un sangrado cerebral. Los forenses calcularon que esa lesión fue unas 48 horas antes de la muerte.
El domingo 30 de noviembre Molina no se calló en la indagatoria. Aseguró que entre el miércoles 26 y el viernes 28 estuvo en un campo, haciendo tareas rurales. Además de desligarse de cualquier responsabilidad en el asesinato de su hija, le cargó todas las culpas a su mujer.


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