“Hoy salió el sol a caminar”, “¿Qué linda que estás?”, ¿Te acompaño?”. Qué mujer no escuchó alguna vez una frase similar en la vía pública, y más aún, cuál de ellas no sintió alarma ante las palabras de un desconocido que de pronto se atribuye la confianza de hablarle con cierto grado de aproximación. Es verdad que hay toda clase de piropos, están los que tienen la finalidad de halagar la gracia femenina, como los que están subidos de tono o caen en la grosería. Pero en todos los casos, las mujeres coinciden en que no es agradable recibir esas atenciones de un extraño, y que les provoca enojo, miedo e impotencia. Ellos en cambio opinan que es una simple travesura y una forma de elogiar a las mujeres. Los especialistas señalan que hay que diferenciar entre el piropo y el acoso verbal callejero, pero advierten que el límite es muy delgado y que debe comenzar a discutirse en edades tempranas, incluso en el colegio.
“No me gusta que un hombre 'x', que no conozco, no sé qué intenciones tiene y que no demuestra el menor sentido de la ubicación me susurre cuando paso, porque le dieron ganas. Menos que me grite palabrotas como si yo fuera un objeto que puede poseer simplemente porque es ‘muy hombre’ o del cual se puede mofar para hacer reír a sus amigos”, expresó Patricia Casado.
Ella, como otras mujeres consultadas por El Diario en la vía pública, aseguró que siente miedo cuando pasa cerca de un grupo de hombres que le gritan todo tipo de cosas, y que muchas veces prefiere hacerse la “tonta” para no alentarlos a que continúen con “los piropos”.
“Si por casualidad te topás con una obra en construcción, respirá profundo y acelerá el paso porque seguro que no te salvás de los silbidos y todo tipo de barbaridades que harían ruborizar al mismo diablo”, dijo María Maldonado.
Un claro ejemplo sucede en la calle Pedernera, a pocos metros de Falucho. Los albañiles no pierden la oportunidad de gritar toda clase de palabras a las damas que cruzan por la cuadra. Algunas aseguran que tomaron la decisión de cambiar de camino para llegar al trabajo o volver a casa.
“Al principio, cuando comenzó la obra, me olvidaba que estaban ahí. Muchas veces pasé a las escondidas, pegada a la pared para que no me vieran. Ahora opté por dar la vuelta a la manzana para evitarme el mal rato. Me da muchísima rabia, ¿por qué tengo que complicarme si no estoy haciendo nada malo? Pero después pienso que prefiero cambiar de ruta a tener que escuchar las cosas que me dicen”, contó Marina Balbo.
A pesar de estar a pocos metros de la Comisaría 1ª, ninguna de las afectadas acudió a realizar una exposición por el “acoso verbal”, que padecieron en reiteradas oportunidades. Todas las consultadas coincidieron en que no quieren perder el tiempo en intentar hacer una denuncia porque creen que se burlarán de ellas.
En la Comisaría 1ª indicaron que la verbalización con intencionalidad en la vía pública no está considerada un delito, por lo tanto lo único que pueden hacer es dejar asentada la queja. También aseguraron que no registran antecedentes por ese motivo.
“Como todavía no hay una ley vigente que castigue al acosador las mujeres no lo denuncian”, dijo Ailén Chaine, delegada del movimiento Mujeres de la Matria Latinoamericana (Mumalá), una organización que lleva a cabo acciones relacionas a la concientización sobre la violencia de género.
Chaine contó que el año pasado a raíz de un proyecto de ley que presentó la diputada nacional por el partido Libres del Sur, Victoria Donda, para penalizar el acoso callejero, Mumalá San Luis realizó una campaña por el predio de las UNSL con afiches que contenían frases que toda mujer escuchó alguna vez en la calle.
“Tan bonita y tan solita… Si te incomoda decirlo, imaginate escucharlo”, remataba el afiche. Un eslogan muy utilizado por diversas organizaciones que repitieron el reclamo en diversas ciudades del país y del mundo. “Todas las chicas de la universidad se sumaron y nos contaban cosas terribles, muy fuertes y muy bruscas que les decían”, comentó.
Entre el 7 y el 13 de abril se efectuaron actividades en distintas partes del mundo por la Semana del Acoso Callejero. Mumalá en Buenos Aires hizo una encuesta que reveló que la totalidad de las porteñas sufrió alguna vez de acoso en la vía pública, concentrando la mayoría de los casos entre los 9 y 22 años. Los datos también arrojaron que el 50% de las encuestadas recibieron mensajes sexuales explícitos, el 47% fue seguida en alguna ocasión y el 37% estuvo expuesta a la exhibición de las partes íntimas del acosador.
“Las estadísticas están buenas para tener un número más real, pero si concentramos la mirada en a quién le pasa y a quién no, el resultado es más que evidente”, aseguró Chaine.
También mencionó que el movimiento está trabajando en un proyecto, “Programa de género Ni una Menos”, que brinda herramientas de asistencia, talleres y cátedras alternativas en todas las carreras de la UNSL y genera un espacio de diálogo con distintos organismos fuera y dentro de la universidad.
“Queremos concientizar a la sociedad que tanto el piropo como la violencia verbal son cosas muy invisibles pero que están, y hay que erradicarlas para evitar que se conviertan en violencia física”, afirmó y agregó que la clave está en cambiar la conducta social.
Para Víctor Martínez, psicólogo y profesor de la Facultad de Psicología local, el piropo callejero es acoso porque considera que por más que diga “cosas bonitas”, lo que esconde detrás es una “cosificación” de la mujer, y en alguna instancia es un tipo de violencia de género, ya que la toma por objeto.
“La clave es la educación. Podrán hacer todas las políticas públicas relacionadas, pero si no se trasladan al sistema educativo formal no surten efecto”, dijo. Martínez y señaló que los chicos pasan cinco, seis o más horas en el colegio. Además mencionó que algunas investigaciones sobre la psicología del desarrollo apuntan a que la constitución de la personalidad y los patrones de conducta, si bien tiene mucho que ver la familia, se terminan de formar en la escuela, ya que es donde el individuo se relaciona con sus pares.
Existe una clara diferencia entre el pícaro e inocente piropo que pretende elogiar a la persona, a quien se dirige con la intencionalidad de los silbidos, palabras subidas de tono, insultos o sonidos vulgares, frases con connotación sexual, miradas fijas o que escanean a la mujer, cierres de paso, persecuciones o manoseo.
“Trabajamos en concientizar a la población en la necesidad de desnaturalizar el acoso callejero y toda clase de violencia sexista. Y consideramos que hay que abordar a la violencia de género de manera multidimensional, es decir que hay que analizar todos los factores culturales que influyen para ese tipo de comportamiento, que tiene mucho que ver con una concepción patriarcal de la sociedad”, explicó Damián Fernández del área de Asistencia Inmediata a la Víctima de Violencia de Género, de la Secretaría de la Mujer “#Ni Una Menos”.
El psicólogo anticipó que harán campañas en escuelas y otras instituciones. Y que es necesario avanzar en una legislación que acompañe a la educación. “Hay que poner un límite a esta tendencia actual de atropellar los derechos individuales, es decir esto de creer que puedo tener un acercamiento al otro más allá de que quiera o no”, señaló.
Gustavo Quiroga, jefe de Asuntos Legales de la Secretaría de la Mujer, coincidió en que el acoso va más allá de decir un piropo subido de tono, implica actos cotidianos que reflejan el verdadero ADN que impulsa al hombre a dirigirse al género femenino como una “cosa” y de forma despectiva.
“Cuántas veces hemos escuchado ‘andá a lavar los platos’, dirigido a una mujer al volante. Cuando por ejemplo, está demostrado estadísticamente que ellas chocan menos que los hombres y si lo hacen es con consecuencias menos graves”, señaló.
Y explicó que la secretaría fomenta la discusión sobre esa realidad mediante charlas y asesoramiento a profesionales. Una de esas actividades se desarrolló el lunes en la sala Berta Vidal de Battini, con la disertación de Diana Kordon, una especialista en psiquiatría, especializada en violencia, de Buenos Aires.
“No hay una legislación para estos casos, pero en San Luis estamos empezando a discutir este tema seriamente. Existen antecedentes en la comunidad europea, más precisamente en Bélgica, que nació de una gestión que realizó una activista en derechos humanos. Ella sufrió el hostigamiento verbal, tanto de contenido sexual como de denigración por su género, y después de mucho trabajo logró que se legislara sobre el acoso callejero”, manifestó.
Olga Lucero, profesora de la UNSL e integrante de Ningunas Santas, un grupo de mujeres estudiantes, docentes, profesionales y artistas que trabajan en relación con los derechos de la mujer, manifestó que el movimiento comenzó como una inquietud de cuatro chicas que se propusieron instalar el debate sobre la igualdad de género dentro del ámbito universitario, y que luego fue sumando voces.
“Hace un par de años elaboramos un proyecto de ley de violencia intrafamiliar, y trabajamos arduamente para que tome estado legislativo. No perdemos las esperanzas de lograrlo”, expresó.
En Ningunas Santas contemplan la violencia de género de manera integral. Reflexionan sobre las causas por las que la sociedad controla el cuerpo de la mujer como si fuera un objeto a ser mirado o poseído, y sobre el hecho de que los varones sientan la libertad de avasallarla en la vía pública.
Para Lucero la educación no es la única solución. Opinó que la gente más instruida también piensa a la mujer como un objeto, y expresó que hay casos de abogados, jueces, políticos, médicos y demás profesionales que han demostrado una actitud de acoso.
“Hay que desmontar las estructuras en forma conjunta, desde la educación en el hogar, la escuela, la sociedad. De chiquitas nos enseñan cómo tenemos que ser las mujeres. A través de los juguetes, los juegos y los conceptos”, aseveró. Y agregó que la violencia tiene que ver con la comunicación, y el bombardeo constante de mensajes sobre cómo debe ser el aspecto físico, las expectativas, el comportamiento de una mujer. Además de enseñarle a los varones que los cuerpos están para su entretenimiento.
“Esto es algo que debemos trabajarlas todas, todo el tiempo, en nuestro círculo íntimo, con nuestros compañeros, nuestros amigos y enseñárselo a nuestros hijos. La lucha por la conciencia y el respeto del género es integral. Abarca los prejuicios, las desigualdades, el trato doméstico y el respeto en la vía pública”, acentuó.


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