Cuando a Carlos Augusto Pedernera dejaron de verlo en los alrededores del ex Hogar Escuela de Villa Mercedes todos, tarde o temprano, lo notaron. Era demasiado singular como para que no lo echaran de menos en la zona. Sus vecinos se percataron de que, desde hacía tres años aproximadamente, Carlitos ya no estaba en las calles ni se sentaba más en el banquito que solía haber fuera de su casa. Cuando le preguntaban al padre qué era de la vida del joven la respuesta era la misma: “Ahí está. Ya tomó los remedios y comió. Y ahora está dormido”. Siempre estaba dormido.
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