Un sombrío espacio con un gran espejo, una cama simple, algunos libros y una pequeña mesa roída por los años y las penurias esperaban la presencia de los protagonistas de la obra.
El escenario fue la sala “Hugo del Carril”, el jueves por la noche. Antes de las 22, cuando los asistentes terminaron de acomodarse, una tenue luz iluminó el lugar y los acordes de un contrabajo dieron inicio a “El Farmer”.
La obra comienza cuando Juan Manuel de Rosas, exiliado en Southhampton, Inglaterra, tierra de enemigos, pasa sus días solo en un roído rancho cercado por inviernos crueles y veranos avasalladores.
La pieza que dirigen y adaptaron magistralmente Rodrigo de la Serna y Pompeyo Audivert se convierte en un soliloquio donde los personajes que intervienen aparecen en forma de recuerdos, pasan en forma de fantasmas y perturban la mente del ex gobernador de la provincia de Buenos Aires en los cuerpos de esos dos actores, donde De la Serna tendrá un papel dinámico y ágil y Audivert impresionará desde su quietud.
En la amargura del exilio y con la muerte lamiéndole la espalda, el controvertido personaje de la historia argentina ve pasar su infancia, sus mujeres, las batallas, sus aliados y enemigos. Personajes poderosos de la economía y política nacional lo acechan cruelmente mientras espera la visita de Manuelita, su hija.
En esa larga espera, que duró en total veinticinco años, recibirá la visita real de Lord Palmerston (el primer ministro de ese país), y las imaginarias de apellidos como Anchorena, el del General Pacheco, Chilavert, Alberdi o Urquiza quien lideró al Ejército Grande en la Batalla de Caseros que culminó con la derrota de Rosas, quien ese mismo día renunció al Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
Los recuerdos serán cada vez más palpables y en el sordo grito de la oscuridad, su madre, a quien describe como un rudo ser humano, aparecerá para recordarle el día en que abandonó su casa y los frecuentes castigos corporales.
También, el desterrado Rosas recordará la orden de fusilar a Camila O’Gorman y a su amante, el sacerdote Gutiérrez durante su segundo gobierno. Los amantes habían escapado y ella estaba embarazada. Dirá el general: “Yo, de puertas adentro, señores míos, permití que el demonio habitase a quien quiera cediese a la lascivia y la obscenidad. De puertas afuera, no. De puertas afuera, decencia”.
Uno de los personajes que llegará con mayor frecuencia será Domingo Faustino Sarmiento como su mayor y más implacable enemigo. En ese discurso, la risa desbordada y el clamor de inquietud, el general caído en desgracia será objeto, principio y final de su propia desgracia en ese lugar extraño donde la nieve lo perturba y las cartas adornan el oscuro rancho.
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