SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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“Massacre” en San Luis

El Diario habló en exclusiva con Walas. El pionero del skate rock celebra el éxito logrado en tres décadas, sin dejar la identidad de lado. 

Por redacción
| 25 de noviembre de 2017

En la celebración de sus 30 años, “Massacre” vuelve a San Luis a caballito de una seguidilla de reconocimientos populares y de pares. Walas tomó el teléfono para contarle a Etc., entre otras cosas, cómo pasaron del underground sin perder el alma en el camino. La banda se presenta hoy en Alma Multiespacio junto a "Vorsoto" y "Réquiem".

 

—¿Cómo están las expectativas por el regreso?

 

—Divino. Nos juntamos en la sala y cargamos nuestras "bombas atómicas" en el micro de gira, con discos, música, violas y todo. Y salimos con todas las ganas de ver gente nueva.

 

—¿Por qué siguen vendiendo remeras, discos y posters?

 

—Por más que pertenecemos al rock nacional y tenemos esta estirpe de estilos, nos encanta el espíritu underground y hacemos todo eso. Es una cosa hermosa que la gente tenga las remeras y se lleve todos los discos. Para los que son fetichistas como nosotros y les gusta el single, el disco, la edición especial, que tengan todas esas cosas son divinas.

 

—¿Qué fue lo último que conseguiste?

 

—¡Mucho! Cuando fuimos a la nominación de los Grammys en Las Vegas me pegué una escapada a Los Ángeles, donde hay una Meca para los que nos gusta el coleccionismo de discos, que se llama Amoeba Music. Para el coleccionista es una de las mecas mundiales, como para el musulmán ir a La Meca y para los católicos visitar el Vaticano: pasamos por ahí y me volví loco. Fui dos días, el primero no entendía nada, no sabía cuál era la dinámica para comprar pero cuando volví me sentí como un pez en el agua. Me traje cosas divinas.

 

—¿Y en lo espiritual? ¿Conociste a aquel que estaba en el poster?

 

—En (el CD) “Biblia Ovni” hay una historia sobre cuando en Niceto conocí al guitarrista de The Clash Johnny Marr (NdR “Domador de Jaguares”) y esa fue una de las grandes personas que fueron poster en mi vida y que tuve la suerte de conocerla. Otro es Gustavo Santaolalla, que cenó en mi casa. A una cocinera amiga —la Gallega, que es la mejor paellera del mundo— le pedimos que le hiciera la paella más deluxe, más custom, más premium del mundo para homenajearlo. Después nos quedamos hasta las remilquinientas revolviendo toda mi casa. Así que tuve el placer y el privilegio de que me desordene todos mis discos nada menos que Gustavo Santaolalla.

 

—Te gusta explayarte con calma al hablar de tus pasiones ¿sos de aconsejar?

 

—Sí, me gusta ser didáctico. Soy consciente que si no fuera músico sería comunicador, crítico de música, de libros o de cine. Siempre que se hace algún ránking o un Top 5 en los medios estoy entre los que siempre llaman para opinar sobre discos, filmes, libros. Me gusta, sé que le pongo pasión, sé que es una materia en la que me saco 10... o 9. Tiro esa info porque me encanta y soy desbocado.

 

—En los 80 o 90 hubieras sido como un gurú

 

—¡Exactamente! Hoy en día tenemos la información a nuestra disposición en esa gran Biblioteca de Alejandría que es internet pero hay que tener idea. Delante de nuestros ojos tenemos la sabiduría del mundo en la computadora: lo que hay que tener es pasión, saber qué buscar.

 

—Y entre pasión y paciencia, en estos 30 años ¿cómo se sienten?

 

—Muy orgullosos y contentos, son 30 años de carrera de los cuales los últimos 10 son reconocimientos, saber que existimos, pero los primeros años fueron en el underground, de una búsqueda, de no tener demasiada repercusión ni feedback. Hoy ves a algún pibe con una remera que dice Massacre pero durante 20 años no. Charlando con los chicos del grupo cuando hicimos el racconto de las cagadas que nos mandamos en 30 años fueron muy pocas, así que estamos muy orgullosos de no haber metido la pata.

 

—Abriste el Museo del Skate pero antes era algo elitista.

 

—La verdad: era elitista. En los 80 era un deporte bastante cheto, uno de los derivados del surf y el snowboard, y hoy es un deporte popular. Es una alegría que en todas las ciudades se instalen pistas de skate públicas y gratuitas y me siento parte de eso. Desde mi granito de arena me siento responsable, un canciller, un difusor del skate, y ahora lo hago a través del Museo de Skate, que tiene cientos de tablas.

 

—¿Y cómo lo mantenés?

 

—Con una convocatoria abierta a quien quiera colaborar con tablas y que quiera donarlas o en el caso de canje, transarlas por lo que quiera: discos, entradas, incluso guita. Son bienvenidas cosas que tengan que ver con el skate: tablas, revistas, libros, soy una especie de cartonero del skate. Ya se estableció que lo que antes era viejo y basura ya no: ahora es vintage, tesoro, retro, documental, histórico, old school y todas esas categorías que ahora están buenísimas.

 

—Y con tu libro

 

—Sí, “Skate punk un lunático sobre ruedas”, está bueno porque no sólo habla del skate sino del nacimiento de las culturas alternativas.

 

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