21°SAN LUIS - Domingo 05 de Mayo de 2024

21°SAN LUIS - Domingo 05 de Mayo de 2024

EN VIVO

Cementerios puntanos, entre recuerdos y mitos

Separados por la rivalidad “de ricos y pobres”, los dos cementerios municipales representan parte de la historia de San Luis. Las necrópolis, San José y Del Rosario, albergan arquitectura valiosa, personalidades ilustres e identidad puntana. 

Por Florencia Espinosa
| 06 de noviembre de 2017
Fotos: Alejandro Lorda.

Los dos cementerios municipales que hay en la ciudad de San Luis, San José y Del Rosario, albergan recuerdos, leyendas y mitos. Recorrerlos es un paseo a través de la cultura e historia puntana. Allí reposan reconocidas personalidades y no hay familia en la ciudad que no tenga algún antepasado que descanse en estos predios.

 

En la cultura popular los camposantos son conocidos por una absurda “rivalidad”: el Cementerio San José, en las calles Mitre, Balcarce, Rivadavia y Buenos Aires, era conocido como “el de los ricos”; mientras que el Cementerio del Rosario, ubicado en Ayacucho y Santa Fe era “el de los pobres”.

 

Aunque, en verdad, esa creencia tiene un origen. El historiador José Villegas explicó que no hay indicios de que el cementerio San José haya sido un cementerio elitista. Pero el mito puede surgir porque el reglamento disponía de un sector para pobres e indigentes y por una Ordenanza Municipal del 11 de agosto de 1899, argumentando la falta de espacio, el Honorable Concejo Deliberante declaró que representaba una amenaza constante a la higiene y a la salud pública, y destinaron el actual Cementerio Central exclusivamente para mausoleos y nichos.

 

“La ordenanza disponía la compra de cinco hectáreas de terreno destinado a un enterratorio, que debería estar ubicado en el sector oeste de la ciudad, hacia ese lado del Boulevard Oeste (actual Avenida Lafinur) Posteriormente, en noviembre de ese mismo año, el Concejo Deliberante estableció una resolución que modifica la ordenanza anterior y amplía el terreno, de cinco a once hectáreas, trece mil setecientos ochenta y nueve metros cuadrados de terreno con destino al nuevo Enterratorio Municipal”, comentó. Así, el Cementerio del Rosario cumplía la función de darle lugar a pobres e indigentes, ganándose el apodo popular que mantuvo por años.

 

Al margen del poder adquisitivo que hayan tenido quienes reposan en paz allí; el San José, cuya construcción data del año 1853 durante el mandato del gobernador Mauricio Daract, tiene una riqueza arquitectónica importante. Suntuosos mausoleos, piezas de mármol y herrería artística son moneda corriente a lo largo y ancho del predio. También las estatuas de ángeles, cruces y demás imágenes religiosas. En las bóvedas los nombres que se ven son los de las familias más “tradicionales” de San Luis, que cien años atrás conformaban la aristocracia puntana. Allí reposan reconocidas personalidades, como por ejemplo el piloto Rosendo Hernández; el escultor y pintor Nicolás Antonio de San Luis; la maestra Rosario María Simón; la bóveda de la familia Poblet y de la familia Mendoza, donde descansan Toribio Mendoza, Eriberto Mendoza y Gerónimo Mendoza, gobernadores de San Luis en los períodos 1878-1881, 1884-1887 y 1903-1904, respectivamente. También Carlos Juan Rodríguez, político y educador; Felipe Velázquez; y la bóveda de la familia Rodríguez Saá, donde están los restos de Adolfo “El Pampa” Rodríguez Saá, gobernador de la provincia entre los años 1909 y 1913.

 

Un panteón que llama la atención es el del general de Brigada Juan Esteban Vacca, amigo personal de Juan Domingo Perón. Es que en la pared hay una placa que mandó a hacer el ex presidente donde reza: “El presidente de la república a su ex camarada y amigo como reconocimiento a sus virtudes personales y a su elevado concepto de la hermandad del pueblo y ejército en la lucha por el engrandecimiento de la patria”.

 

Al predio lo atraviesan cuatro grandes calles interiores, que forman nueve “manzanas”. En cada una las bóvedas están dispuestas cual “tetris”, haciéndose espacio unas con otras y formando, cada tanto, un laberinto con estrechos pasadizos que hay que cruzar despacio y achicando hombros. Según comentaron sus cuidadores, los fines de semana suelen ir familiares, pero no es un número significativo.

 

La necrópolis fue integrada a la Red Iberoamericana de Gestión y Valoración de Cementerios Patrimoniales (reconocida por la Unesco), porque cumplía con varios aspectos entre los que resaltan especialmente su arquitectura. “El Cementerio San José es nuestro orgullo como pueblo que ha sabido valorar, preservar y mantener en la memoria colectiva el patrimonio material e inmaterial del lugar”, expresó Villegas.

 

En el Cementerio del Rosario el escenario es muy diferente: los mausoleos son en realidad discretas edificaciones angostas (del ancho de un ataúd) que conforman un nicho con espacio para varios féretros de una misma familia. Apenas algunas placas adornan las paredes. Tras caminar unos doscientos metros se llega a una parte del predio con cientos de tumbas en tierra. Allí hay todo tipo de cruces y lápidas: están las clásicas de madera, ya deterioradas por el clima y el tiempo; de hierro, cortadas como se puede y soldadas en la casa, corroídas por el agua; y también de losa, formando pequeñas capillitas donde depositan rosarios, flores y otros objetos especiales para el difunto. Otras tienen apenas una piedra o alguna otra indicación de que allí reposa un ser querido, como una antigua lata de galletas pintada. Los muros que delimitan las hectáreas están conformados por nichos individuales.

 

 Años atrás el Día de los Muertos o de los Fieles Difuntos para la Iglesia Católica, celebrado cada 2 de noviembre, concentraba gran cantidad de familiares en los cementerios. Era común ver grupos que ingresaban a los camposantos con flores y coronas, para acompañar a sus seres queridos. “La práctica del acompañamiento del muerto hacia su morada final fue adoptada por la mayoría de las civilizaciones occidentales. Veamos el ejemplo de un cortejo fúnebre en el San Luis de la década del 30, en el que las carrozas fúnebres eran tiradas por caballos y, de acuerdo a la cantidad, se calificaba la relevancia del muerto. Podían ser tiradas por cuatro o dos caballos, y cuando la cantidad de los equinos llegaba a seis, seguramente se trataba de una personalidad descollante. Se ponía especial énfasis en el estado de las crines y las colas de los animales, perfectamente acicaladas. Las riendas de los carruajes eran exclusivamente negras y con uniones de metal dorado”, explicó Villegas.

 

LA MEJOR OPCIÓN PARA VER NUESTROS CONTENIDOS
Suscribite a El Diario de la República y tendrás acceso primero y mejor para leer online el PDF de cada edición papel del diario, a nuestros suplementos y a los clasificados web sin moverte de tu casa

Suscribite a El Diario y tendrás acceso a la versión digital de todos nuestros productos y contenido exclusivo