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Una buena cobertura reduce 85% las malezas

Probaron con centeno, cebada y triticale con buenos resultados, porque estabilizan el suelo y captan y distribuyen mejor el agua de lluvia antes de los cultivos estivales.

Por Marcelo Dettoni
| 31 de diciembre de 2017
Rosetas. Es una de las malezas clásicas en el sur, de difícil combate por su formato.

Conocidos por los múltiples beneficios que aportan al suelo, tanto el centeno, la cebada como el triticale contribuyen a la sustentabilidad de los sistemas en regiones semiáridas, debido a que estabilizan el suelo y mejoran la captación y redistribución del agua de lluvia, entre otras características.

 

Especialistas del INTA-San Luis determinaron luego de algunos ensayos a campo que su incorporación planificada en las rotaciones protege el suelo de la erosión eólica y reduce hasta un 85% la densidad de malezas, lo que los convierte en una especie de "panacea" en momentos en los que esta vegetación indeseada está haciendo estragos en todo el centro del país.

 

Juan Cruz Colazo, especialista en manejo de suelos y cultivos de esa unidad del INTA, aseguró que “el uso de cultivos de cobertura es una tecnología cuya adopción creció considerablemente y, en la actualidad, forma parte del núcleo de políticas de conservación de suelos en la Provincia de San Luis”.

 

En la provincia predominan los suelos arenosos, susceptibles a la erosión eólica, una tendencia que se incrementa a medida que avanzamos hacia el sur, en el Departamento Dupuy, donde prácticamente toda la actividad rural se concentra en la ganadería justamente porque es muy difícil sostener una agricultura intensiva por la falta de agua (que además en varios sectores tiene arsénico) y de suelos aptos.

 

“Cultivos como el centeno nos permite controlar y reducir la pérdida de suelo”, indicó Colazo, quien aclaró: “Un estudio que comparó la tasa de erosión en suelos similares de San Luis y el sur de Córdoba determinó que, a pesar del bajo rendimiento del cultivo de cobertura, la erosión se redujo en un tercio. Y esto no es un dato menor”. Claro, la búsqueda es justamente por ese lado, entonces no interesan tanto los kilos por hectárea que pueda rendir una cebada o un centeno ya que el objetivo no es comercializar la cosecha, la ganancia está en la protección del suelo, por lo que a largo plazo se verá reflejada en el éxito de futuras campañas sobre esa misma superficie, que estará más protegida.

 

 

El desafío de las malezas

 

El control de las malezas resistentes es uno de los principales desafíos que enfrentan los sistemas de producción y los planteos agrícolas de San Luis no son la excepción. Desde el yuyo colorado (que fue la especie que más se desarrolló en los últimos años) hasta la tradicional roseta, los campos se fueron poblando de estas plantas que compiten con los cultivos de verano por el agua y la luz, causando estragos en los rendimientos. Sin embargo, esos estudios del organismo nacional realizados en el sur de San Luis mostraron reducciones de hasta el 85% en la densidad de malezas previo a la siembra de los cultivos estivales.

 

En este sentido, Colazo junto con el grupo de producción agrícola del INTA San Luis y referentes de los Programas Nacionales de Suelo y Agua, trabajan en el análisis y estudio de las especies de gramíneas y leguminosas que mejor se adaptan a zonas semiáridas, como las que presenta esta provincia y también el sur de Córdoba, donde la eficiencia en el uso del agua es un aspecto clave. “En una primera etapa, nos concentramos en establecer el costo hídrico de los cultivos de cobertura debido a que la humedad en el suelo no es algo que sobre aquí”, señaló el especialista, apuntando a la falta de agua en el primer metro, todo un desafío para la agricultura en el semiárido en una zona donde las lluvias están absolutamente concentradas en el período que va de octubre a marzo.

 

 

No afectan el consumo hídrico

 

Resultados de ocho años de investigación mostraron valores de costos hídricos medios que variaron entre 17 y 44 milímetros, un consumo similar al de regiones más húmedas y que al momento de siembra del maíz no generó una disminución en la oferta hídrica, por lo que quedó claro que el centeno, la cebada y el triticale no iban a cambiar la ecuación en cuanto al uso del agua de la napa. “Nuestro trabajo se centra en el estudio de las especies y las variedades, la fertilización, la fecha de siembra y el momento de secado óptimo y recomendados para San Luis”, expresó Colazo, quien ejemplificó que “el centeno, en especial sus variedades de crecimiento rápido, se destaca en la producción de materia seca frente a la cebada o el triticale”.

 

La fertilización nitrogenada es otro aspecto a tener en cuenta. “Si bien los efectos son indiscutidos, el aumento en los rindes de materia seca dependerá del contenido de agua que tenga el suelo al momento de la siembra, por lo que recomendamos las fechas más tempranas, que se dan en abril y mayo”, cerró Colazo.

 

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