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Es época de trigo y hay que cuidarse de las malezas

Las royas y la mancha amarilla se cuentan entre las más difundidas, pero también la rama negra, las crucíferas y el raigrás pueden hacer daño porque compiten con el cultivo.

Por redacción
| 04 de julio de 2021
Invierno. Es la temporada para sembrar trigo y cebada en buena parte del país. Foto: Revista El Campo.

Con los precios internacionales de los commodities inmersos en un sube y baja que trae incertidumbre, la siembra de los cultivos de invierno ya está en marcha en la Argentina. El trigo es, desde siempre, el más elegido por los agricultores, y en cada campaña amenaza con nuevos incrementos en la superficie sembrada respecto a años anteriores, aunque luego la realidad suele golpear en forma de sequías y golpes económicos que hacen que bajen las expectativas iniciales.

 

Además, los productores miran de reojo la posible aparición de malezas y enfermedades en sus campos. Marcelo Carmona, Francisco Sautua y Julio Scursoni, docentes de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) vienen alertando sobre las adversidades y recomiendan alternativas para manejarlas y evitar contratiempos.

 

"Las principales enfermedades del trigo en la Región Pampeana son la roya amarilla, la roya naranja y la mancha amarilla. En los últimos años se vio que pueden aparecer más temprano o más tarde de lo acostumbrado, e incluso hasta se suelen presentar de repente, como sucede con la roya amarilla desde hace tres años. Se volvió muy agresiva y prevalente, y como es muy destructiva en el caso de cultivares susceptibles, es fundamental controlarla a tiempo”, advirtió Carmona, docente de la cátedra de Fitopatología.

 

En el caso de la roya naranja, el docente señaló que, al igual que todas las royas, llega a los lotes con el viento. También es agresiva y el productor debe tener en cuenta que los fungicidas con moléculas triazoles ya perdieron eficiencia para controlarla.

 

 

La roya naranja llega al lote a través del viento, en cambio la mancha amarilla lo hace con la semilla, sobre todo si no fue bien tratada.

 

“La mancha amarilla, a diferencia de la roya naranja, puede provenir desde la semilla si no fue tratada como corresponde. Incluso también puede tener su origen en los rastrojos si es que se siembra trigo sobre trigo”, comentó Carmona, y añadió que esta enfermedad merece una atención especial dado que la cátedra de Fitopatología de la Fauba recientemente detectó y confirmó que las poblaciones de este hongo adquirieron resistencia a los fungicidas que contienen estrobilurinas y que el triazol cyproconazole empezó a perder eficiencia de control.

 

Francisco Sautua, docente de la misma cátedra, hizo hincapié en que el panorama actual para productores y técnicos se complejizó por el hecho de que las enfermedades empezaron a mostrar resistencia a ciertos fungicidas. “Para las royas, el control es a través de las variedades resistentes o tolerantes, y para la mancha amarilla se deben rotar los cultivos y tratar las semillas con moléculas eficientes. Una vez instalada la enfermedad, se deberían aplicar fungicidas en base a un criterio científico”.

 

En este sentido, Sautua puntualizó que para decidir la aplicación de un fungicida se debe monitorear la incidencia de las enfermedades, es decir, el número de hojas enfermas respecto al total de hojas muestreadas. En el caso de la roya naranja, el fungicida debe aplicarse cuando se alcanza entre el 2% y el 5% de incidencia foliar a partir de encañazón. Desde ese momento, para la mancha amarilla el umbral es entre 15% y el 20% de incidencia foliar.

 

Ambos docentes coincidieron en remarcar la necesidad de que los productores se capaciten, se informen y luego actúen. “La rentabilidad está directamente relacionada con el conocimiento invertido por hectárea. Por ejemplo, hay que desarrollar programas de manejo integrado que incluyan la elección de genotipos resistentes, rotaciones de cultivos, tratamiento eficiente de las semillas, una fertilización equilibrada, monitoreo frecuente, aplicación de fungicidas y uso de controladores biológicos y activadores de las defensas, como los fosfitos. Es clave que el productor no realice aplicaciones innecesarias y que, cuando las haga, respete las dosis indicadas en los marbetes sin dividirlas ni bajarlas”.

 

 

Malezas al acecho

 

“Pensando en un lote destinado a sembrar trigo o cebada nos tenemos que centrar en las malezas de ciclo otoño-invierno-primavera. Probablemente, las más abundantes son las Conyza, conocidas como rama negra. Pero hay otras que pueden competir con los cereales de invierno y bajar los rendimientos, como el raigrás y las crucíferas como la nabolza, el nabón y el nabillo”, dijo Julio Scursoni, docente de la cátedra de Producción Vegetal.

 

“Es importante controlar inicialmente Conyza para que no se complique hacerlo a la salida del invierno y principios de primavera. Si el lote que va a trigo contiene rama negra, se recomienda realizar una aplicación al comienzo del barbecho, combinando glifosato con un herbicida de los llamados auxínicos. Este control es sencillo cuando se encuentra en un estado de roseta hasta las 4 o 6 hojas, pero se dificulta cuando llega a los 10 centímetros de altura”, indicó Scursoni.

 

 

Malezas. La maleza  mancha amarilla (izquierda) y la rama negra (derecha) atacan fuerte al trigo y son cada vez más resistentes a los fungicidas.

 

 

Para el docente, la maleza más problemática a la hora de preparar el lote para trigo, e incluso una vez ya emergido el cultivo, es el raigrás, una gramínea muy frecuente en el sur de la provincia de Buenos Aires, la zona triguera más importante del país. Allí ya se detectaron poblaciones de raigrás resistentes a distintos herbicidas. “Como resiste el glifosato, se pueden aplicar los herbicidas graminicidas, teniendo la precaución de controlarlo temprano, cuando las plantas no tienen más de 3 o 4 macollos. Pero si las matas de raigrás ya están muy desarrolladas, se recomienda realizar lo que se llama ‘doble golpe’, que es aplicar primero el graminicida y luego, pasados unos 7-10 días, un desecante”.

 

Scursoni también recalcó que es fundamental controlar las malezas crucíferas. El momento de realizar los controles químicos es en presiembra del trigo, entre abril y junio. Como también desarrollaron resistencia a los herbicidas más comunes -inhibidores de ALS y glifosato- se están volviendo a usar productos de hace 40 años como metribuzin y fluroclorhidona, tanto en pre-emergencia como en posemergencia.

 

Como cierre, Scursoni recomendó tres prácticas clave en relación con el agrosistema y el manejo de las malezas. “Se debe priorizar la rotación de cultivos, ya que es una práctica probadamente efectiva y sustentable para reducir la densidad de malezas en los lotes. También es básico ir rotando entre distintos tipos de herbicidas, ya que aplicar siempre los que actúan del mismo modo, favorece la aparición de resistencia".

 

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