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Las razones del adiós a grandes edificios de la capital

Lugares como el Club Social y el Mercado Municipal fueron signados como grandes pérdidas por los historiadores, que apuntan a cuestiones históricas y de gestión. 

Por Leonardo Kram
| 19 de agosto de 2018
El gran club fue construido en 1884, albergó conciertos , reuniones y bailes y se incendió en 1971.

El año 1966 fue el escenario de dos pérdidas importantes para el patrimonio histórico de la ciudad. El 23 de noviembre derribaron "La Vieja Estación", el primer lugar donde arribaron los ferrocarriles en la ciudad, ubicado donde queda actualmente el rectorado de la Universidad Nacional de San Luis, en Ejército de los Andes 950. A fines de ese año comenzó el desmantelamiento del Mercado Municipal, ubicado donde actualmente está el Paseo del Padre. En el primer caso, la estación había sido usurpada por familias y en el segundo la mala higiene del lugar provocó una infestación de ratas, favorecida por los precarios edificios que lo rodeaban. Ambas decisiones fueron tomadas por el entonces intendente coronel (R) José María Porrini.

 

Unos cinco años después llegaría otro golpe a la cara visible de la ciudad. El 26 de diciembre de 1971  un incendio acabó con la vida del Club Social, ubicado en Belgrano y San Martín, donde hoy se emplaza un supermercado. "Era una época en la que no tenía tanto valor estos temas patrimoniales", apuntó el historiador Néstor Menéndez. "No había tanta conciencia del rescate y preservación. Pese al incendio el Club Social podía haberse reconstruido. Había otra concepción", agregó. Sobre el intendente Porrini, Menéndez recordó que otras de sus medidas fueron talar los árboles de la ciudad  y establecer ochavas, que generaron que edificios históricos como el de General Paz  y Ayacucho, de la familia Adaro, perdieran sus esquinas. 

 

"El mercado fue un edificio muy importante, se había construido con materiales nobles, se usó cemento, hierro y los sótanos eran enormes. Para demoler todo eso hubo que poner dinamita, fue terrible. Los sótanos no se podían demoler de tan bien construido que estaba", recordó. Sin embargo la mala higiene del lugar parecía no detenerse. "El municipio intimó a que limpiaran, intimó varias veces hasta que al final Porrini decide tomar esa medida", detalló.

 

Pero no han sido los únicos. El docente recordó que otro edificio que tuvo riesgo de demolicación fue la manzana histórica de San Luis, entre 25 de Mayo, Rivadavia, Balcarce y San Martín  y que contiene el Templo de Santo Domingo, que fue la cárcel de mujeres,  la fábrica de alfombras y  la primitiva Casa de Gobierno.  "En su momento había un proyecto para demoler todo eso y hacer una escuela concentradora de jardines de infantes, hicimos una campaña para evitarlo. Pero no tendría que haber terminado ahí, sino que el tema era rescatar todo eso ver si se puede reconstruir el edificio original con su abertura, con otras características del patio y eso transformarlo en un museo o algún otro tipo de lugar que tenga valor patrimonial más alto", agregó. 

 



En la esquina funciona un supermercado. Harán una réplica en el hipódromo. 

 

 


"El Solar de los Pringles", apuntó Rubén Ávila, presidente de la Fundación Puntanos Ilustres. "Hasta hace 8 años, en 9 de Julio  y Colón, estaba el formato de la Pulpería de Don Gabriel Pringles. Se modificó  y es imposible  volver atrás", describió. "Había una casa muy importante que quedaba en calle Junín y Rivadavia, de Victor Lucero. Era un excelente exponente de la corriente art deco", agregó  Ana Cecilia Tula, de la Asociación Pircas. 

 

¿San Luis prefirió el progreso a la conservación de sus edificios? "Ahí comienza una doble visión conflictiva: el patrimonio, que es aquello que está vinculado a las raíces, que se hereda de los padres y la idea de que nosotros vamos progresando  y la ciudad es la expresión de ese progreso. Deberían convivir armoniosamente. Es casi como si se trataran de capas geológicas, del pasado, de la actualidad y de lo que va ser el futuro", enumeró Hugo Larramendi, reconocido arquitecto puntano. 

 

Las razones del descuido, también tendrían que ver con algo histórico, argumentó Larramendi. Cuestiones como porqué la ciudad por ejemplo no cuenta con un casco histórico bien delimitado tienen que ver con eso. "El problema de San Luis en cuanto al patrimonio es que no tuvo arquitectura colonial. Porque si comparamos con Córdoba tiene conventos, iglesias, obras de importancia, cuando se hicieron en la época. San Luis en cambio, cuando Victor Saá lo describe, era un rancherío junto al río, donde la plaza mayor servía de refugio para defenderse de los malones.  Cuando los historiadores describen las postas lo hacen de manera paupérrima. Hemos heredado cosas que aparentemente no nos gustaban y no sentiamos que perdiamos nada. Se pierde un mercado y no se lo mantiene o no se lo moderniza.  O perdimos casonas  que no se convirtieron en negocios. Él que quería hacer una persona, decía bueno tiramos todo y hacemos un edificio moderno. No era tan antiguo y no se valoraba", resumió.

 

Con la ciudad acercándose a un nuevo aniversario y promediando el comienzo de una nueva década, los gobiernos vuelven a mirar sus edificios históricos. Demoliciones se ven aquí y allá de antiguas casonas y más de una torre de departamentos se erige dentro de las cuatro avenidas. Aún sobreviven y se mantienen, en distintas condiciones, los principales edificios del "esplendor" arquitectónico de fines del siglo XIX y comienzos del XX. El Templo de Santo Domingo, Plaza Pringles, la ex Casa de Gobierno, la Municipalidad, el Colegio Nacional, la oficina de Correos y Telégrafos (hoy el MUHSAL). "Es casi una época dorada, porque marca el paso de la aldea colonial a una ciudad con edificaciones significativas", apuntó Liz Clavelie, coordinadora municipal de patrimonio. Quizás lograr la síntesis entre la modernidad que trae el progreso de San Luis y la conservación de aquellas edificaciones de techos y puertas altas es difícil, pero es una pugna que parece haber existido siempre y de la que se puede aprender. 

 

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