14°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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Dos pueblos hermanados por la historia

Ubicada al norte de la provincia de Valladolid en España, la ciudad que dio su nombre a San Luis mantiene una estructura antigua con callejuelas empedradas, un espíritu religioso y cuatro iglesias que parecen catedrales. “Cooltura” pasó un día allí en busca de relaciones pasadas y presentes.

Por Miguel Garro
| 28 de agosto de 2018

La estación de autobuses de Valladolid es un edificio viejo, venido a menos, que apenas puede contener a la población que viaja a diario desde allí. Tiene una cafetería en la que el ruido de la cerámica de las tazas y los platos al chocar se convierten en el sonido ambiente y una barra donde, muy al estilo español, los pasajeros devoran impiadosos las enormes croissant. En algún punto, la construcción recuerda a la vieja estación de colectivos de San Luis, la que estaba frente al edificio del Rectorado de la Universidad Nacional de San Luis.

 

No será la única similitud que el viajero puntano encuentre en su recorrido hasta Medina de Rioseco, la ciudad a la que debe el nombre San Luis y que pertenece a la provincia de Valladolid. El itinerario más directo para llegar hasta el pequeño pueblo de apenas cinco mil habitantes –la mitad de Santa Rosa del Conlara se compone de tres horas de viaje en colectivo desde Madrid a Valladolid y una hora más desde la capital de provincia hasta Rioseco.

 

Valladolid es una provincia española donde vivió Miguel de Cervantes y don - de jugó en su equipo de fútbol entre 1989 y 1994 el puntano Walter Lozano, de quien muchos hinchas del Puccela guardan un buen recuerdo. Es parte de la comunidad de León y Castilla por lo que su influencia monárquica es muy marcada. Medina de Rioseco, en tanto, es uno de los 225 municipios en los que se divide la provincia.

 

En el recorrido desde la bella ciudad de Valladolid, capital de la provincia del mismo nombre, hasta el pueblo riosecano las coincidencias con el paisaje puntano son impactantes. Sierras verdes que remiten a los alrededores de la ciudad, un cielo claro y con buen sol y grandes llanuras donde pastan animales completan una realidad que ubica en tiempo, pero no siempre en espacio.

 

Si fuera sólo por el parecido geográfico, ya Luis Jufré hubiera tenido una justificación para bautizar a la provincia aquel 25 de agosto de 1594 como “Nueva Medina de Rioseco”. Pero aparentemente fueron muchos otros los impulsos que llevaron al fundador español –en rigor nacido en Chile- a ponerle aquel nombre a la ciudad que estaba erigiendo.

 



Una callejuela típica de Medina.

 

 

El principal, el que reflejan sin titubeos los libros de Historia, es que su padre, Juan Jufré, era nacido en Medina. Ese dato se corrobora en el pueblo español gracias a tres enclaves: según una placa enclaustrada en una pared, la calle del Quinto Centenario, ubicada en la entrada de la comunidad, lleva ese nombre en honor a Jufré, a quien menciona como “gobernador de la provincia de Cuyo y fundador de San Juan de la Frontera y de Mendoza”. Otro recuerdo es un monumento con la figura del conquistador que está al frente del edificio de la Cruz Roja. Y finalmente, una coqueta calle un tanto alejada del centro, en la zona residencial del pueblo, que lleva el nombre del padre del fundador de la provincia.

 

Otros elementos que relacionan de manera indisoluble, aunque suene exagerado, a San Luis con Medina de Rioseco resisten el paso de los siglos. El viento helado de finales de marzo en la localidad castellana es perfectamente reconocible en “El Chorrillero” y la predisposición de sus habitantes al encuentro guarda alguna conexión con el centro argentino. Como si fuera poco, lo primero con que se topa un visitante es un río llamado Sequillo que atraviesa la ciudad, bastante más angosto y despoblado que nuestro río Seco. Un lunes a la mañana, un recorrido por la zona más moderna de Medina de Rioseco permite oír cómo los vecinos se saludan unos a otros al dejar a los chicos en la escuela y cómo los varones arreglan para el partido de fútbol del día siguiente.

 

Como a pocos kilómetros de Medina de Rioseco hay otra localidad con nombre similar, Medina del Campo, los habitantes de la ciudad madre de San Luis resignaron su gentilicio de medinenses para aceptar el de riosecanos. Medina quiere decir “ciudad arsenal” y el Rioseco se refiere al río que cruza el pueblo.

 

Entre la parte edificada de la ciudad y su casco antiguo hay un desfasaje temporal muy común en las ciudades españolas. Por un lado, un asfalto impecable, un verde cuidado y autos de buen porte conforman el paisaje urbano. Por el otro, las iglesias de aspecto medieval, callejuelas de empedrado y pasadizos enmarcados por columnas coloniales remiten a un tiempo que los habitantes de la ciudad recuerdan con orgullo.

 

Tal vez el punto exacto en donde ambas épocas conviven sea “Unamuno”, un bar que recuerda al escritor Miguel de Unamuno, quien visitó y retrató en varias ocasiones a la ciudad y que está ubicado en una esquina de la zona intermedia entre las construcciones modernas y las antiguas. Allí se pueden comer unas croquetas de queso y papa infernales, matizadas con jamón crudo bañado de champiñones. El joven que atiende en la barra, de aspecto alemán pero inconfundible acento del interior español, colecciona y exhibe billetes de todo el mundo en las vitrinas. Argentinos hay a montones.

 

Hermanas más que madre

 

En su acogedor despacho del Ayuntamiento, el alcalde David Esteban Rodríguez, del Partido Popular, se muestra sumamente agradecido por la visita de “Cooltura”. La máxima autoridad política del pueblo tiene 30 años, una sonrisa franca y amable, es licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas y un aficionado al teatro. Es también un esforzado vendedor turístico de la ciudad que tiene a la Semana Santa y a las festividades religiosas como un atractivo para toda España. “La ciudad late con la Semana Santa, es la fecha para la que más nos preparamos en todo el año”, dijo Esteban (es su primer apellido, no su segundo nombre), quien, como cuatro mil de los cinco mil habitantes de Rioseco, es cófrade.

 

Son justamente los miembros de las cofradías quienes protagonizan las celebraciones en la fecha religiosa y en muchas de las actividades de la comuna. “Cuando era chico, jugaba a ser cófrade –reconoce el ahora alcalde-. Le decía a mi padre que quería pertenecer a la cofradía y él me respondía que eso iba a pasar cuando tuviera 18 años y pudiera decidir con más sensatez. Finalmente, lo conseguí a los 10 años”.

 

Esteban tiene un muy buen trato con el intendente capitalino Enrique Ponce, con quien se comunica por WhatsApp con frecuencia. “En los próximos meses –dijo el alcalde en marzo- vamos a probar un hermanamiento que viene de los años 80 y esperamos concretar definitivamente”.

 

Es evidente que el funcionario estudió mucho sobre San Luis: sabe del desarrollo que experimentó la provincia en los últimos años, conoce los movimientos del Concejo Deliberante capitalino, se regodea con las disputas políticas que rodean la intendencia y quisiera que su ciudad se transforme en el alter ego de la provincia. Muchas de esas informaciones le llegan a través de la página web de El Diario de la República.

 

Para David, el parentesco entre su ciudad y ésta ubicada en el centro argentino, es de hermandad más que de maternidad. Este año recibió a Ponce en su ciudad y conversaron sobre la necesidad de formalizar las buenas relaciones que empezaron cuando el alcalde riosecano Eduardo Franco vino a San Luis en 1983 y dio el puntapié inicial para un relación que había permanecido muda, inexplicablemente, durante casi cuatro siglos. “Creo que cada vez más, los habitantes de Rioseco saben que existe en Argentina una provincia con la que están íntimamente relacionados. Que exista ese municipio tan lejos nuestro es un orgullo tremendo y nos honra el hecho de que el escudo de la ciudad esté inspirado en el nuestro”, comentó el alcalde.

 

Ponce –quien no quiso hacer declaraciones para esta nota- invitó a su par español para participar de los festejos del aniversario de la ciudad que se celebró ayer y concretar definitivamente los lazos iniciados. “Será muy bueno saber que los riosecanos tenemos una casa en Argentina y los puntanos tiene otra acá”, se esperanzó David.

 

Almirantes, castillos y ferias

 

La pequeña ciudad vive al ritmo económico de un par actividades que ocupa a la mayoría de sus habitantes. Según el alcalde, un tercio de los autos que hay en el mundo se hacen en su ciudad gracias a la instalación de Reydel, una fábrica que provee a Renault, Volkswagen y FIAT. Está también en el pueblo la primera almazara de Valladolid, que además de fabricar un aceite de oliva de mucha calidad fomenta el oleoturismo gracias su ubicación en lo alto de la comarca desde donde se puede ver todo el pueblo.

 

Uno de los tres ramales del canal de Castilla –un acueducto de 270 kilómetros que cruza tres provincias y se construyó para facilitar el transporte de trigo- desemboca en Medina de Rioseco y es otro atractivo tanto turístico como comercial. En sus costas surgieron fábricas de harina que ahora son, en algunos casos, museos que testimonian una actividad del pasado.

 

Pero la historia económica de la comarca está más relacionada con la actividad comercial que con la ganadera. Los reyes cató- licos –que impulsaron de manera definitiva el comercio en la península- dieron a Medina de Rioseco dos concesiones de feria, por lo que mercaderes de todo el mundo se acercaban a vender sus productos, una costumbre que continúa en la actualidad. Tan actual, que este año la edición del mercado de artesanías con culturas, bailes y comidas de todo el mundo se realizó ayer y hoy en la Calle Mayor y en la Plaza Mayor de la localidad, en coincidencia con los festejos por el nuevo aniversario de San Luis. Justamente esa actividad extendida por la zona (el historiador Antonio Sánchez del Barrio escribió que la localidad más beneficiada por las concesiones de los reyes para el comercio fue la vecina Medina del Campo), hizo que a Medina de Rioseco se la conozca también como “La Vieja India Chica”.

 

Otro de los apodos con que se refiere la ciudad original de Juan Jufré es el de “Ciudad de los almirantes”, pues allí se estableció el almirantazgo de Castilla y muchos de los hombres con ese título, que daba poder y dinero ya que eran considerado familia de los reyes católicos, se establecieron en la ciudad. Se dice que en el siglo XVI, Medina de Rioseco tenía más habitantes que Madrid. La ciudad está justo en la línea fronteriza de los reinos de Castilla y León y tuvo una participación definitiva en el tratado de Tordehumos que en 1194 puso fin por intermedio papal a la guerra entre las dos facciones y las unió hasta el día de hoy. De aquella época monárquica quedan alrededor de Medina de Rioseco unos 30 castillos, algunos conservados en excelentes condiciones, otros más deteriorados.

 

En Villagarcía de Campos, por ejemplo, está el palacio donde se crió Juan de Austria, hijo ilegítimo de Carlos I; pero en busca de relaciones con la provincia, en ese pequeño pueblo que está a unos 23 kilómetros de Medina de Rioseco está la Colegiata de San Luis construida en honor al rey de Francia en quien se inspiraría Luis Jufré para mencionar a la provincia que fundó.

 

También a pocos kilómetros está Urueña, una pequeña localidad con muchos castillos que es considerada la única ciudad de España que tiene más librerías que bares y que los habitantes venden como la dueña de la mejor puesta del sol del país.

 




La ciudad de las cuatro catedrales

 

Como Medina de Rioseco es parte del Camino de Santiago que se hace desde Madrid –no el original ni el francés, pero sí uno de los más largos, con 440 kilómetros-, la Iglesia de Santiago de los Caballeros es uno de los atractivos del turismo religioso, otra de las palpitaciones de la ciudad. La construcción es la capilla que más símbolos relacionados al apóstol contiene después de la catedral de Santiago de Compostela.

 

La iglesia es una de las cuatro de características catedralicias que hay en Rioseco. Otra es la de San Francisco, que está al frente del Ayuntamiento, al lado de la Plaza Mayor, y que contiene un museo de arte franciscano financiado por la comuna. El antiguo funcionamiento de un convento de esa orden le da al edificio un aura especial.

 

Sobre la Calle Mayor está la Iglesia de la Santa Cruz que tiene en su enorme explanada una estatua de un cófrade adulto acompañado de un niño. En su interior está el Museo de la Semana y allí se guardan muchos de los pasos utilizados por el pueblo en esa fecha tan particular.

 

Apenas ingresado al pueblo, el visitante podrá divisar la cúpula de la Iglesia Santa María de Mediavilla, la más grande de la localidad. En ella hay visitas guiadas de forma permanente y tiene como atracción sus enormes pinturas y la piel de un cocodrilo que fue donado por un alcalde mexicano y que se mantiene celosamente custodiado.

 

La catedral –que es la capital espiritual del pueblo- ocupa toda una manzana y tiene en una de sus paredes laterales una placa in memorian que describe de manera precisa la devoción cristiana del pueblo. El texto dice: “A todos aquellos que desde la penitencia de la quinta angustia alumbraron nuestros caminos”.

 

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