19°SAN LUIS - Sabado 20 de Abril de 2024

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Toros y vaquillonas con tonada cordobesa para los campos de San Luis

Con animales criados en General Cabrera, cerca de Río Cuarto, ambas cabañas vienen apostando en tierra puntana desde hace años con genética Herford y Angus.

Por Marcelo Dettoni
| 20 de octubre de 2019
Genética Hereford. Los animales de Los Algarrobos vienen de años de desarrollo.

La hacienda puntana ya ha dado sobradas muestras en los últimos años de su calidad genética y su fácil adaptación a los campos de toda la provincia. Toros y vaquillonas pueden desenvolverse con normalidad en las amplias extensiones cubiertas por pastizales en el sur, producir terneros sin contratiempos en los suelos pedregosos de las sierras centrales o aguantar el calor y la falta de forraje en el árido oeste puntano.

 

Estos desafíos ambientales para la cría atrajeron a San Luis a productores de otras provincias, dispuestos a probar suerte con sus animales. Así como el trabajo incansable de la consignataria Ganadera del Sur abrió caminos en el este mendocino, llevando genética en múltiples remates de reproductores y de terneros; también algunos cabañeros cordobeses comenzaron a jugar en las grandes ligas puntanas, arrimando calidad en un corrimiento hacia el sudoeste que les proporcionó un nuevo mercado, nada fácil por cierto, para tratar de insertar sus toros en un mercado exigente, que requiere de productividad pero a la vez de rusticidad.

 

 

 

Este arrime también se dio de la mano de la consignataria de la familia Abdallah, que hace ya una década trabó relación con el pionero de esta movida: Rubén Macagno, el dueño de la cabaña El Porvenir. Detrás de Macagno, convencido de que transitar los 250 kilómetros hasta San Luis capital iba a redituar a futuro, se sumó Martín Borda, titular de la cabaña Los Algarrobos. Entre ambos consolidaron un remate anual de reproductores en San Luis Feria que de a poco se fue ganando su lugar en la nutrida agenda de San Luis.

 

Rubén falleció este año en un accidente automovilístico y su ausencia se sentirá el jueves 31 de este mes, cuando el martillo de los hermanos Talano dé inicio a la undécima subasta de El Porvenir en tierras puntanas. Seguramente su socio Borda lo sentirá, al igual que todos los que conocieron a ese hombre incansable, luchador, un poco obcecado, que siempre luchó para imponer la genética de sus Angus y Brangus de norte a sur del país. Para Los Algarrobos será su quinta presentación en San Luis, en lo que todos imaginan que será un momento más que emotivo, ya que todo lo que salga a la pista recordará al cabañero cordobés.

 

 

 

Con la intención de conocer más sobre Los Algarrobos y El Porvenir, de adentrarnos en estas verdaderas "fábricas" de toros y vientres que se crían en el sur de la provincia vecina, la revista El Campo viajó hasta General Cabrera y General Deheza, las localidades donde se asientan ambas cabañas. Allí el cronista conversó primero con Borda y luego con los hijos de Macagno, que se hicieron cargo de la explotación ganadera con más ganas que conocimientos, haciendo camino al andar, como un homenaje al papá y convencido de que no van a desperdiciar tantos años de trabajo a conciencia, aún sabiendo que el camino será largo y complicado.

 

 

Una ruta, dos colores

 

 

Salimos rumbo a Córdoba por la autopista 20, que tras pasar La Toma nos depositó en la 55 y luego de unos kilómetros tomamos la ruta 10 hacia La Punilla. Es notable como el amarillo ocre de tantos meses sin lluvias en San Luis va tornando de a poco en un verde tímido al atravesar el límite entre ambas provincias y llegar a Achiras. Si bien en Córdoba las lluvias también se hacen desear, sus campos lucen con un poco más de color, lo que indica que hacer ganadería, si bien no es la Pampa Húmeda, tiene unas condiciones un poco más benignas.

 

Atravesamos campos con algunos verdeos que ya se preparan para dejar camino a los granos estivales y otros en los que ya están trabajando las sembradoras, dejando todo listo para la soja y el maíz. La alfalfa asoma también como un bálsamo verde entre tanta sequedad, mientras que apacibles lotes de vaquillonas de parición de otoño lucen cómodas con sus terneros al pie o recién destetados.

 

Tras la "tortura" de atravesar Río Cuarto, llegamos a General Cabrera, la "Capital Nacional del Maní" según reza un cartel enorme que está luego de atravesar el puente que lleva a Alcira Gigena.

 

Es un pueblo típico de Córdoba, con la ruta 158 atravesándolo de punta a punta, las vías de un lado y las casas del otro. Una avenida con un bulevar bien arreglado conduce a la casa de Martín Borda, ubicada en un barrio semicerrado que está en una calle de tierra, donde se termina la urbanización.

 

Con el dueño de Los Algarrobos partimos hacia su campo. Hay que hacer 17 kilómetros de tierra por un camino que, se nota a la legua, necesita del agua de lluvia para emparejar el "serruchito" constante que destartala la camioneta. Corre bien por debajo de los campos, al menos un par de metros, lo que informa que la erosión eólica hizo de las suyas con los años.

 

Martín ya es la tercera generación que trabaja el campo en General Cabrera. Comenzó su abuelo Emilio y siguió su papá Willys, que recibió ese nombre por el origen suizo-alemán de la familia. Con él, quien se recibió de veterinario en Río Cuarto, llegaron la tecnología y los avances genéticos. “Quería ser genetista, pero me tenía que ir a estudiar a Misiones, era muy lejos, y ya estaba metido en el campo”, justifica esta pequeña deuda que tiene con su formación, mientras la camioneta devora kilómetros rumbo a Los Algarrobos.

 

 

 

Es un muchacho joven (43 años), con muchos proyectos más allá de los corrales. Ya está haciendo transferencia de embriones con fertilización in vitro. “Chupás los óvulos de la vaca donante, los mantenés ocho días en una estufa que simula la función del útero y luego los transferís a la receptora”, explica a grandes rasgos un proceso en el que también está involucrado un veterinario puntano, tan inquieto como Borda, que lo conoce porque se la pasan generando ideas: Emilio Huguenine. Es un proceso ya afianzado en el mundo, que le permitirá, además de mejorar la genética propia, brindar un servicio a terceros. “En estos temas Brasil nos lleva 20 años de adelanto”, define con cierto pesar, pero dispuesto a no dejar pasar la oportunidad.

 

Para el futuro ya tiene en mente otro negocio, el de la venta de embriones a medida, que permitirá elegir el toro que donará el semen y la vaca que lo recibirá por internet, de acuerdo a las características del campo, de la zona y del rodeo de cada cliente. “Va a ser como cualquier compra en la web, tomás un carrito y vas poniendo adentro lo que pretendés, con un asesoramiento que dará la propia página. Toros y vacas a medida, elegidos por trazabilidad, porque lo que importa es el fenotipo. Es una mejora exponencial de la genética, parece de ciencia ficción, pero ya está entre nosotros”, dice Martín.

 

 

Del Holando al Hereford

 

El padre criaba hacienda pesada para carne, novillos Holando Argentino de 800 kilos, en una época muy distinta de la ganadería y del mercado de consumo interno. Él sabe que no hay futuro sin una explotación mixta, que incluya a la agricultura en la ecuación. Por eso de las 360 hectáreas, en 130 despliega soja para vender y maíz para picado fino, que va a parar a las raciones de los animales. En invierno siembra una avena de cobertura, para que puedan pastorear entre los rastrojos. El maíz, cuando rinde en promedio unos 9.000 kilos por hectárea, suele alcanzar para la hacienda y para vender una parte. Cuando es así lo lleva a la Cooperativa Cotagro, que lo embarca rumbo a Rosario. “El año pasado, en cambio, ni se pudo rastrillar por la seca”, recuerda.

 

Si bien la cabaña se dedica al Hereford y al Braford, a San Luis llevará siete toros de dos años de edad todos Hereford, porque los índicos sabe que tienen mejor aceptación en el norte del país, a pesar del último remate de Compañía General de Hacienda afirmó al Braford como una buena variante en esta zona. “Son hijos de Saladillo, el toro campeón de Palermo que es de Antiguas Estancias Don Roberto, nacidos por inseminación artificial a tiempo fijo (IATF)”, adelanta mientras ya recorremos los corrales donde los tiene separados, dándoles el toque final antes de la partida a San Luis. Además llevará 20 vaquillonas con garantía de preñez y parición en febrero de 2020.

 

Lo interesante en Los Algarrobos es que desarrolla el sistema Voising para el pastoreo, con el campo dividido en parcelas de 15 hectáreas donde hace un uso intensivo de la alfalfa con 400 madres con crías que van rotando de acuerdo a lo que disponen las lluvias. “En invierno, apenas llegamos a los siete días, en verano pueden estar hasta 10 días antes de empezar la rotación”, cuenta Borda, quien circunstancialmente puede reemplazar la alfalfa por algún sorgo.

 

 

 

El recorrido agrícola es simple: cinco años de alfalfa, un año de alquiler a alguno de los maniceros de la zona que pagan muy bien (hoy unos 700 dólares la hectárea) y hacen un cultivo que reacomoda el suelo porque sube el porcentaje de fósforo sin fertilización; y luego ese lote va a maíz, que pica en febrero o marzo antes de volver a la alfalfa. “Lo que recibo por el alquiler de un año me sirve para financiar la próxima alfalfa”, describe con precisión.

 

Su pasado como productor del Grupo CREA, sumado a que es veterinario, le dio mucha experiencia en el manejo agrícola y ganadero. En el sur cordobés llueven unos mil milímetros anuales de promedio y la napa está a cuatro metros, mantenida por los verdeos. Igual, sabe que la agricultura sola es una ruleta rusa: “Llegué a tener 1.500 hectáreas solo agrícolas, pero el granizo y los precios casi me funden. Son lluvias irregulares, la soja te puede dar 5.000 kilos por hectárea un año, y 1.500 al siguiente. Es mejor zona que San Luis, pero también semiárida. Por eso estoy convencido de que las explotaciones rentables son las mixtas, la ganadería es una caja de ahorro para los malos momentos”, asegura convencido.

 

Sobre San Luis, dice que tuvo un gran desarrollo ganadero y que representa un desafío en cada remate. “Si de algo estoy seguro, es que no quiero dejar los toros de descarte para llevar allá. Lo que pretendo, y también era el pensamiento de Macagno, es que la gente nos reconozca, que espere la subasta para comprar nuestros reproductores, convencida de que les van a servir”, dice Borda, quien como todo empresario inquieto, también incursiona en el sector porcino, en un emprendimiento en sociedad con Cotagro que ya tiene mil madres y planea llegar a las 4.000.

 

La primera selección la hace en el momento mismo de la inseminación.”Los datos de cada vaca los vuelco a un Excel y registramos todo por caravana en las asociaciones de Hereford y Braford, para hacer la trazabilidad y saber todo sobre el toro también. Una vez que nace el ternero, lo pesamos y le ponemos una caravana con RP para asegurar la trazabilidad, más un tatuaje en la oreja izquierda por si la pierde. En la derecha le tatuamos el nombre de la cabaña”, describe el dueño de Los Algarrobos.

 

La segunda prueba viene al destete. “Probamos hacerlo al mes, pero no nos convenció. Era bueno para la vaca, que volvía a entrar en servicio rápido; pero no para el ternero, le costaba mucho ganar peso y el costo se disparaba, porque si no come se muere. Sirve para el rodeo comercial, no para una cabaña. Como destetar a los seis meses tampoco nos cerró, al final elegimos hacerlo a los tres meses, por la relación costo-beneficio. Después hacemos una suplementación nutricional y van a un potrero con alfalfa entre un año y un año y medio”, agregó.

 

Tras este período van a los piquetes de recría, donde la clave es que pueden comer rollos de alfalfa a discreción, más maíz picado fino y partido y fibra. “Es una dieta dirigida a que no pierdan la capacidad de rumiar y los hace muy adaptables para la ganadería de monte. Recuerdo que el año pasado un toro fue comprado por un productor de La Carolina y sé que está muy conforme. Tenemos un sistema que no presiona la selección”, aseguró Borda, que en su cabaña insemina a los 15 meses y destina los machos que no llegan a toros a una categoría en boga, la MEJ (Macho Entero Joven), que va a los frigoríficos para hacer carne. “Gracias a Dios el descarte es mínimo”, cuenta con alivio.

 

A unos 500 metros del corral donde están las vaquillonas que irán a San Luis, visitamos un lote con vacas paridas y preñadas de ambas razas que están comiendo con el sistema Voising. Se divisa un Creep Feeding que contiene maíz más un concentrado proteico diseñado para que solo ingresen los terneritos. Allí encuentran un buen sustituto para la leche materna. El lote tiene muchos cardos bastante grandes, que serán fumigados con 24D después del pastoreo, cuando ya la alfalfa no se pueda contaminar.

 

“De diciembre a febrero, en los lotes con Voising sobra alfalfa como para hacer rollos. En invierno comen sobre los rastrojos, pero siempre hacemos un pastoreo muy consciente, adaptado a cada época del año”, cuenta Borda. Las vacas están separadas de los toros, obviamente, pero todos los animales pasan por los piquetes de recría. Entre tanto marrón y blanco sobresale una vaca Holando: “La tenemos para atender los requerimientos de leche cuando nacen mellizos”, aclara el productor.

 

El abastecimiento de agua entre los potreros no representa un problema, porque se hace con una cisterna móvil. El líquido tiene un antiempaste que juega un rol fundamental cuando la alimentación es en base a alfalfa. “La pastura puede provocar espuma en el rumen y los animales pueden morir de asfixia”, describe Borda, quien está en todos los detalles, motivado, consciente de que en pocos días va a rendir un nuevo examen en San Luis, pero sabedor de que tiene el material como para hacerlo con un diez.

 

 

Ponen el pecho a la adversidad

 

Después de una picada bien casera, preparada con carne de cerdos propios, nos despedimos de Borda y nos dirigimos a la cabaña El Porvenir, ubicada en el pueblo siguiente a General Cabrera, que es otro general, Deheza. Allí todo parece estar relacionado con el gigante multinacional AGD. Enormes tuberías cruzan las plantas de la firma, que es líder en la fabricación de aceites, snacks, golosinas y varios productos más de la industria alimenticia.

 

Sin dudas que AGD es la gran fuente laboral en Deheza, pero también vale aclarar que hay que preparar el olfato para circular por el pueblo, porque el olor a fritura con aceite vegetal lo invade todo. Quizá los locales estén acostumbrados, pero para los visitantes es un aroma bastante desagradable, que obliga a cerrar ventanillas y poner el aire acondicionado.

 

Para llegar a El Porvenir hay que dejar atrás el complejo industrial e internarse por un camino de tierra que también está bastante deteriorado. En el campo esperan dos de los tres hijos de Rubén Macagno, ya que el tercero, Martín (27 años), vive en Buenos Aires, donde estudió cine y fotografía y trabaja para el jefe de Gobierno. La muerte del papá le hizo tomar una decisión: se volverá a Córdoba a fin de año, para colaborar con los hermanos.

 

Juan Pablo (35) y Romina (32), recién están saliendo del shock que significó la pérdida de Rubén. El varón es biotecnólogo y ella, diseñadora gráfica, por lo que no sabían casi nada de las tareas que implica tener un campo, y mucho menos una cabaña de Aberdeen Angus y Brangus. Eso estaba todo a cargo de Macagno padre, que le ponía garra y corazón a cada tarea. Pero ahora es tiempo de ponerle el pecho a la adversidad y dejar atrás los lamentos.

 

Tienen en Borda un sostén importante, y el otro es Jonathan Fonseca, el marido de Romina y que es quien más horas dedica al campo ya que ellos tienen trabajos que les insumen muchas horas en la semana. Ambos regresaron al país hace unos cuatro años, tras residir en Escocia (Juan Pablo) y Holanda (Romina), donde se capacitaron e hicieron una experiencia de vida que, esperan, les pueda servir para salir adelante.

 

El campo familiar tiene 250 hectáreas, a las que hay que agregar unas 110 que alquilan para completar una explotación mixta en la que 180 hectáreas son agrícolas. “Hacemos maíz y alfalfa para los animales, soja y sorgo picado”, cuenta Juan Pablo, que representa la cuarta generación de los Macagno dedicada a las tareas rurales.

 

 

 

Su bisabuelo arrancó esta aventura criando Shorthorn, una raza que tuvo un gran despliegue en los comienzos del siglo XX y luego fue perdiendo terreno. Fue Rubén el que se dedicó de lleno a los Angus y hace diez años agregó la raza Brangus para ampliar los horizontes y ganar mercados en el norte del país, donde las razas índicas tienen más desarrollo.

 

A esta altura del día, mientras visitamos unas 60 hectáreas que tienen al otro lado de la tranquera principal de El Porvenir, el viento comenzó a hacerse sentir con fuerza, levantando remolinos de tierra y doblando las ramas de los árboles añosos como si fueran de cartón. Cuesta fijar la vista y hasta abrir la puerta de la camioneta, pero los Juan Pablo y Jonathan se introducen en un corral porque quieren mostrar los toros que irán a San Luis.

 

 Esas 60 hectáreas de la entrada contienen vacas a punto de parir, comiendo en un rastrojo de soja con pasturas naturales. “Es la ‘fábrica’ del campo”, la presenta el mayor de los Macagno, aceptando que hay más negras que coloradas porque era el color favorito de su papá.

 

Ya en la cabaña, observamos los toros de buen porte, a los que solo les falta un poco de peluquería para salir a la pista a conquistar productores. Venderán en San Luis Feria 13 ejemplares, cuatro de ellos puros de pedigrí y otros nueve puros controlados. Más 20 vaquillonas preñadas y para servicio, seleccionadas de un lote de 90.

 

“San Luis es nuestro remate de cabecera y solo llevamos Angus. Después vamos a Río Cuarto con las dos razas y a San Javier, en el norte de Santa Fe, solo con Brangus”, cuenta Juan Pablo, quien agrega con indisimulable orgullo que “El Porvenir lleva 12 años ganando el gallardete que otorga la Angus Centro a la mejor genética de la zona”.

 

 

 

El rodeo tiene 350 cabezas, con 160 vacas que producen cerca de 120 terneros por año. Inseminan con IATF y celo natural, usando semen de grandes campeones como Brutal y Rouger entre los colorados, y Charlo y Mr Angus para los negros.

 

“Es un gran desafío aprender cómo manejar las vacas”, acepta este biotecnólogo a quien las emociones le llegaron todas juntas, ya que hace un año fue papá. Ambos saben que tienen carencias técnicas y que deberán aprender rápido, confían en el dueño de Los Algarrobos para esas cuestiones y el resto lo van a suplir con ganas y la motivación de mantener y mejorar esta cabaña que era el desvelo de Rubén.

 

“La verdad es que todo es muy reciente, van dos meses que tomamos el control. Jonathan viene todos los días y nosotros, una vez por semana. Pero estamos decididos a tomar las decisiones estratégicas que hagan falta sobre el calendario de siembra, las semillas, los remates y las ventas a campo. Todo lo que hacía el viejo casi solo, un poco porque nos dedicamos a otra cosa y otro poco porque él era así, sabía de todo y se las arreglaba”, cierra Romina mientras convida con gaseosa fresca para calmar la sequedad de las gargantas llenas de tierra.

 

Se da vuelta y muestra una foto del abuelo, en ese mismo lugar, sentado en una reposera. Saben ambos que el mandato familiar es muy fuerte y que los tiempos se aceleraron. Los espera San Luis para probar que los Angus de Rubén Macagno siguen siendo animales ideales para llevar al campo y ponerlos a trabajar. En pocos días le tocará hablar al martillo con su voz inapelable.

 

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