SAN LUIS - Jueves 02 de Mayo de 2024

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Una militante del amor

Entrevista a Maia López.

Por redacción
| 26 de octubre de 2019

Maia es periodista y transfeminista y, aunque ella no lo sepa, nos enseña a amar.

 

Lo hace cuando todos los días comparte su pensar en el programa radial No tan santas; lo hace cuando su sueño de recibirse en la Licenciatura de Periodismo es, más que un sueño, un mensaje para sí misma y sus compañeras: “Si yo, la peor de todas, puedo… transmitir eso y que se pueda replicar, un golazo”.

 

 Maia nació un 18 de junio de 1992 en Villa Mercedes bajo el nombre de Matías, “un nombre bonito”, dice, aunque ya casi ni se lo acuerda.

 

Los escenarios de su infancia son diferentes barrios y escuelas mercedinas que tienen una constante: la sensación de siempre sentirse diferente. Siempre más femenina, con amigas mujeres y la mirada del otro poniendo de manifiesto esa diferencia.

 

Cuando en la escuela sintió que empezaban a discriminarla y pasó a recibir agresiones, su mamá la inscribió en una escuela de pupila en Justo Daract. Una escuela agraria. Podría haber sido casi una tortura, pero no. Clima de hogar y amigos (sí, amigos varones por primera vez) son las palabras que describen esa experiencia. Le fue pésimo en las materias, dice, así que, un año después, vuelve a su anterior escuela.

 

Pero ese regreso a la misma escuela es desde otro lugar, Matías sentía otra entereza. “Sí, soy puto, ¿y qué?”, era la desfachatada respuesta a comentarios y agresiones a sus 14 años.

 

Es a través de una página web que se acercó a la comunidad gay y trans de Mercedes y ahí inició una paulatina transformación a Maia… no hay un momento específico, no hay una revelación: lo que sí hay es comodidad, experimentación, identificación. Encuentros con otres a los que les pasaba lo mismo que a ella.

 

Y así, una tarde en una plaza con esas amigas, Matías decidió llamarse Maia.

 

Y un día como Maia, pasó a ser un fin de semana y, después, semanas enteras de Maia en un nuevo mundo.

 

A los 15 años empieza a viajar cada vez más seguido a San Luis capital. La seduce la capital puntana por algo tan simple como el anonimato: poder ser Maia de día. Irse de su lugar para poder vivir de día, sin miedo.

 

Vivía el mundo trans de San Luis y lo disfrutaba. Ahí conoció a Milagros, una amiga trans trabajadora sexual con la que vivió casi 3 años.

 

Empezó a “trabajar la calle” y a viajar a Mendoza o San Juan. Pensándolo desde el hoy, dice, nunca le pasó nada grave, pero reconoce que estuvo expuesta a muchas situaciones peligrosas: la violencia, los abusos, la ilegalidad, la persecución, la cárcel, las adicciones, la soledad. Así todo, Maia siente suerte en este transitar, que una buena estrella la acompaña siempre.

 

Después de una temporada en San Juan, una amiga la invita a irse a Córdoba, se iba a ir un tiempito y terminó quedándose 3 años.

 

Hace poco viajó a Córdoba de paseo, con su mamá y su hermana, y anduvo por Nueva Córdoba, Barrio Güemes, el Paseo de las Artes y se pregunta por qué en aquella época ella no disfrutó de esos lugares y actividades; cómo no aprovechó entonces para estudiar algo, y ella misma se responde: “No tiene sentido que me lo plantee, en esa época era trabajadora sexual, estaba en otra”, nos cuenta. Siente que en esa época su vida era al límite todos los días, con salidas que eran interminables. Ahí comienza su problema de adicciones, reconoce. Todo lo que ganaba se lo gastaba en cocaína. “Siento que tenía que condimentar todo”. Hasta que la plata no alcanzó ni para comida, ni para el alquiler.

 

Se sentía sola.

 

De esto hace 7 años. Su mamá la fue a buscar después de un intento de suicidio.

 

Costó, pero desde ese momento no consume nada.

 

La Ley de Identidad de Género, sancionada en 2011, marca un antes y un después en la relación con su familia. “No estaría hoy ni aceptada por mi familia, ni estudiando, ni trabajando, si no fuera por la ley”. Maia Agustina Velázquez López es desde ese momento su nombre en el DNI.

 

Un año le tomó recuperarse, con tratamiento psiquiátrico y acompañada por su familia. Estaba decidida y lo logró. Trabajar dentro del Plan de Inclusión Social y terminar el secundario, con el plan 2030, fueron claves en este proceso de reconstrucción.

 

 

Maia hoy

 

Desde chica fantaseaba con ser periodista. “Quería ser como Viviana Canosa, con su pelo rojo y ese carácter fuerte”.

 

Después de un primer intento fallido de estudiar en la UNSL viviendo en Villa Mercedes, decidió superar el temor al cambio de vida y se vino a vivir a San Luis capital.

 

Al principio le costó horrores, dice, pero la alegría que recuerda del 9 que se sacó en su primer parcial fue liberadora: “La satisfacción de saber que podía, que me iba bien, que me encantaba”. Cambió radicalmente su manera de pensar, hasta las cosas más chiquitas, como ir al médico, las aprendió ahí.

 

De la mano de la Universidad llegó la militancia en ATA y su participación en el programa radial No tan santas.

 

La militancia la moviliza, le da adrenalina: “Me llena de energía, coraje y satisfacción, le da sentido a mi vida”.

 

De la charla con Maia se pone de manifiesto todo lo que nos falta comprender de las mujeres trans, de un mundo de exclusiones que se presenta delante de nuestros ojos, de otras formas de amar y de vivir. Porque en su apasionada existencia y su hermosa aventura de vida, llena de exclusiones y de destinos adjudicados de antemano por el solo hecho de ser trava, está nuestra pasividad ante otras formas de amor y de identidad.

 

Maia quiere experimentar todos los rubros del periodismo: televisión, gráfica, radio.

 

Quiere conocer y retratar las realidades de las personas trans de otros países.

 

Quiere conocer el amor y ser correspondida.

 

Quiere entusiasmar e inspirar.

 

Maia, ya lo hacés: tu propia vida, tu búsqueda personal, es un aprendizaje para entender lo que negamos y castigamos. Tu recorrido debe ser nuestro insumo para ser más amorosxs y comprensivxs con las formas de amar y vivir que no son las establecidas.

 

Nos ayudás y nos enseñás con amor y esa pedagogía del amor es la que queremos transitar.

 

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