14°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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¿Por qué nos cuesta perdonar?

Que otra persona nos genere una herida a nivel emocional podría compararse a que él o ella se meta en nuestra casa sin permiso. Es decir, que sea un intruso. Quien lleva a cabo un acto de maltrato, abuso, traición o estafa irrumpe en la casa (vida) de su víctima a la fuerza y se instala en una habitación.

 

Si la persona que sufrió la herida siente rencor, convierte a su victimario en un invasor perma nente. Por supuesto hay casos muy graves y este es un tema que merece el mayor de los respetos, pero para caminar como seres humanos verdaderamente libres, cuando somos heridos o lastimados de alguna manera, necesitamos soltar el perdón. Algo que no siempre resulta sencillo.

 

Podría suceder que uno mismo se transforme en ofensor y desee que aquel que fue ofendido lo perdone. El Padrenuestro, la famosa oración de Jesús, dice: “Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Esto significa que, si yo pretendo ser perdonado, debo tomar la decisión de perdonar a los demás. Todos, en algún momento ofenderemos y seremos ofendidos.

 

 

Algunos expresan que perdonan pero no olvidan. En el fondo, no han perdonado realmente y mantienen la herida abierta, aun sin darse cuenta, en un intento por ocultar el dolor. Para poder perdonar, es fundamental enfrentar el dolor.

 

 

Pero, ¿qué implica el perdón? Siguiendo la metáfora del comienzo, es expulsar a la persona que forzó la entrada en mi casa (vida), sin que yo la invitara a pasar. Perdonar es soltar, dejar ir, liberar. La falta de perdón, o resentimiento, es el alimento o el combustible que le da autoridad al ofensor para que nos siga lastimando.

 

Es importante aclarar que perdonar no significa creer que no pasó nada y olvidarse del asunto. En realidad, se trata de una acción de carácter espiritual en la que se suelta a quien nos causó dolor emocional. El perdón trae como resultado la liberación del ofensor, del hecho y de todas las emociones negativas asociadas con ellos.

 

¿Por qué motivo a veces nos cuesta perdonar y nos quedamos estancados en el rencor? Algunos expresan que perdonan pero no olvidan. En el fondo, no han perdonado realmente y mantienen la herida abierta, aun sin darse cuenta, en un intento por ocultar el dolor. Para poder perdonar, es fundamental enfrentar el dolor. Si no lo hacemos, difícilmente podamos encontrar verdadera libertad.

 

Otra reacción muy común de quien sufrió una ofensa es contárselo a todo el mundo. La persona está enojada y siente que no tiene un mañana. Por eso, queda anclada en su pasado. Recién cuando somos capaces de ver un futuro mejor que nuestro ayer, logramos soltar la ofensa. No ver nada bueno para nosotros hacia adelante hace que nos aferremos a una herida y la usemos de excusa para no avanzar. “¡Mirá lo que me hizo!”, suele ser la frase que se repite constantemente.

 

Por mucho que nos hayan lastimado, todos nos merecemos no vivir bajo la tortura mental del resentimiento, la ira y la tristeza. Por fortuna, el perdón (que no es un sentimiento, sino una decisión) está disponible para todos y sirve para cualquier herida, sea grande o pequeña. El mejor regalo que nos damos a nosotros mismos.

 

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