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Punta del Agua: una capilla del siglo XVIII llena de historia y devoción

El templo tuvo que ser reconstruido porque tenía fallas estructurales. Es Patrimonio Histórico Cultural de la provincia. Aseguran que el tañido de sus campanas se escucha a seis kilómetros de distancia.

Por Natalia Torres Villar
| 29 de septiembre de 2019
La "Capilla de los Funes", como comúnmente se la conoce, se encuentra en el paraje Punta del Agua, a 20 kilómetros de Santa Rosa del Conlara y a 205 de San Luis. Fotos: Marianela Sánchez Video: Marina Balbo

De paredes blancas y gruesas, la capilla de Punta del Agua guarda mucha historia. Dicen que fue construida a principios del siglo XVIII por una familia de españoles que se radicó en la zona, pero lamentablemente no hay un registro de esto. Todo lo que se conoce es por la narrativa de los vecinos que se encargan de cuidarla como fieles centinelas. Este es el caso de Natividad Antonio Morán, de 68 años, quien contó con orgullo que nació y se crió en este paraje del noreste sanluiseño, casi en el límite con Córdoba.

Un equipo de El Diario de la República llegó hasta este pequeño lugar para conocerlo y rescatar su  historia. El punto de partida fue Santa Rosa del Conlara. El recorrido se hizo por las rutas provinciales 5 y 23. La antigua edificación se encuentra a unos 20 kilómetros de distancia de esa localidad y está a un costado del camino. Majestuosa, invita a los viajeros a detenerse y descansar  o simplemente ingresar en el templo para meditar u orar bajo la atenta mirada de la Virgen de las Mercedes, que es escoltada por las imágenes de San Cayetano y San José.  

La casa de Antonio, como prefiere que lo llamen, está a unos cien metros de la iglesia, así que ha sido testigo de los avatares que ha sufrido con los años la estructura del oratorio, principalmente cuando en el 2005 las viejas paredes comenzaron a mostrar grietas y en el techo aparecieron goteras.   

 

 


Antonio Morán es uno de los vecinos que vive en Punta del Agua y que cuida de la pequeña capilla y que con gusto cuenta su historia.

 


La “Capilla de los Funes”, como se la conoce popularmente,  tenía a finales de 2015 serias fallas estructurales en sus muros laterales. Estado de derrumbe, hundimiento de cimientos, humedad, fisuras, desplomes, desplazamiento estructural, desprendimientos de revoques y filtraciones. En 2016, el gobierno provincial inició la reconstrucción del templo y rescató lo más que pudo del edificio original. Pero para que hubiera mayor seguridad era necesario derribar gran parte de la construcción. 

 “Cuando vimos lo que había pasado nos dio mucha tristeza, que algo tan antiguo se viniera abajo. Llegaron los arquitectos y nos dijeron que debían derribar gran parte del edificio. Como vecinos nos hubiera gustado que nunca se cayera, salvarla de otra manera, pero era un peligro. El mismo padre Picca (David) nos dijo que esto era como un anciano, que con los años sus huesos se van debilitando y eso pasó con la capilla. Sus paredes no aguantaron más el paso del tiempo”, dijo.

Cuando se inició la nueva edificación, se tuvo que limpiar el terreno y sacar las viejas paredes de adobe, pero se conservó la torre del campanario, la pared del altar, la sacristía y el panteón familiar de los Funes. Además se rescataron en su totalidad los tirantes del techo, los marcos de las ventanas, las puertas de doble hoja y la baranda del sitio del coro, todos hechos en madera de algarrobo, además de las campanas de bronce. En mayo de 2017, todavía en plena refacción, la capilla fue declara Patrimonio Histórico Cultural de la provincia.  

 


En el interior 

Antonio mira atentamente la vieja puerta y la toca con cariño antes de ingresar a la pequeña iglesia. Adentro, la temperatura es más baja, lo que contrasta  con el calor del exterior. Lo primero que se percibe es el silencio total que hay y que su iluminación fuera natural.  

En el interior sus paredes son totalmente blancas y en ellas cuelgan pequeños cuadros que cuentan la vida de Cristo. En el frente, majestuosa, se encuentra sobre el atrio y entre flores la imagen de la Virgen de Nuestra Señora de las Mercedes y los otros dos santos.    

Al levantar la mirada se puede ver el techo a dos aguas que es sostenido por los tirantes de madera. “Tiene un tirante central del cual se sostienen 33 más a los costados y que le dan la forma de techo en agua. Las 33 vigas de madera significan para nosotros los católicos, la edad de Jesucristo”, contó Antonio. Son de algarrobo, el árbol que predomina en la zona. Es una madera dura y, según cuenta Antonio, hace trescientos años para darles forma se utilizaban hachas; si se ve en detalle se pueden apreciar las marcas de la herramienta en cada uno de los cortes de los tirantes. “Es el techo original. Lo pudieron rescatar antes de que se desmoronara gran parte de la capilla. Los que sí se cambió fue el piso. El antiguo era de adoquines de ladrillos, pero estos estaban muy deteriorados así que los arquitectos decidieron colocar mosaicos”, señaló.

 

 



Al costado izquierdo, y sin poder ingresar porque el paso lo impide una gruesa puerta de rejas, se encuentra la sacristía, una de las habitaciones que se salvó íntegramente y se restauró. En ella se ve una mesa y un armario que es utilizado por el párroco de Santa Rosa del Conlara cuando llega al paraje para dar misa a la comunidad.

“El padre Javier Sosa es el encargado de venir a darnos misa, al menos una vez por mes. Pero por más que él no venga, la iglesia siempre está abierta para todos los que quieran llegar a conocerla y rezar”,  dijo Antonio.         

Al realizar una mirada general de todo el interior de la capilla, en una de las esquinas de ingreso, al lado del viejo confesionario, se puede ver un vidrio que guarda una parte de la pared sin revocar. Se observan los materiales que se utilizaron para su remodelación y restauración. Ahí se rescataron la mayor cantidad de ladrillos de adobe de las viejas paredes, los que fueron usados para levantar las nuevas, y el material que se utilizó para unirlos: barro y paja. Las paredes tienen un grosor aproximado de un metro veinte.
      

 

El tañido de las campanas

Para ingresar al viejo campanario hay que ir por el exterior del edificio. Unas escaleras llevan al visitante hasta donde están las antiguas campanas que, según Antonio, son las originales. 

Una más grande que otra, se complementan para sonar armónicamente gracias a las manos expertas de este hombre, que con orgullo cuenta: “El tañido de las campanas se escucha a unos seis kilómetros de distancia. Me lo contó gente que vive en Los Romeros, que es un pueblo que está al otro lado del río Conlara, en la provincia Córdoba, a unos seis kilómetros  de Punta del Agua”.

 

 

 

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