16°SAN LUIS - Viernes 26 de Abril de 2024

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Javier Calamaro pasó por San Luis con sus sellos distintivos

En dos recitales, el músico demostró su capacidad para interpretar temas propios, ajenos y de cualquier género.

Por redacción
| 17 de enero de 2021
Calamaro se presentó con doble función: el jueves deleitó al público de All Right, y el viernes conoció las instalaciones de Wonder.

En 2019, a los 55 años, mientas estaba tocando en un pub en Mendoza, Javier Calamaro fue padre por segunda vez, y la llegada de la bebé lo hizo por primera vez en su vida llorar de alegría. Lo contó, con absoluto despojo, el jueves en el primero de los dos recitales que dio en la ciudad como una demostración más que su forma de ver la música es hacer o interpretar una canción para algunos pasos de su vida. En el show recordó a su pequeña hija con “Mariposas de madera”, el clásico de clásicos de Miguel Abuelo.

 

Las tímidas lágrimas de Javier sobre el escenario conformaron el momento más emotivo de un concierto que había empezado con otra referencia familiar: “Este minuto”, el tema que escribió cuando su padre, de 90 años, estaba internado por un ACV. La misma canción es la que abre “Cuaretennial”, el disco en vivo que vino a presentar en All Right y en Wonder.

 

Aunque en rigor Calamaro haya dividido los temas del álbum entre los dos conciertos, la excusa central fue reencontrarse con el público en vivo, una sensación que lo invadió durante toda la noche. “No saben el placer que es tocar para seres humanos y no para parabrisas o para una camarita”, dijo el músico.

 

Con una camisa convenientemente desprendida hasta la mitad del pecho y un vaso de whisky en la mano, Javier ingresó al pub de la avenida Illia —sitio del primero de sus recitales— y se dirigió de inmediato al escenario, donde lo esperaba una banda compacta, de buen talante musical, que lo acompañó en una noche en la que tomó el protagonismo de entrada. En poco más de una hora y media, el cantante bromeó con un comensal que prefirió la pizza antes de escuchar sus esfuerzos vocales, insultó ferozmente al gobernador de Santa Fe por prohibir los shows la semana pasada, cuando tenía una fecha cerrada; repitió que estar entre su público funciona como terapia y hasta rompió el protocolo al tomar del vaso que le convidó una mujer sentada en la primera fila.

 

Como en su carrera discográfica, Calamaro intercaló canciones propias (“Navegar”, “Quitapenas”, “Euforia y furia”, “Milagro”, a la que calificó como la mejor que escribió en su vida) y clásicos del rock nacional (“Despiértate nena”, “Rezo por vos” —“Charly García es el último genio de Argentina”, dijo—, “Desconfío” y “No me nombres”, de su hermano Andrés), con la misma soltura interpretativa y la búsqueda constante de una marca distintiva.

 

Para despegarse un poco del género (otra reincidencia en su vida musical), en el show Javier rescató “Espérame en el cielo”, un implacable bolero de Antonio Machín que popularizó “Los Panchos”; y “Yira yira”, en una versión muy rocker que obligó a Noelia Sorokin y Juan Zárate, la dupla de bailarines especialmente invitada para la ocasión, a adaptar los pasos a un ritmo más vertiginoso.

 

Ante un público encendido que demostró la avidez que tiene por los recitales en vivo, Calamaro se despidió con “Sweet home Buenos Aires”, un tema en el que demostró su aversión por la ciudad —que reafirmó con varios dichos sobre el escenario— y que presentará en una nueva versión en su próximo disco. Una oportuna aparición de Charly en una voz grabada le dio al tema la distinción que Javier busca cada vez que versiona o reversiona una canción.

 

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