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San Luis, la ciudad que evolucionó en tres momentos históricos

Hacia fines de 1691, el gobernador de Chile, Tomás Martín de Poveda, llegó a estas tierras y definió el espacio para la plaza Mayor y sus alrededores. A partir de ese momento, la ciudad fue creciendo desde la hoy plaza Independencia hacia el norte y el este en tres etapas que todavía se pueden reconocer.

Por Matías García Elorrio
| 21 de junio de 2021

El arquitecto Hugo Larramendi, quien cuenta con una vasta trayectoria en su estudio y trabajó también como funcionario público tanto en la Municipalidad de la capital como en el gobierno provincial, comentó que “la ciudad de San Luis tuvo un desarrollo arquitectónico en tres etapas bien marcadas: la primera fue a partir de su fundación, durante la colonia y hasta fines del siglo XVII; la segunda a partir de 1890 y hasta 1950, y la tercera que arranca a fines del siglo XX y con más intensidad con la llegada del siglo XXI".

 

 

La etapa de fundación

 

Según Larramendi, la idea de los españoles que llegaron a San Luis “era igual a la del imperio romano respecto a la conformación de las ciudades donde alrededor de un espacio vacío, que después era una plaza, se proyectaban manzanas recortadas por calles conformando una cuadrícula perfecta. Esa fue la etapa fundacional. En esos primeros años todo lo que se construyó fue de barro y muy parecido a lo que denominamos ranchos". Pero destacó que desde ese principio “hubo un sistema de riego que tomaba el agua del río San Luis — más arriba— que bajaba por canales de derivación que pasaban por el eje de una manzana y atravesaban toda la ciudad de este a oeste por la pendiente natural que tenía la ciudad", aseguró el arquitecto.

 

De esa época no quedaron edificios, aseguró el arquitecto. Si bien en el espacio donde funcionó el primer Cabildo hoy está ubicada la Casa de las Culturas y antes cumplió funciones la Legislatura provincial, Larramendi contó que “se llegó a proyectar la construcción de un nuevo Cabildo que lo elaboró un comendero español llamado José Ximenes Inguanzo y que el historiador Víctor Saá lo cita en su libro 'San Luis Ciudad Cabildo'".

 

 

 

Pero también recordó que hay un vestigio de aquella primera etapa que fue un agregado que hizo Amando Cousinet; que era como un pequeño atrio previo al ingreso al templo. “Ese espacio, donde hoy funciona el Programa San Luis Libro, es el único que podemos rescatar del estilo colonial por sus arcos y la forma de su estructura con paredes anchas que son de barro, ladrillos cocidos y piedra; que quedaron retratados en fotos de José La Vía y algunos viejos documentos. Pero en 1938 fue demolido porque tapaba la nueva construcción de la Iglesia de Santo Domingo". Larramendi explicó que "lo que pudimos hacer fue rescatar esa memoria y se destaparon esos antiguos cimientos que hoy se pueden observar a través de un vidrio".

 

 

La irrupción del modelo francés

 

La segunda etapa, según Larramendi, “tiene una inspiración en Francia y al modelo urbano de París que proponía el bulevar con un trazado en diagonal. Generalmente era un espacio de conexión entre dos grandes monumentos o importantes edificios. Eso incluía una arboleda señorial y que los frentes de los edificios paralelos a ese bulevar tuvieran una impronta monumental. Que terminaba en cada uno de los extremos de una rotonda”.

 

En San Luis ese modelo francés fue la primera transformación del trazado original de la ciudad que se produjo cuando se abrió la avenida Illia, que fue inaugurada en 1912 y se denominó avenida Quintana. "Con una extensión superior a los 600 metros de largo y y 30 de ancho, rompió el tejido de las manzanas cuadradas. Y decidió a partir de la idea de unir la estación de ferrocarril con la plaza Pringles que en ese momento era el centro de la ciudad. Esos dos lugares emblemáticos quedaron unidos”, recordó. Además señaló que “la plaza Pringles pasó a ser el centro de la ciudad por petición del pueblo de San Luis al gobierno local, a lo que se sumó la construcción de la iglesia Catedral en frente —también por iniciativa local y con la fuerza económica de las familias puntanas—".

 

 

 

La transformación urbana de la capital llegó a fines de 1800 y hasta la mitad del 1900 que es el tiempo en el que se desarrollaron otros edificios emblemáticos como el del Correo (San Martín y Belgrano) donde hoy se ubica el Muhsal (1890); el que ocupa la Municipalidad y que se construyó originalmente para el Banco Nación (1910) y la ex Casa de Gobierno, actual Palacio de Justicia (1917).

 

Otro elemento que Larramendi destacó de esa segunda etapa es el famoso Puente Blanco, que debió construirse para unir el extremo este de la ciudad, que era de casaquintas, y el centro de la ciudad con el trazado del ferrocarril. Al principio la estación de pasajeros estaba en Donovan y “los viajeros que llegaban a fines de 1890, debían trasladarse desde allí hasta el casco céntrico aunque todavía no estaban construidos los puentes sobre el río San Luis. Después el ferrocarril continuó su trazado ingresando a la ciudad por donde hoy se ubica la avenida Eva Perón y ahí debió construirse el Puente Blanco que pasaba por arriba de las vías”, señaló el arquitecto.

 

Esa obra de ingeniería vial construida por ingenieros del ferrocarril hoy es la unión de la calle Ciudad del Rosario con la avenida Santos Ortíz.

 

La era moderna

 

La tercera época se desarrolló a finales del siglo XX y durante este siglo XXI, y es la que Larramendi señala como “la consolidación de la modernidad”, donde su ícono más importantes son las Terrazas del Portezuelo. “Es una pequeña revolución urbana porque se despega del casco original y se desplaza hacia un lugar que era emblemático para los puntanos: donde descienden las sierras hacia el río y el terreno vuelve a subir. Eso, en términos de la lengua española era un portezuelo. Que significa un paso entre montañas y un pequeño puerto. La definición de ese vocablo de origen chileno es extremo de tierra que penetra en el mar, que en nuestra región terminaba en el río”.

 

 

 

También dijo que rompe con el trazado tradicional porque "ahora es un entorno serrano rodeado de naturaleza y deja de ser un paisaje urbano. Además se vincula la otra margen del río que no era muy atractiva, ya que la ciudad se desarrolló desde el centro hacia el norte y el este. En ese predio se construyeron una serie de edificios de cierto nivel y después en un lugar más alto, como un pequeño Monte Olimpo, el palacio de gobierno que ya tiene la impronta de este siglo, porque contempla el cuidado del medioambiente”.

 

Otra edificación que para Larramendi rompe con el paradigma de los edificios clásicos es la Estación de Interconexión Regional (Ediro). “Tanto por su cubierta, su techo, como así también el cerramiento y la estructura. Es compleja y metálica, no tiene formas planas, sino curvas que le dan la impronta de una gran ameba. Hasta hoy no existe un edificio en el país que contenga todos esos componentes en su totalidad. Por eso es una revolución en cuanto a lo construido hasta ahora y se acerca mucho al organicismo de Antonio Gaudí, el arquitecto Catalán que hizo obras clásicas en Barcelona como las Escuelas de la Sagrada Familia”.

 

 

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