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Plantó almendros a pocas cuadras de la gran ciudad

Maneja un campito que era el orgullo de su papá y fue creciendo a base de inversión, trabajo y una mano de los amigos. Espera obtener 12 mil kilos de la variedad Guara.

Por Marcelo Dettoni
| 02 de enero de 2022
Frutos del trabajo. Ramón Garro controla el crecimiento de sus almendros.

El oeste de la ciudad de San Luis tiene una particularidad: apenas uno se aleja mil metros de la avenida Lafinur hacia la izquierda, en la bifurcación que ofrece también seguir por España o por Ejército de los Andes, aparece el campo. El paisaje cambia por completo, porque el asfalto le deja lugar a un ripio bien consolidado, las arboledas ganan terreno y desaparecen las casas, reemplazadas por quintas o explotaciones que tienen árboles frutales sobre ambos contornos de la ruta 16, camino a Pescadores.

 

 

 

Una de esas explotaciones es la de Ramón Garro, a quien se lo conoce en diversos ámbitos de la provincia. Algunos lo tienen en las retinas acelerando a fondo con su auto de rally por los caminos polvorientos, otros lo habrán visto detrás de su escritorio en el corralón que maneja en la ciudad, pero también empezó a tallar en el terreno rural como productor de almendros, un hobby con el que comenzó hace cinco años y está comenzando a ver los "frutos" de manera literal, al punto que ya pasó el umbral del puro entretenimiento para convertirse en otra fuente laboral importante, que le insume tiempo y esfuerzo.

 

 

Eligió la variedad Guara porque es más dulce. Es un fruto de forma redonda y color marrón claro. La planta es resistente a climas secos.

 

 

Cuando se decidió a arrancar con la plantación, esas tres hectáreas cerca del centro eran puro monte. “No había nada, empezamos de cero…”, recuerda Ramón sobre el campito que desde hace 45 años pertenecía a la familia y era el orgullo de su papá Juan. "Un amigo me propuso plantar duraznos, pero es una fruta que necesita de mucho tiempo para comenzar a ver los resultados. Además se cosechan en muy pocos días y hay que vender toda la producción lo más rápido posible, porque es mercadería perecedera. Y como nosotros en ese momento no teníamos experiencia ni tampoco muchos medios para salir al mercado, lo desechamos”, asegura.

 

Sobre los motivos que lo condujeron a plantar almendros cuenta que, “la fruta seca ofrece un margen para levantarla, se puede hacer dos días antes o varios después, no hay una ventana determinada. Si se cae puede aguantar en el suelo sin bicharse, es una producción que requiere de menos cuidados y que se puede hacer sin tanto apuro. Incluso se puede guardar hasta tres meses sin necesidad de contar con cámaras de frío". De todos modos, Garro ya invirtió en secaderos para conservar el fruto en perfecto estado una vez que lo cosechó, incluso mantiene buena parte de la producción del verano pasado, a la espera de las mejores oportunidades comerciales. “Hasta en esto tenés menos presión, porque los tiempos los manejás vos”, dice convencido.

 

Los almendros los trajo en dos etapas desde Mendoza. En el primer año plantó 300 árboles y en el segundo agregó otros 900, todos de la variedad Guara. La eligió porque el sabor del fruto es más dulce, tiene forma redonda y color marrón claro. Es una planta que se caracteriza por ser muy resistente a climas secos y temperaturas altas como las que prevalecen en la época estival en San Luis.

 

 

Con los almendros tenés menos presión que con frutas como el durazno, porque no se pudren rápido y manejás los tiempos.

Garro reconoce la ayuda que le brindó de entrada el ingeniero agrónomo Pablo Cangiano, quien fue el que lo convenció para arrancar con la explotación frutícola. “Él me dijo que la Guara es una variedad de floración tardía, lo cual es mejor porque en San Luis suele haber heladas hasta bien entrado octubre”, cuenta. Como los almendros empiezan a dar frutos en el segundo año, en febrero de 2022 encarará su tercera cosecha, que a la vez será la primera con un buen volumen si es que el clima acompaña y sobre todo no le pega el granizo tan característico del verano puntano.

 

“Estimamos que vamos a obtener entre 10 y 12 mil kilos. Fue una temporada atípica, hubo varios días de calor en pleno invierno y después llegó el frío, por lo que las plantas están un poco adelantadas a lo que dicen los libros”, describe el piloto de rally y comerciante, quien tiene dos laderos incondicionales en su establecimiento, que justamente se llama Los Almendros. Uno es Alberto Debattista, a quien conoce del ambiente del rally y es quien se encarga de llevar adelante la producción en el día a día. El otro es Jorge Palma, el casero, quien durante el día trabaja en Vialidad Provincial y vive allí, por lo que la plantación tiene control durante las noches.

 

El campo luce ordenado, con todo en su lugar. Ramón construyó una linda casa de fin de semana, otra para el cuidador nocturno, una hilera con 600 álamos que oficia de cortina para el viento y un completo sistema de captura de agua para el riego, ya que el almendro requiere de un proceso intensivo que requiere de 10 litros de agua por día y por planta. Cuenta con una pileta de 150 mil litros en la que ingresa agua desde un acueducto, ya que es usuario de San Luis Agua. De allí pasa a un doble proceso de filtrado para luego ingresar a dos tanques de 3.000 litros cada uno, de la que se distribuirá en las 49 hileras de frutales a través de mangueras perforadas para que tengan un goteo constante.

 

“Al principio se nos tapaban los picos de la manguera y descubrimos que era porque al agua cruda hay que filtrarla, una vez que lo solucionamos no hubo más problemas”, cuenta Debattista, quien tiene experiencia en el campo ya que fue durante varios años contratista de siembra y cosecha y trabajó para grandes productores. Es de Eleodoro Lobos, comenzó haciendo esas tareas para el inquilino de su propio campo y luego estuvo 4 años brindando el servicio en Ser Beef, al tiempo que hacía el corte de pasto en las autopistas, contratado por el Ente de Control de Rutas.

 

Tras el empujón inicial de Cangiano, hoy el ingeniero agrónomo a cargo del proyecto es Alfredo Cartellone, quien se desempeña también en Sol Puntano por lo que tiene amplia experiencia. Además, Garro dice que los genes los trae desde la cuna: “Mi mamá Inés es mendocina y allá las fincas se multiplican como hongos”, afirma mientras conduce a este cronista a un rincón donde hay 120 cajas con abejas, que le sirven para polinizar los almendros de manera natural.

 

El proyecto también tiene una faceta educativa. A través de Cangiano, quien es docente en la escuela agrotécnica de San Luis, llevó a los alumnos del último año para hacer la poda correctiva durante el invierno. “Fue un beneficio mutuo, a mí me ayudaron a hacer un trabajo muy necesario y para ellos fue un aprendizaje fundamental”, cuenta.

 

En cuanto a comercialización, sus almendras van a algunos mayoristas de Córdoba y Mendoza y otra parte de la producción termina en Sol Puntano. “Ya probé vender con y sin cáscara y por ahora me quedo con la primera opción, porque es muy delicado el proceso de pelado y a veces no terminan enteras. Cuestan 50% más, pero es un riesgo”, describe.

 

Como el precio es muy variable, vende cuando le conviene ya que las almendras se pueden guardar hasta un año y medio. Para eso instaló un semirremolque en el campo donde acumula los cajones con la fruta luego de que pasan por el secadero durante unos 20 días. Allí también armó un pañol de herramientas que lo saca de cualquier apuro. “Mi idea es reunir la producción  con la de algunos vecinos y hacernos más fuertes en conjunto”, tira como idea cooperativista, algo que funciona muy bien en otros ámbitos como la cría caprina.

 

El próximo paso sería probar suerte en el Mercosur, donde ya tiene contactos en Chile y Brasil. Además, ingresó a un programa que maneja la provincia con fondos de Nación que se llama Desafío Exportador, por el cual recibe asesoramiento de técnicos especializados en comercio exterior a través de la coordinación del área de Generación de Negocios de San Luis Logística. El valor agregado también está en los planes, ya sea en forma de leche o harina de almendras, productos muy en boga en las dietas naturistas.

 

Además de los almendros, plantó 300 árboles de membrillo con un doble propósito: diversificar la producción y combatir las plagas, ya que es un árbol más débil y susceptible, por lo que las atrae, impidiendo que lleguen a las hileras de su explotación principal. “Igual, sacamos 1.200 kilos que le vendí a Sol Puntano. Ellos hacen dulces y los comercializan en fresco”, agrega. En la entrada se divisan unos pocos durazneros, perales, nogales, limoneros y cerezos, pero esos son para consumo propio y para darle más color a la finca. “Hay una época del año, la de la floración, en la que está todo blanco. Parece nevado”, describe.

 

Los almendros lucen unas prolijas tasas para que puedan acumular el agua. Debattista asegura que “no hacen falta, pero a Ramón le gusta como quedan…”. Son amigos desde hace muchos años y comparten la pasión por el rally. Por eso cuando él decidió que ya era suficiente con su tarea de contratista ya que “renegaba mucho con la gente a cargo”, Garro le ofreció el trabajo en la finca y no lo dudó. “Fue bravo al principio, faltaba tensión y entonces el riego era deficitario, porque además las cañerías eran chicas. “Como el agua cruda tapaba las boquillas de la manguera, lavé a mano las 2.400 con la ayuda de un soplete, ahora pueden tirar hasta 18 litros por hora”, cuenta con orgullo.

 

 

Prefiero vender las almendras con cáscara porque es muy delicado el proceso de pelado y a veces no terminan enteras.

Una planta de almendras puede durar entre 15 y 20 años con los cuidados indispensables. En el establecimiento del oeste puntano fertilizan con un granulado no volátil y fumigan con acaricidas y otro especial para combatir la roya. “Secamos el pasto que sale en los andariveles y dentro de las tasas de los árboles para que no consuman humedad”, cuenta el encargado.

 

En la despedida, Garro muestra las almendras en sus tres estadíos poscosecha: con la cobertura verde ya arrugada, con cáscara y pelada. El gusto es delicioso. “Faltaría una cerveza…”, bromean los anfitriones, mientras recorremos un sendero cubierto de "capote", como se conoce a la cáscara de almendra y que sirve para abono de la tierra.

 

En febrero será la cosecha manual durante unos 16 días y ahí conocerán con exactitud el resultado de tanto esfuerzo. Pero sobra confianza en Los Almendros porque el negocio está encaminado. Para Ramón ya dejó de ser un cable a tierra, para eso está el rally. Tampoco es la locura urbana del corralón, se lo podría definir como una pasión que crece con los años. Porque ser productor significa estar en contacto con la naturaleza, seguir el mandato paterno con el campo y recuperar las sensaciones que tenía su mamá en las viejas fincas mendocinas. 

 

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