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El calor extremo durante la floración puede ser fatal

Dos investigadores del INTA de Villa Mercedes realizan ensayos con el cereal. Aseguran que para evitar daños irreparables hay que elegir bien las fechas de siembra y la semilla.

Por María José Rodríguez
| 30 de enero de 2022

Durante las primeras semanas de 2022 la Argentina surfeó una ola de calor que superó los 40°, temperatura suficiente para producir daños irreversibles en el crecimiento y desarrollo del cultivo de maíz, especialmente durante la etapa de floración. Frente a este fenómeno, que había sido pronosticado, dos investigadores del INTA, Maximiliano Riglos y Nicolás Rusoci, realizaron ensayos en los que tuvieron en cuenta las fechas de siembra, las condiciones climáticas y la calidad de las semillas.

 

“Un golpe de calor se produce por el ascenso de las temperaturas por encima de un valor umbral, considerado por encima de los 35°. A partir de ahí hacia arriba se producen daños irreversibles en el cultivo. Temperaturas altas hay siempre, pero tenemos que diferenciar lo que son temperaturas altas, de las muy altas como las que tuvimos las semanas que pasaron y que rozaron los 40° o en algunos casos fueron aun superiores", indicó Riglos, becario del INTA y Conicet, encargado de evaluar fisiológicamente el efecto de las altas temperaturas y las sequías sobre maíz, soja, sorgo y maní.

 

 

El estrés térmico que sufre la planta se percibe a través de las hojas: crecen muchas en poco tiempo y no le da tiempo de asimilar recursos.

 

 

Añadió que cuando se dan entre 30° y 35° el desarrollo del cultivo es más rápido. “En cuanto a lo que observamos en proyecciones climáticas trimestrales, sabíamos que entre enero, febrero y marzo se iban a presentar temperaturas más calientes que el promedio histórico. Esto produce que se acelere la tasa de crecimiento de la planta. Dentro de un ambiente con las condiciones que tiene Villa Mercedes, realizamos los ensayos y decidimos sembrar a fines de octubre para poder cosechar entre marzo y abril”, contó, y siguió: “Cuando hay altas temperaturas el ciclo del cultivo se acorta, cosechás mucho antes y se produce un desperdicio de los recursos que hay en el ambiente”.

 

Pérdidas en otoño

 

Para ser más específico aclaró que la planta no podrá aprovechar la luz que se da entre marzo y abril, el agua que pudiera tomar de la napa y los nutrientes del ambiente, “es decir, que hay muchos recursos para brindarle al maíz, pero como creció y se desarrolló tan rápido la planta no podrá disfrutarlos”. 

 

Esos cambios que sufre se pueden percibir a simple vista a través “de la cantidad de hojas que va generando. Básicamente tenemos tres etapas que debe cumplir el maíz: la vegetativa, la reproductiva y la de madurez fisiológica. Cuando germina hasta la iniciación floral, que es lo que no se alcanza a ver porque ocurre dentro de la caña, se llama base vegetativa; la reproductiva de iniciación floral es hasta la floración y alcanza el momento en que se forma la panoja y después desde ese momento hasta que llega a la madurez”, explicó.

 

“Si el desarrollo del cultivo se acelera, el tiempo en el que crece una hoja tras otra es muy corto, entonces cuando se genere la segunda hoja será de menor tamaño. En ese caso la tasa de desarrollo aumenta, pero tendrá menores posibilidades de capturar recursos, radiación, agua, etc.”, aseveró Riglos, y agregó que para calcular lo que el cultivo captura del ambiente, trabaja “bajo un índice de área foliar, que se calcula por metros cuadrados de hoja y de suelo. Si percibo que muchas hojas crecen en poco tiempo, la planta tiene una tasa de desarrollo alta. Si las temperaturas fueran más frescas, cada hoja tardaría más en aparecer”.

 

“Para hacer frente a semanas tan calurosas como las que vivimos, hay diferentes herramientas que se pueden tener en cuenta antes de iniciar una campaña. Esto permitirá sobrellevar mejor el estrés que pueda sufrir el cultivo. Las dos que se pueden implementar son las siguientes: la correcta elección de fecha de siembra y una buena elección del material, del híbrido a utilizar, es decir de la semilla”, dijo Rusoci, investigador de INTA e integrante del grupo de Producción Agrícola y Ensayos.

 

“En cuanto a la fecha, se puede realizar una siembra temprana o tardía. Nosotros sembramos a fines de octubre, cuando las condiciones hídricas hicieron que la planta no sufriera por la falta de agua, de manera que ubicamos el periodo crítico en condiciones más favorables para el cultivo, pero sí padecerá un estrés térmico en plena época de floración, tal como se dio en las primeras semanas de enero”, explicó el científico.

 

 

El ascenso de la temperatura por encima de los 35°, como este año, puede ocasionar daños irreversibles en el cultivo de maíz.

Rusoci agregó que el otro escenario elegido fue el de la siembra tardía, durante la primera semana de diciembre, “donde el cultivo atravesaría el estrés térmico antes de la floración. El maíz en ese momento está en estado vegetativo, es cuando probablemente mejor se recupere, y si bien el rendimiento se puede ver afectado, no lo será tanto como sí lo hizo el maíz de fecha de siembra temprana. En este ensayo probablemente la planta se recuperará”. En este caso, añadió que “el rendimiento será menor porque la oferta ambiental en cuanto a radiación y temperatura también estará por debajo en el momento de llenado del grano, entonces es muy importante hacer una correcta elección de la fecha de siembra”.

 

Por otro lado el investigador especificó que otra herramienta importante a tener en cuenta es “la correcta elección de un material más tolerante al estrés térmico. Es bueno preguntar este tipo de cosas cuando uno va a comprar las semillas, siempre pensando en cómo son los pronósticos climáticos. Por ejemplo, si es neutro, o si se va a presentar el fenómeno de la Niña o el Niño, uno puede conocer qué tipo es el indicado para las diferentes campañas. Las predicciones sirven para saber a qué nos enfrentamos y cómo nos posicionamos de frente a lo que se va a presentar”.

 

“En cuanto a los ensayos que realizamos, la siembra ideal cuando todo indica que será una época calurosa debe ser durante la primera quincena de diciembre. En esta zona hacerlo antes no es recomendable porque no hay humedad suficiente. Es muy importante para que se pueda dar una correcta terminación y emergencia, y que haya un buen stand de plantas”, recomendó Rusoci.

 

 

Es recomendable la siembra tardía, la primera semana de  diciembre, y elegir una semilla tolerante a las altas temperaturas.

Por otra parte Riglos pasó en limpio: “Entonces si sembramos a principios de diciembre, con buena humedad para poder ubicar el período crítico y la floración, nos coincide cuando hay una menor demanda de humedad de parte del ambiente y eso está a la par con el estrés térmico que sufrió la planta en estado vegetativo”, dijo, y continuó: “Cuando estuvimos en el campo  percibimos una notoria diferencia entre las fechas de siembra. La temprana, que recibió el estrés térmico y está en etapa de floración; y la tardía, que aún está en estado vegetativo. Seguramente esa fecha tardía que elegimos sembrar la primera quincena de diciembre se va a recuperar y si bien tendrá un menor rendimiento, no se verá tan afectada como el maíz que sembramos en etapa temprana, a fines de octubre”.

 

Además indicó que en una etapa vegetativa el daño no se traduce directamente en el rendimiento, “posiblemente tenga un efecto, que no será tan grave como cuando se da en la etapa de floración. Básicamente lo que estamos observando ahora, es que los granos de polen pierden viabilidad, la parte que está más expuesta al sol es la panoja, la parte superior; y la que menos sufre es la más baja. Entonces los granos de polen no tienen ningún mecanismo de protección frente a las altas temperaturas y directamente pierden viabilidad o androesterilidad, es decir, la planta de maíz es estéril desde el punto de vista del aparato masculino, porque el femenino, que vendría a ser la misma espiga, la parte media de la planta, no pierde viabilidad. Si la pierde, no estaríamos logrando un buen cuajado de los granos”.

 

Para arribar a una conclusión más exacta ambos investigadores indicaron que por ahora, dentro de lo observado, se destaca que “la siembra de octubre está en etapa de floración, comenzando cuajado. Ahora están los estigmas del aparato reproductor femenino, que está receptivo, es decir aceptando los granos de polen, entonces todavía no sabemos  si parte de ese polen va a ser viable o si se pierde el ciento por ciento. Tampoco sabemos si vamos a tener cosecha o no. Eso se va a definir a fines de febrero, principios de marzo, cuando tengamos un panorama mucho más claro”, especificó Riglos.

 

 

Durante la etapa vegetativa el daño que se produce en la planta por el estrés térmico es menor que el que se da en el momento de floración.

 

 

Otro de los factores que se da en la zona de Villa Mercedes son los vientos: “El aire deseca a las plantas, tiene un efecto potenciador. Si ya teníamos estrés hídrico, si bien después llovió a principios de diciembre y a fin de mes, hasta comienzos de enero tendió a estar más seco, entonces se suma este factor de temperaturas altas, más la sequía ambiental. Todo eso genera que las plantas se sequen, se empiezan a entregar y no siguen su ciclo en algunos casos”.

 

Con una visión optimista todavía, Rusoci afirmó que “febrero es un mes que tiene menor demanda ambiental, temperaturas más acordes, menor radiación y esto ayuda mucho. Si se dan altas temperaturas en plena época de llenado del grano también afectará el peso de esos granos, se acortará el proceso y serán más pequeños. Visualmente se puede apreciar que las espigas tienen las puntas vanas, se forma como una ampolla. El efecto que produce el estrés hídrico es apreciable en el verde de las hojas basales y el quemado de las hojas en la parte apical, la de arriba de la planta”, concluyó.

 

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