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La salud mental en el centro: voces que reclaman y consuelan

El 10 de octubre se celebró el Día de la Salud Mental: una problemática polarizada que tiene que ver con todo y que tuvo su espacio en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias. Para las asistentes, la salida es comunitaria y colectiva.

Por Wanda Tozzi
| 16 de octubre de 2022
Colegio tomado. La escuela "Rosario Mercedes Simón" estuvo repleta de mujeres de todas las edades que debatieron sobre lo que sucede por dentro. Foto: Fátima Juárez.

Caminando por Constitución, la imagen se repetía. Grupos de mujeres, niñas y adolescentes se frenaban en una esquina, consultaban su celular y se brindaban indicaciones. Al llegar a Balcarce la congregación era mayor. Todas se dirigían a un mismo lugar, a la escuela “Rosario Mercedes Simón”, donde, entre otros, se dictaba el taller de Salud Mental.

 

La gran concurrencia provocó que las organizadoras tuvieran que abrir más de cinco comisiones, y así poblaran distintos espacios del establecimiento, desde el patio, las aulas y hasta los pasillos.

 

Sentadas en bancos, en el piso y formando un círculo, el inicio del taller —con alrededor de 60 mujeres y disidencias— fue tímido, nadie quería tomar la palabra. La encargada de romper el hielo fue Patricia, de Lomas de Zamora, quien cuestionó la modalidad: “Pensaba que en este espacio nos iban a asesorar sobre cómo afrontar cuestiones relacionadas a la materia; tengo un hijo con adicciones y siento que cada vez que acudo a una dependencia me cierran las puertas porque ya es mayor de edad y me dicen que quien se tiene que hacer cargo de él es la madre, no el padre, ni el Estado, ni el sistema de salud, la madre”, manifestó. Nancy, la moderadora, dijo que al margen del reclamo de Patricia, el espacio más que nada era para conversar y sacar conclusiones que permitieran abordar las problemáticas que circundan la salud mental. 

 

Camila, de Quilmes, cuestionó el accionar del sistema de salud y la propia aplicación de la ley, que en su artículo 4º manifiesta que las adicciones deben ser abordadas como parte integrante de las políticas de salud mental. “El Estado no dispone de ayudas para las personas que sufren adicciones, simplemente las margina, criminaliza y discrimina”.

 

El taller de Salud Mental fue uno de los 105 que se realizaron en el Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias.

La variedad de temas que rozan esta problemática es extensa. Solo por mencionar algunos de los ejes sobre los que se discutió, hablaron de adicciones, la nueva Ley de Salud Mental, víctimas de violencia de género, violencia médica, de dónde proviene la problemática de la salud mental, medicación, perspectiva de género en el ámbito de la salud, capitalismo, FMI, suicidio, empatía, bullying, salud mental comunitaria, entre otras. Todos los planteos tuvieron un mismo punto en común y es que el bienestar mental es invisibilizado o relegado respecto de la salud convencional. Además de que los ámbitos de aplicación de la ley como tal son escasos y se vulneran los derechos de las personas con padecimiento mental.

 

La salud mental tiene que ver con el contexto, es colectiva. El trabajo de quienes ocupan este espacio debe ser abordado desde la ética y la empatía. Sin embargo, nos encontramos con un sistema que rotula una dolencia, la medica y se olvida.

 

 Las voces del alba. En el patio de la escuela no hubo recreos, pero sí voces que se expresaron por la salud de todas. 

 

Guillermina, de Catamarca, tomó la palabra para cuestionar que en su trabajo, un laburo comunitario de asistencia a víctimas de violencia, nadie las asesora ni se hace cargo de las trabajadoras. “Mi trabajo no es fácil, muchas veces las problemáticas nos interpelan y debemos mostrarnos fuertes con respecto a quienes solicitan nuestra ayuda, nadie se encarga de respaldar nuestra propia salud mental”.

 

Y se corrió la vista a la gran demanda que hay y cuándo realmente se asiste a una persona. El artículo 7º de la ley dice que el Estado reconoce derechos como el acceso gratuito, igualitario y equitativo, no obstante eso está muy lejos de ser real. Eugenia vive en Córdoba, trabaja en un bar y manifestó que recibió ayuda, recién, cuando manifestó que se autolesionaba. “En Córdoba está saturado el sistema, si no tenés obra social y acudís al sistema público, te encontrás con que tenés que tener un conocido o manifestar que te estás queriendo matar para que te atiendan”. La solución ante la demanda es la misma, rotulación, medicación y nada más. El poco acompañamiento pone en duda la regulación de la normativa. “El sistema, diagnóstica, anula y silencia a los pacientes”, dijo Laura, que es psicóloga y llegó desde Rosario.

 

"El empoderamiento, la forma de trabajar y la permanente lucha dieron sus frutos. Falta un camino por recorrer, pero lo que hemos avanzado y todo lo que logramos desde el principio hasta la actualidad es realmente relevante".
 

Lucía, de Buenos Aires, entendió que el problema es el sistema patriarcal y el gobierno “que no nos cuida”, ni respeta la ley; “tenemos que abogar por un nuevo sistema para conquistar el sentido de vivir una vida digna”. En la misma sintonía Poly, de Mendoza, dijo: “No somos un producto. Nos tratan como si fuéramos un mandato productivista que no se transforma, necesitamos vivir vidas más libres”. Casi en simultáneo, Victoria, de San Juan, tímidamente, contó que abogaba por el feminismo desde la individualidad, debido a que la interpela el abuso que el sistema produce en nosotras. El sistema provoca muchas veces que la ayuda la recibás de quien menos pensás y son amigas, familiares, vecinas, comerciantes, peluqueras, masajistas, entre otras, quienes están a la orden de la problemática. “Todas estamos en una, con el trabajo, con las relaciones, con las familias, estamos colapsadas”, dijo y abrió el panorama a la empatía, “muchas veces tenemos una absorción tóxica de la empatía, en la que intentando ayudar a otra, nos cargamos en los hombros esos problemas, y es ahí donde debemos solicitar ayuda”.

 

Casi en el final, Luli, lanzó una pregunta que quedó resonando un largo rato: “¿Qué entendemos por salud mental?, ¿cuál es el parámetro para saber si estamos bien o si estamos mal?”. Valeria, trabajadora social de Río Negro, respondió: “Es el bienestar mental, ser responsable afectivamente. Vivimos en una sociedad en donde la educación sentimental es nula”. E invitó al grupo a cuestionarnos que quizá la educación en este sentido es prioritaria para salir adelante, con profesionales que acompañen éticamente nuestros problemas y sobre todo que el sistema de salud no le corra la vista a la salud mental. “Hablar de salud mental es prevención, me emociona escucharlas, se tiene que exigir que el sistema deje de enfermarnos, exigir planes de estudio con perspectiva de género”.

 

Los encuentros, como espacios colectivos y de organización de mujeres y disidencias, nos dejan en claro algo, las problemáticas que abordamos en materia como la salud mental, y otras tantas, generan debates en los que el común denominador es el respeto, la libertad de poder brindar un testimonio, buscar soluciones y, sobre todo, lo mucho que nos hacen falta políticas de estado que nos permitan vivir una vida más libre. Los recursos con los que se implementa la salud mental son repetitivos, siguen un patrón y conforme avanza el tiempo, nos encontramos en la disyuntiva de detenernos un momento para replantear lo que entendemos por salud, que abarca todo el bienestar, fundamentalmente el mental.

 

El desgaste es generalizado, incluso pareciera que el mismo sistema está cansado.

 

Lo que queda es releer estos testimonios y entender que por ahí no nos damos cuenta, pero si frenamos un momento y pensamos en cómo el feminismo nos regala estos encuentros, comprenderemos lo inmensas que podemos ser las unas para las otras.

 

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