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Las cremaciones ya son entre el 30% y 40% de los servicios fúnebres

De acuerdo a un sondeo de El Diario de la República, estos procedimientos van en crecimiento. En parte, vienen a solucionar las dificultades de la población en los cementerios municipales. 

Por Nicolás Gatica Ceballos
| 19 de junio de 2022
Destino final. Actualmente los cementerios disponen espacios para depositar urnas. Advierten que cada vez hay más procesos en la capital puntana. Fotos: Martín Gómez

Los augustos misterios de la muerte han calado en la profundidad de la conciencia de los seres humanos desde tiempos inmemoriales. La estampa de un plano desconocido buriló un tabú del que muchos quieren vislumbrar, pero no hablar. Asimismo, las culturas cambian y en esa fluctuación los puntanos van hacia una tendencia concreta: la cremación. Si bien el proceso no está extendido como en otros lugares del planeta, calculan que oscilan entre el 30% y el 40%, según las empresas funerarias.

 

Para conocer el escenario de lo que ocurre en la provincia, El Diario de la República consultó con diversos referentes. Se advirtió que frente a la sobrepoblación de los cementerios, es una alternativa que facilita muchos aspectos y que incluso contribuye a la sanidad. Al menos en la ciudad, los prejuicios y las tradiciones que prefieren la tierra poco a poco van tomando otro rumbo.

 

“Las generaciones que vienen detrás tienen otro concepto. Nosotros morimos dos veces: en el plano físico y en el olvido. Esa segunda muerte no la quiere nadie. Cuando ven que las generaciones no irán al cementerio, quieren cremarse. Además, en todo el mundo los cementerios municipales están colapsados; el pueblo ha crecido y no pasa lo mismo con el cementerio”, manifestó Ricardo Péculo, tanatólogo exequial, fundador y director del Instituto Argentino de Tanatología Exequial.

 

Antes había un único crematorio para todo el país; estaba ubicado en Chacarita, en Capital Federal. Cuando aparecieron los privados, facilitaron el acceso y empezó a extenderse la práctica. En San Luis, la mayoría de las empresas lleva los cuerpos a Río Cuarto y a Mendoza para este tipo de procedimientos. Solo hay una compañía que cuenta con instalaciones habilitadas en la capital puntana.

 

En la web www.tecnicaturafuneraria.com hay datos sobre la única carrera del país. 

A grandes rasgos, hay tres destinos finales para los restos. Una vez que se completa la cremación, las empresas entregan una urna con las cenizas. Estas se pueden esparcir según la voluntad que haya manifestado el difunto o la disposición de la familia; también se pueden disponer en hogares, iglesias o cementerios. Una modalidad que se impulsa tiene que ver con las ecournas, que se entierran en canteros especiales donde se plantan flores o árboles, todo con un simbolismo muy peculiar.

 

El gran dilema no es la cremación en sí misma, sino el destino final. “La gente crema porque el familiar lo pidió y después no saben qué hacer con las cenizas. Esparcirlas es una locura, el ser humano siempre tuvo un contacto con el antepasado. Aunque no vaya al cementerio, sabe que está ahí. El destino no está legislado, no me puedo llevar a papá en el ataúd, pero sí las cenizas. Cuando se llevan a las casas, cuesta la elaboración del duelo. No es aconsejable”, referenció Péculo.

 

Urnas. Según las necesidades, hay diferentes modelos y materiales. 

 

Históricamente las religiones se opusieron. La idea va de la mano con el concepto de las tradiciones crísticas que exponen la noción de la resurrección de la carne. Incluso la Biblia expone en el libro del Génesis, en el capítulo 3 versículo 19: “Acuérdate que polvo eres y que al polvo volverás”. La Iglesia católica en los últimos años consideró que es lícito cremar (siempre que haya razones puntuales), pero el destino final debe ser un espacio sagrado, como un cementerio o un templo. El año pasado, la parroquia San Roque de la capital anunció la inauguración de un cinerario que tiene la capacidad de abarcar más de 7 mil sepulturas.

 

“El 42% de la gente tiene las cenizas en la casa, solo el 16% las esparce, y el 35% las deposita en los cementerios. Creía que eran más los que las esparcían, pero no, la mayoría las tienen en sus hogares. Siempre hacemos lo que no hay que hacer. En las grandes ciudades superaron a las inhumaciones, están en un 68%. En el interior se mantienen las tradiciones y no se advierte tanto el problema de los cementerios colapsados, todavía hay lugares”, manifestó.

 

“Siempre digo que el que acepta la muerte vive más. No más tiempo, pero vive más. La gente cree que es inmortal y después me canso de escuchar en los velorios cosas como: ‘El quería conocer Bariloche’. Ya es tarde. Hay que hablar de la muerte en el seno familiar. ¿Por qué organizamos los casamientos un año antes? ¿Por qué el funeral se organiza el mismo día? ¿Qué pasa si planifico la fiesta el día que me caso? Seguramente será un problema. La gente no quiere organizar su muerte. Yo tengo mi ataúd hecho por ejemplo, y no quiere decir que me voy a morir antes; es más, no tengo apuro (risas) ni me he metido adentro, no lo he probado. Pero digo, hay que hablar. Hablar no es anticipar”, precisó.

 

 

Más de 70 mil difuntos

 

La Dirección de Cementerios de la ciudad es ente regulador de las cremaciones. La titular, Florencia Vanni, señaló que si bien hay una especie de tabú, advierte la necesidad de las cremaciones.

 

“Vemos los féretros que las familias abandonan. Se deterioran, se rompen, entonces se incursiona en la cremación, que es lo más sano. A veces cuesta explicarles el funcionamiento, los procesos. Hay muchos mitos, como por ejemplo el hecho de que piensan que se creman varios cadáveres al mismo tiempo. Les explicamos que no es así, que confíen, que es una práctica moderna, sana. La cremación viene a desarraigar el olvido”, dijo.

 

En los cementerios municipales de la capital trabajan con diferentes cuestiones, como el mantenimiento. No es que concreten un tratamiento sobre los nichos o mausoleos porque eso es obligación de los particulares, pero sí cuidan los espacios y alrededores. Para ello, los vecinos deben pagar una cuota, pero muchas veces eso queda en el tiempo: cada nicho queda a cargo de diversas sucesiones a lo largo de los años, pero se pierde el linaje y no queda nadie que pueda hacerse cargo de las estructuras.

 

“Hablamos de cementerios de 1840 y 1860, tenemos gente de esas fechas pero como no están los herederos, no se toca. Si no viene una persona que pueda certificar vínculos no se puede hacer nada. Lo más complicado es en nichos. Cuando es tierra, que es para un sector social determinado, se presta la parcela por 10 años, que es el período que tarda la descomposición hasta dejar huesos. Ahí se saca, se coloca en una urna y se traslada a otro cementerio o nicho. Publicamos edictos colectivos para citar a familiares para que puedan regularizar su situación. Cumplido ese tiempo, como autoridad podemos depositar los restos”, afirmó.

 

De acuerdo a lo que explicó, la concesión varía. Hay algunas a perpetuidades que fueron las primeras que se dieron, que tienen un mantenimiento de $70 por mes. Ahora hay alquileres por $350 mensuales y concesiones a 50 años que están en $437 mensuales. Cuando el cuerpo está en tierra no se puede mover antes de los 10 años, salvo orden judicial o cremación. Es decir, la cremación no necesariamente se tiene que hacer al momento del fallecimiento, sino que se puede concretar posteriormente.

 

Vanni detalló que la cremación puede durar una hora, que se extiende a 3 entre papeles y procesos administrativos en los que se certifican vínculos. En el caso de las empresas que trabajan con crematorios en otras provincias, el proceso puede tardar hasta dos semanas, según la demanda.

 

“Tenemos una población total de alrededor de 70 mil fallecidos. Concretamos casi 50 traslados por mes a otros cementerios o cremaciones”, añadió.

 

 

Valores

 

Hablar de valores es meramente una aproximación. Las compañías, por claras razones, son muy celosas de este tipo de información. Lo cierto es que diversas voces aseguran que una cremación puede oscilar entre $30 mil y $80 mil, según la necesidad del cliente. Si el servicio requiere velatorio será más caro. Un servicio tradicional puede oscilar un promedio de $120 mil, y según los criterios puede incrementar o disminuir.

 

Por lo general la gente cree que invertir en la muerte es un gasto, pero aconsejan no medir estas cuestiones, dentro de las posibilidades, ya que la ceremonia funeraria es fundamental para iniciar el proceso del duelo. En parte es un homenaje, y como tal debe ser lo más prolijo posible.

 

 

Aprender a morir

 

Pese a que suene a una paradoja, el ser humano, que nace para morir, no aprende a hacerlo. No pocos referentes aseguran que la clave de la vida está en tener presente la finitud.

 

“La pandemia endureció a la gente, le cambió el sentimiento. Hizo que vieran a la vida de otra forma: a la muerte la tenemos ahí nomás. Nadie piensa en morirse, nadie está preparado. Muchas veces las mismas religiones no preparan a los fieles para esto, les dan un manto de piedad. Se muere un hijo y dicen que Dios lo quiso llevar a su lado. No creo que haya un Dios perverso que desee eso. Nosotros nacemos para morirnos. Cuando las personas fallecían de COVID-19, sobre todo en la parte más dura de la pandemia, los familiares no podían despedirse. Ni siquiera podían vestirlos. Se los buscaba a la morgue y de ahí a concluir el proceso. Antes, la familia buscaba el mejor servicio porque se veía como un honor. Ahora se degradó el sentimiento de la muerte”, expresó Isaías Segura, dueño de una empresa funeraria. En su caso particular, calcula que las cremaciones van en un 20% y un 25%.

 

Sergio Funes es encargado de una reconocida compañía del rubro. La firma no tiene crematorio propio, sino que llevan los cuerpos a Río Cuarto. Aseguró que los procesos oscilan entre el 30% y el 40%.

 

“Antes la gente era reacia. Hoy lo usan mucho. Nosotros tenemos el cantero cinerario, en el que se entierra una urna ecológica donde se representa al difunto con una planta. Se trata de un espacio de 50 x 50. Se recomienda la cremación porque es lo más simple. Los hijos vienen al cementerio a visitar a sus padres, pagan la cuota, pero los nietos no. Generan deuda, incertidumbre. Por eso tratamos de que opten por la cremación. Antes hacíamos un proceso por año, ahora estamos casi en el 40%. La pandemia influyó e incluso modificó el tiempo de velorio, que pasó a durar entre 3 y 6 horas, más allá de que la situación epidemiológica actual permita más tiempo”, aseguró.

 

 

Interior provincial

 

Todos los consultados coincidieron en que el interior provincial mantiene las tradiciones de velorios y el depósito final en tierra o nicho. En gran medida ocurre por una cuestión cultural, pero también tiene relación al poder adquisitivo. Por lo general las ofertas no salen de lo básico.

 

Martín González es dueño de una empresa fúnebre de Santa Rosa del Conlara que tiene alrededor de 45 años de trayectoria. El negocio lo inició su padre y ahora él está a cargo. Aseguró que no hay cremaciones.

 

“Acá el Municipio decidió hace tiempo que todo el mundo va a nicho, salvo los casos de coronavirus. No le venden tierra a nadie. Esa tendencia fue toda la vida así. Hay toda una cuestión cultural. En el caso de quienes tienen otra visión y quieren tierra, por ejemplo, tienen que comprar un pedazo en Merlo”, describió.

 

Indicó que actualmente su oferta oscila los $75 mil. Incluye ataúd, servicio y traslado a nicho. Reconoció que hay más vecinos interesados en sumarse como socios.

 

También remarcó que la pandemia fue crucial en el proceso del duelo. “No hice muchos servicios COVID-19. A los cuerpos los entregaban en Merlo, en la morgue. Los daban embolsados y así los retirábamos. No había velorios. Todo el procedimiento se hacía bajo estrictos protocolos y cuidados especiales”, comentó.

 

Aunque ya no se vela de noche, en el interior se mantiene la costumbre de la vigilia.

 

Eminencia. Ricardo Péculo es el tanatólogo más reconocido del país. 

 

 

Vida y muerte

 

Mientras un cigarrillo se consumía, el humo se esparcía hacia el infinito y el fuego, aún ardiente, vibraba en maniobras desesperadas al mismo tiempo que el papel se agotaba en un final irrevocable. De alguna manera, se asemejó a la vida.

 

“Para mí la muerte es lo mismo que para cualquiera. Me hacen esa pregunta porque trabajo con la muerte, pero soy un ser humano, como asados, tengo familia. Tomo mi trabajo profesionalmente. La experiencia que me deja es que acepten la muerte porque así van a vivir más. Disfruten la vida que morir, se van a morir. Eso es así. Hay gente que trabaja y trabaja, después se mueren y los familiares dicen que quería hacer esto o aquello. En los velorios me encuentro con cosas inconclusas, muchos están todo el velorio diciendo: 'Te quiero'. ¿Cuántos de esos te quiero dijiste en vida? Si le dijiste muchas veces, en el velorio no lo decís”, concluyó Péculo.

 

Cómo es el día a día de trabajo en un cementerio

 

Una vida. Julio Camargo trabaja hace tres décadas en el cementerio.Foto: Martín Gómez

 

Julio Camargo tiene 60 años. Contabiliza tres décadas de servicio en el Cementerio del Rosario, de San Luis. En su haber hay incontables anécdotas. Su vida no fue fácil, es veterano de Malvinas y cada jornada hay recuerdos imborrables. Pero, además, se dedica a diferentes tareas que atañen a la muerte. Aseguró que nunca tuvo miedo.

 

“Nosotros somos hasta psicólogos. Aquí viene gente con mucho dolor. Algunos hasta agresivos, y a todos tenemos que darles una solución para que se vayan tranquilos. Los hablamos, es muy complicado”, expresó.

 

Sus objetivos laborales son diversos. Concreta innumerables tareas. Ha recorrido cada centímetro del cementerio, de día y de noche. Jamás escuchó nada, nunca vio nada, pese a algunas historias de otros compañeros de trabajo. Asegura que esas cuestiones dependen del espíritu de cada uno; en otras palabras, nada inferior a la luz puede entrar en el campo de la luz.

 

“La gente cuida las instalaciones en general, pero suelen darse hechos vandálicos. Incluso aparecen brujerías los lunes a la noche y parte del martes, y los jueves y parte del viernes. Encontramos gallinas, lenguas cortadas al medio con fotos y clavos, entre otras cosas indescriptibles. Nosotros limpiamos todo eso”, comentó.

 

En una jornada en la que el sol se asomaba entre las cruces de los mausoleos, detalló que pese a lo que muchos pueden imaginarse, él está muy conforme con su actividad. Sabe de memoria dónde están las personalidades más reconocidas de la cultura, el deporte y diferentes áreas de la sociedad.

 

Con mucho respeto, cuida cada espacio y regala palabras de aliento a las almas que las necesitan.

 

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