Momento de lucidez terminal

En su lecho de muerte, Violetta, una cortesana del 1800, parece tener una pronta mejoría mientras canta en un poderoso agudo frente a su amado Alfredo sobre la vigorosa sensación de recuperación; como el último aliento de vida y el respiro de gracia que tiene el enfermo terminal. Acto seguido, perece en los brazos de su marido. La crueldad del melodrama italiano, enmarcado en París hace 200 años, parece tener más sentido para el público actual luego de atravesar una pandemia. No será tuberculosis pero muchas mujeres dejaron a sus amados en manos de la COVID-19.

El sábado, unos 500 puntanos se quedaron con ganas de más en la sala "Hugo del Carril" del Centro Cultural Puente Blanco. San Luis Lírica ofreció una versión abreviada de "La Traviata" sin su componente principal, el barítono del Teatro Colón Leonardo López Linares. La ausencia de una de las figuras internacionales que iba a tener la gala redujo su duración a, exactamente, una hora, incluidos los aplausos finales, las fotos y la repetición del aria “El Brindis”.

Al inicio de la noche, con su potente voz de tenor, Edgardo Casirola (Alfredo) contó que por una enfermedad respiratoria, Leonardo no pudo llegar a la gala, y agregó que este tipo de afecciones son muy frecuentes en los cantantes durante la temporada más fría del año. Sin embargo, el artista pudo hacerse presente a través de un audio que se reprodujo en la sala y en el que se disculpó por su ausencia y les deseó éxito a sus colegas en escena.

Por fortuna, Graciela Armendariz, soprano internacional, arribó a tiempo a la provincia para enternecer, enamorar y por momentos robarse algunas lágrimas del conmovido público, al que sostuvo cautivo como "El flautista de Hamelin" —leyenda alemana que narraba la historia de un músico que atraía a los roedores con sus precisas notas—.

Dos veces ingresó al escenario, entre escenas de "La Traviata", y en ambas ocasiones Graciela se llevó las ovaciones más fuertes. Incluso en el saludo general, cuando tomó el centro, los espectadores se pusieron de pie para celebrarla. En agradecimiento, se inclinó para tocar el escenario y luego llevarse esa mano hacia su boca para besarla.

La directora de San Luis Lírica, Cristina Duarte, ocupó la voz de Violetta con una interpretación actoral un poco rústica y un tono suave. La cantante local consiguió algunos momentos de brillo vocal que fueron iluminándose hacia el final.

La compañía Vedrai Ballet acompañó con solemnidad y tuvo su momento de esplendor en el aria donde interpretaron a las gitanas, quienes a través de la lectura de manos descubren la infidelidad de El Marqués, uno de los personajes secundarios cuya historia no llegó a sostener un hilo conductor.

El coro que acompañó a los intérpretes principales resaltó en sus pocas, pero marcadas, presencias. Los integrantes agitaron sus copas para arengar en una noche que fue una celebración a las voces, a la tradición italiana y a una nueva conquista, aunque inconclusa por una ausencia pilar, para San Luis Lírica, que lentamente logra atrapar a más puntanos en un género poco explotado en la provincia.