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Enfrentar la vida con puños y música

Tuvo una dura infancia, fue cosechero, hachero, boxeador, policía y guitarrero. Se radicó en Choele Choel donde es maestro de música en dos escuelas rurales.

Por redacción
| 14 de agosto de 2022
Definición. "Mi hija Milagros Anahí es mi cable a tierra y quien me ayuda cuando me faltan fuerzas", dijo Héctor. Fotos: Gentileza

 Nació el 19 de febrero de 1962, en un humilde hogar del popular barrio La Rinconada de San Luis. Es hijo de Andrea Deolinda Domínguez y de Héctor Juan Fernández, tiene 9 hermanos: Juan Carlos, Martha Elena, Elsa, Juan Roberto —que fue boxeador—, Inés, Dora, Rubén, Marta y Graciela.

 

De niño, Alberto supo de las durezas y de los golpes de la vida. Ayudaba a los mayores en las hachadas, fue a las cosechas en Mendoza, fue boxeador, guitarrero y hoy es un conocido docente de dos escuelas rurales en Choele Choel, provincia de Río Negro. Son las Escuelas Nº 115 "Juan Accatino", de Colonia Santa Gregoria de Chimpay, y la Nº 59 "Ceferino Namuncurá", que cumplió 100 años. Tiene un programa radial en la 92.5 FM La Costa, "De lo nuestro al país" y una academia de guitarras, Cuerdas del Sur.

 

 Aniversario. Los 100 años de la escuela "Ceferino Namuncurá".

 

 

Fernández tiene 60 años y en el mundo del boxeo se lo conoce como "Nube Roja". Pero en Choele Choel es "El Puntano".

 

"Me tuve que ir de San Luis para poder recuperar mi identidad. Mi hija Milagros Anahí, que estudia Abogacía en Córdoba, me ayudó a dejar las malas juntas y de andar de aquí para allá tocando la guitarra, algo que nada me dejaba. Ella es quien me da el impulso y la fuerza que necesito cuando me bajoneo, es mi cable a tierra", dice a modo de presentación.

 

"Mi infancia fue dura y humilde, como la de muchos niños en San Luis. Mi padre era policía y nada sobraba, además éramos muchos a la hora de comer. La escolaridad primaria la hice en la escuela ‘La Rioja', de mi barrio, y la secundaria en El Trapiche. Recuerdo que a los 8 años, mis padres se iban a las cosechas en Mendoza y yo ayudaba recogiendo granos en las viñas o cortando racimos en los parrales de las fincas Frégoli o de la familia Tecchio", dice.

 

 Sociedad Española. "Nube Roja", junto a su técnico Salustiano Suárez

 

 

Cuando lo llevaban a las hachadas, Fernández descubría las raíces y su hermano, Juan Roberto, hachaba. A veces vendían pan o empanadas en el andén cuando llegaba algún tren, nada les fue fácil.

 

"A los 16 años era cadete de Bonafide, en la esquina de San Martín y Pringles. El gerente, un señor de apellido Aguilar, me quería como a un hijo y me enseñó a preparar el café que les llevaba a los clientes, entre ellos al ministro de Educación Eduardo Bradley y a unos médicos en la avenida España. Mi padre se encargaba de cobrarme el sueldo... nunca vi un peso", dice y suelta una carcajada.

 

 Córdoba. Alberto Fenández, junto a unos colegas en un ring de Río Cuarto.

 

 

Cuenta que a esa altura de su vida, se dio cuenta que el boxeo era un deporte que le atraía bastante. Empezó a escondidas de su padre, que no quería saber nada. "Cuando me encontraba la ropa de entrenamiento, le prendía fuego", recuerda.

 

"Le llevaba el bolso a mi hermano Juan Roberto que practicaba en La Merced bajo las órdenes de Elio Gacitúa, un peso Mosca que estuvo ocho peleas invicto y debió dejar por un problema coronario. Ahí practicaban mi hermano Rubén, en categoría Medio Mediano, Mario Tapia, 'El Pelado' Calderón, Agustín Nikichu, Felipe 'Kiko' Quevedo, Rolando Agüero y muchos más. Para colmo la casa donde vivíamos, en Europa y Lavalle, se derrumbó, perdimos todo, quedamos en la calle, quedamos muy mal", cuenta acongojado.

 

Comenzó a practicar boxeo con el profesor Toledo en el barrio Luz y Fuerza, después en Sociedad Española con Salustiano Suárez y con Carlos Wanzo, quien fue su primer técnico. "Debuté contra 'Polvorita' Quiroga, estaban, entre otros, los hermanos Ocaña, Heredia, los hermanos Faura, Victoriano García, Juan Gauna, Héctor 'El Zorro' Muñoz, todos buenos pibes a quienes nos hacían pelear por el sánguche y la gaseosa. No teníamos nada y si veían a alguien con condiciones lo invitaban en medio del desorden", relata Fernández.

 

 25 de mayo. Con sus alumnas, previo al festejo del Día de La Patria. 

 

 

Y continúa: "Así fui a Villa Mercedes con don Emilio Pinto, recorrimos casi todo el interior provincial y algunas ciudades vecinas de Córdoba, La Pampa y Mendoza. Pocas veces cobrábamos alguna plata, a don Antonio Grillo, el promotor de aquellos tiempos, nunca le alcanzaba el dinero, pese a que las tribunas siempre estaban llenas".

 

Como boxeador hizo más de 60 peleas y se ganó el apodo de "Nube Roja" en un entrenamiento. El hecho lo recuerda así: "Con Héctor 'Bocacho' Álvarez estábamos entrenando y nos empezamos a pegar duro. En eso un cabezazo sin intención me hinchó un ojo y me quedó una mancha, como una nube. Los entrenadores 'Chiqui' Valenzuela y José Alberto Vega, me bautizaron. Fue en la época que ni licencia teníamos, estábamos solos y nadie nos protegía, al contrario, nos desamparaban. Subíamos al ring con el documento de otras personas y muchas veces nos hacían pelear fuera de reglamento".

 

"La verdad, lo hacíamos por necesidad y porque nos gustaba, además estaba en juego nuestro orgullo de barrio, no había otra. Las peleas que más recuerdo fueron contra 'El Zurdo' Escobar, hermano de Simón; 'El Negro' Quirino Agüero, 'Rulo' Rodríguez, contra uno de los hermanos Rivas, pupilo de Paco Bermúdez. Recuerdo una noche en Huinca Renancó cuando Victorino García le estaba dando una paliza en el sexto round al 'Torito' Laciar, hermano de 'Falucho', cortaron la luz, el árbitro dijo que era 'sin decisión' una injusticia más en el boxeo. Mi último combate fue en Quines, me llevó Ernesto Miranda, —una excelentísima persona— lo tiré dos veces y me la dieron empatada, entonces dije 'hasta aquí llegué'. Fuimos con Héctor 'Bocacho' Álvarez y los hermanos Ocaña con quienes junto a 'Pinocho' Muñoz me une una gran amistad", explica para decir por qué se alejó del boxeo.

 

 Choele Choel. En la nieve junto a unos compañeros docentes: Ariel, Yanina, Liliana, Laura y Mabel, una de las porteras de la escuela sureña.

 

 

Fernández quería ser alguien en la vida, marcar un camino que nada tenía que ver con la que llevaban sus amigos y colegas del box. Y no quería que sus padre y hermanos pasaran privaciones o situaciones que le recordaran un pasado que no quería ver.

 

Empezó luego una carrera como músico: "Me ganaba unos pesos los fines de semana tocando la guitarra en peñas, en festivales locales o en fiestas familiares. Como solista hice once grabaciones, pero no pasaba de ahí. Era una situación difícil para mí y mis padres hasta que opté por estudiar. En 1991 ingresé a la escuela de Suboficiales de Policía Sargento Baigorria. Pero ocurrió un hecho lamentable, junto a un grupo de colegas, fuimos acusados de apremios ilegales y renuncié en 1997, una etapa de mi vida que no me trae buenos recuerdos".

 

Considera de esa situación pudo salir con el apoyo de sus hijos, especialmente Milagros Anahí: "Fue entonces que mi vida hizo un giro de 180 grados. Seguí estudiando música y desde 2006 a la fecha estoy radicado en Choele Choel donde vivo muy feliz siendo maestro especial de música en dos escuelas rurales. Viajo cien kilómetros por día para ver a mis alumnos, formé la academia de música Cuerdas del Sur, y tengo mi propio programa de folclore".

 

La escuela "Juan Accatino" cumplirá 90 años el próximo 5 de septiembre y todos los docentes están abocados a preparar un gran festejo. Fernández menciona a todos sus colegas para quienes solo tiene palabras de reconocimiento.

 

Fernández tiene diez hijos: Lucas, Adriana, Flavia, Roberto, Juan Ignacio, María Lourdes, Alberto, Abel (fallecido), Anahí y Federico. "En 2015, rumbo a Playas Doradas, tuve un terrible accidente de auto. Con mi hija menor (Anahí), nacimos de nuevo, imposible no recordarlo", cuenta.

 

Ahora, tranquilo y con una vida de felicidad, el exboxeador dice: "Choele Choel es un lugar muy agradable para vivir. Cuando llegué me recibieron muy bien, hay mucha paz y la gente es maravillosa. Hay que acostumbrarse a los vientos y al frío, las distancias son enormes, pero existe mucha unión entre la comunidad educativa y con todo el pueblo. Soy un agradecido. Hoy a los 60 años sigo estudiando porque quiero darles una gran sorpresa a mis hijos y que se sientan orgullosos de su padre".

 

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