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Qué verde era mi valle

El disco con el que Andrés Calamaro relanzó su carrera solista es un compendio de mística química, lecturas oscuras e inicio de la madurez. El músico clavó puñales por la espalda con 14 canciones inolvidables. 

Por Miguel Garro
| 05 de septiembre de 2022

El primer disco firmado por Andrés Calamaro tras la separación de Los Rodríguez describe, con la madurez de la adultez, el mundo tóxico donde el cantante estaba sumergido desde su juventud. Compuesto por 14 canciones y un track escondido, el álbum editado hace 25 años cambió el rumbo de la carrera del autor y lo colocó definitivamente en el póker de ases solistas del rock argentino, junto a Charly García, Luis Alberto Spinetta y Fito Páez.

 

Basta repasar el listado de trabajos que vinieron después de “Alta suciedad” para comprender hasta qué punto el disco plantó una nueva semilla y replanteó la vida artística del músico. Dos años después, editó el impensando “Honestidad brutal” —un disco doble que desafió al mercado de fin de siglo— y un año después redobló la apuesta con “El salmón”, un disco quíntuple que demostró su locuacidad compositiva, pero sobre todo lo erigió como el hombre capaz de seguir la dirección difícil hasta obtener el vacío total.

 

Pero la refundación de la carrera solista de Andrés comenzó el 4 de septiembre de 1997, cuando editó “Alta suciedad”. Calamaro acababa de cumplir 36 años y era una figura todavía discutida en una escena nacional muy propensa a señalar a sus artistas: se lo acusaba de ser el causante de darle el golpe definitivo a Los Abuelos de la Nada, una banda que había logrado consenso en el fin de la primavera alfonsinista, y de tener una ambición desmedida por el reconocimiento de sus colegas.

 

Lo cierto es que al irse del país como un desterrado artístico (una definición que le calza a la perfección), Andrés armó como pudo Los Rodríguez, un rejunte de músicos argentinos y españoles con igual interés por el desnuque que por la composición, y que, en su manotazo de ahogado, su última oportunidad de sobrevida, editó “Sin documentos”, el tema más escuchado de mediados de los ‘90.

 

Roto el vínculo con la banda, sumergido en una espesa nube de marihuana y químicos varios, temeroso de un descenso de su convocatoria que hubiera profundizado un fondo del que quizás no salía, Calamaro se dispuso a jugar su carta sin marcar más peligrosa. Y le salió bien.

 

Se fue a Estados Unidos para grabar con músicos de altísimo nivel que habían tocado con Aretha Franklin, Nick Cave y Elton John, y produjo en el sonido el primer rasgo de distinción que se evidencia en el disco. El tema que se conoció incluso antes de que se editara el disco fue “Flaca”, convertida luego en la canción más trascendente. Su intro, con los bronces en el volumen ideal, es la puerta de la percepción de un disco que tuvo otros puntos altos.

 

No debería soslayarse que por ese entonces Andrés estaba inmerso en la lectura voraz de Emil Cioran, el filósofo rumano que obró en constante contracorriente (como “El salmón”) y que vivió en estado de provocación permanente. Su influencia se puede ver en las letras de “El novio del olvido”, “Donde manda marinero” y “Todo lo demás”.

 

En las entrevistas que hizo para la difusión del disco, Calamaro enunció varias veces algo que llamó "la teoría de la moderación", que enseñaba que los extremos son peligrosos. Con los años, esas declaraciones le jugaron alguna mala pasada, justamente por situaciones antagónicas: por un lado, el artista mantiene una histórica poca predisposición a pronunciarse a favor o en contra en temas en los que la alta y la baja sociedad le exige opinión, y, por otro, su conocida tendencia a los excesos lo ubica en notoria contradicción con aquella máxima.

 

 

 

 

Tres años antes de la edición de “Alta suciedad”, Calamaro había sido procesado por decir en un recital en vivo en La Plata que estaba tan a gusto que se fumaría un porrito, casi la misma frase que se escucha al principio de “Loco”, el segundo corte de difusión. El juicio oral por ese caso terminó en 2005, once años después de la frase, con la lógica absolución y el pedido de disculpas por parte de un tribunal federal al músico por someterlo a un debate de ese tipo.

 

Lejos de ser una provocación, la inclusión de la frase del porrito en la canción podría ser leída como una dulce venganza. Aunque, en realidad, es una de las tantas referencias a las drogas que Andrés hizo en el disco y en su carrera. En "Alta...", la química “Comida china” y la ardiente “Me arde” son algunos ejemplos que derivan en “Nunca es igual” como máximo exponente lisérgico del disco. La presencia en ese tema con un muy lúcido recitado de Antonio 

 

Escohotado, el polémico filósofo español autor del sublime “Historia general de las drogas” y encolumnado en el antiprohibicionismo, es la frutilla de un postre de alucinógenos. 

 

 

Todo lo demás, también
 

 

En algunas presentaciones que hicieron en bares de San Luis, Revolución Perra, Algo de Sol y Cerati Brioso —un grupo de la provincia con nombre tan curioso como su propuesta— tocaron tres temas de “Alta suciedad”: el que da nombre al disco y los hits “Flaca” y “Loco”. “Es un discazo… Calamaro lo grabó en un estudio zarpado de Estados Unidos con músicos de allá y eso se nota en el sonido”, dice Federico Magis, uno de los integrantes de la banda.

 

Fue Danilo Olguín, un exmiembro de la agrupación, quien llevó una lista de temas para que tocaran que incluía los del disco que cumple un cuarto de siglo de edición. Federico asegura que el tema que más disfrutaban era “Alta suciedad”, porque “es muy simple y poderoso, con un riff de guitarra y bajo en Mi, y una letra que refleja aún una realidad argentina”. 

 

Magis considera que Andrés utilizó ese tema como un símbolo y como hilo conductor de todo el disco, y cita otra entrevista de Calamaro en la que decía que los argentinos tienen una “alta sociedad” aristocrática y elegante que ya no es tal, y se convirtió en una “alta suciedad”. 

 

“Esto hoy tiene plena vigencia —subraya el músico puntano—, porque seguimos sufriendo la opresión de una alta suciedad conformada por empresarios enriquecidos por los sobreprecios de la obra pública y sus cómplices, los políticos ignorantes y corruptos que se llenan los bolsillos a costa del pueblo”. 

 

Cuando Olguín dejó la banda se llevó parte del nombre (ahora el grupo solo se hace llamar Revolución Perra) y algunos covers, por lo que Revolución Perra —con nuevo cantante— dejó de hacer temas de otros y se dedicó a la composición, a la espera de aceitarlos para mostrarlos en vivo. 

 

El 21 de noviembre de 2019, Andrés Calamaro tocó ante una multitud y bajo una lluvia persistente en el Ave Fénix de Juana Koslay, en la última presentación que hasta ahora dio en San Luis, una provincia que visitó poco, pero que alabó mucho durante el recital, tanto a su clima como por la existencia de Las Cien Guitarras Mercedinas, la agrupación a la que nombró tres veces en la noche .

 

Aunque presentó “Cargar la suerte”, su disco de ese año, en el show Andrés revisitó algunos temas de “Alta suciedad”, que pueden servir para dimensionar cuáles de esas obras persistieron el paso del tiempo. El que dio nombre al disco fue el segundo de la lista, que se completó con “Flaca” y “Crímenes perfectos”, uno de los tantos intentos de Andrés por conseguir la canción sin fallas, sin fisuras y sin cuentas pendientes.
 

 

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