Julieta Baraldini
Consteladora
Constelaciones familiares: nosotros y la tristeza
En la actualidad, nuestra sociedad tiene un especial rechazo a sentir la tristeza como una emoción propia de la vida. Así como la alegría nos aporta energía y sentimientos de proyectar a futuro, realizar grandes cosas, y experimentar otras, la tristeza nos invita al silencio y a la reflexión.
¿Qué sería de nosotros sin estos momentos reflexivos, íntimos e intensos?
La tristeza como tal, aparece porque sí o por situaciones específicas, como las crisis vitales. Separarse, despedirse de una amistad, cambiar de trabajo, tener una crisis vocacional, cumplir años, que muera un familiar o un ser querido, un embarazo no buscado, que un proyecto no salga bien. Todas experiencias de la vida que son inevitables, salvo que no queramos correr ningún riesgo y vivir como niños, sin tomar decisiones por nosotros mismos, sin crecer.
Me animo a decir que los momentos de tristeza y desconcierto son los que nos han aportado mayores saltos vitales, mayor evolución y mayor apertura.
Pero tenemos que tener cuidado cuando esos momentos se hacen crónicos, cuando entramos en pánico o desesperación, cuando nos cuesta compartirlos con otros, cuando perdemos capacidad para disfrutar de las pequeñas cosas que siguen sucediendo más allá de la tristeza. Como ver a los hijos crecer, festejar el nuevo amor de una amiga, felicitar a la vecina por el bebé que nació. Por sabernos vivos y observadores de esta gran fiesta llamada vida, a veces dulce, a veces agria, por momentos sin sabor.
La alegría y la tristeza, dos emociones indispensables para sentirnos vivos.
Más Noticias