SAN LUIS - Viernes 03 de Mayo de 2024

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Bichos de la alta suciedad

La escritora y guionista, que estuvo en la feria provincial del libro, habló sobre su nueva novela "El tiempo de las moscas", la segunda temporada de "El reino" y cómo la sociedad tiene el protagónico de todos sus escritos.

Por Astrid Moreno
| 03 de abril de 2023
De su nueva novela "El tiempo de las moscas" a la serie "El reino", la protagonista indiscutida es la sociedad. Fotos: Gentileza

La visión de las moscas es prácticamente de 360º gracias a sus ojos compuestos por miles de pequeños ojos individuales, llamados omatidios, que les permiten captar los movimientos e interpretarlos de forma mucho más rápida que la visión humana. La escritora Claudia Piñeiro toma este concepto para traer a la vida a Inés, la protagonista de "Tuya", 15 años después y preguntarle, y preguntarse, qué hubiese pasado con ella si hubiera tenido "El tiempo de las moscas" (nombre de la secuela recientemente publicada) cuando decidió matar a Charo, la amante de su exmarido.

 

La escritora, finalista del Premio Bienal de Novela "Mario Vargas Llosa" que se definirá el 28 de mayo en Guadalajara, visitó San Luis para la Feria Provincial del Libro y dio una charla en el Cine Teatro San Luis donde contó desde su proceso creativo la segunda temporada recientemente estrenada de "El Reino" en Netflix y sus charlas íntimas con escritores como Guillermo Martínez.

 

 

—¿Cómo viste la Feria Provincial del Libro en San Luis?

 

—Creo que la feria debe haber sido un éxito porque estaba llena de gente en todas las actividades y en ese Cine Teatro San Luis que es una maravilla, está tan bien puesto y está bueno que lo pueda aprovechar la gente de San Luis. La charla estuvo llena de gente, firmé cualquier cantidad de libros, todos fueron muy amorosos y cariñosos, así que fue una muy buena experiencia.

 

 

—Presentaste tu libro “El tiempo de las moscas”, 15 años después del primer tomo “Tuya”, ¿qué te decidió?

 

—En algún momento Guillermo Martínez, que es un escritor muy conocido amigo mío, me dijo: “Vos tenés que seguir con este personaje” y yo le dije que cómo se le ocurría porque era una mujer que iba a la cárcel y yo no sabría cómo hacer una novela carcelaria y, además, era un personaje un poco difícil para continuar. Entonces él me dio la idea de que haga como Patricia Hayes con “El talentoso señor Ripley”, que anda matando por ahí, pero uno igual quiere saber cómo le va y qué hace y genera empatía con el lector. Yo, en ese momento, lo dejé al comentario pasar, me parecía que no iba a poder ser, pero después con el tiempo, cuando fue la pandemia, empecé a pensar en esto, a hacer cálculos y me di cuenta de que ya habían pasado poco más de 15 años y vi que ella podía salir libre por buena conducta y cuando más me empezó a interesar fue cuando me di cuenta de que iba a salir libre a un mundo absolutamente desconocido para ella desde el término de las mujeres. Ella era supermachista y conservadora, salía de la cárcel y entraba a un mundo que si bien habían pasado 15 años para todos en el tema de las mujeres, sus derechos y el lugar que ocupan en la sociedad, esos 15 años fueron mucho más acelerados; los cambios fueron exponenciales, entonces iba a tener que tener una adaptación más violenta y rápida. Eso me pareció atractivo, acompañarla en esos procesos de aceptar o no los cambios, con algunos lo hace y con otros no tanto, pero que trata de acomodarse y de tener una nueva vida con las nuevas reglas. Y si hay algo de lo que ella sabe es de eso.

 

 

—¿Hay algo de tu vida en que te hubiera gustado tener "El tiempo de las moscas"?

 

—En general, trato de aceptar lo que he hecho y las decisiones que he tomado. Por supuesto, siempre hay cosas que uno dice “esto lo podría haber hecho mejor”, pero no hay en mi vida hechos tan traumáticos como los que se le plantean a la protagonista; quizá si me hubiera pasado algo tan traumático lo estaría pensando. En lo cotidiano, en las decisiones personales, profesionales y familiares, aunque uno se equivoque me parece que es la vida que decidió llevar adelante y por lo tanto no se me ocurre qué cambiaría. Yo estudié una carrera que no era a lo que después me dediqué, pero no diría que cambiaría y me iría a estudiar letras porque también yo necesitaba ser contadora para tener un ingreso y poder trabajar de algo que me permitiera escribir. No sé si hubiera cambiado eso. Además, en la época y el país, que estaba en la dictadura militar, a lo mejor hubiera sido más de riesgo. No lo sé, no hay ninguno de los hechos que incluso hoy digo “qué lástima que me pasó esto y no esto otro” que concretamente lo cambiaría.

 

 

—¿Es más difícil sostener un villano, como Inés, protagonista?

 

—En general, a la gente le gustan más los villanos. De las épocas que escribía telenovelas y programas de TV, siempre atrae mucho más el villano y a los actores, incluso, a veces les gusta más que le pongan cosas así porque el bueno parece que tiene menos predicamento en el interés. Después, por supuesto, uno quiere que gane el bueno, pero también querés ver qué está haciendo el villano y tiene mucho atractivo.

 

 

—Inés va presa por matar a Charo, la amante de su exmarido, ¿es femicidio que una mujer mate a otra?

 

—Eso debería responder un juez, hay muchas preguntas en la novela que no están respondidas porque no sé si la tienen. Al menos, para mí, no. Yo no soy jueza ni abogada, pero el Código Penal lo que dice es "el que matare a alguien por su condición de ser mujer". Entonces, a lo mejor si una mujer odia a las mujeres también es femicidio, es más raro, uno está acostumbrado a otro tipo de asesinatos. Pero para poder juzgar un crimen tiene que estar tipificado en el Código Penal y la tipificación es esa. Ahora, el juez ¿qué opina de eso de que una mujer mate a otra por su condición de ser mujer? Eso es lo que plantea la novela.

 

 

—¿Ves esos años de evolución del personaje en tu escritura?

 

—Sí, concretamente cuando releí la novela "Tuya", después de haber escrito “El tiempo de las moscas” porque no quería que me influyera demasiado, encontré cosas del lenguaje que ahora hago distintas. Eso de que una mujer en un monólogo dice cuando "uno piensa", en "Tuya" lo escribí así, pero ahora no diría en la voz de una mujer eso, por más que esté correcto y es el universal masculino que acepta la RAE, pero a mí me resulta ridículo. El personaje femenino mío tiene que decir “cuando una piensa". Y de eso hay un montón de cosas del universal masculino que quedó apretado, chico y mezquino para nombrar al mundo entero que incluye hombres y mujeres que hace 15 años atrás no me hacían ruido, pero hoy sí, me molesta. Entonces, si bien no uso lenguaje inclusivo, excepto que el personaje lo use como, por ejemplo, hay una escena en “El Reino” que entran unos chicos del centro de estudiantes a clase en la universidad y hablan en inclusivo porque ellos lo usan; yo no lo uso, no me molesta para nada, simplemente no estoy acostumbrada. En la literatura trato de dar vuelta las frases para que incluyan a hombres y mujeres porque siento que el universal masculino ya no lo hace tanto. Entonces, a lo mejor una frase que sería "los aquí presentes" yo diría "quienes están presentes", entonces no hay género. También podría decir "los hombres y mujeres presentes", pero ahí tenés el problema de la comunidad LGBTTTIQ+ entonces se te empieza a hacer un rollo con el lenguaje que en los próximos años se va a terminar de desarmar y volver a armar para contener y nombrar a todos.

 

 

—Estuviste muy presente en la lucha de la Legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y recibiste muchas críticas...

 

—Hay críticas que son muy violentas, recibí muchas agresiones, incluso pedidos para que me sacaran de trabajos por el hecho de estar apoyando la ley; en su momento lo tomás como lo que es: una agresión. En las redes me mandaban fotos de Falcon verdes y decían "te vamos a ir a buscar" o fotos de una mujer que estaba siendo violada con el mensaje "esto te va a pasar". Todo eso es de una violencia tremenda que las redes no solo permiten, sino que lucran con eso, les interesa el lío y salimos siempre perjudicadas las mujeres, que somos mucho más agredidas en las redes sociales. De todos modos, al final de la historia la ley se aprobó, no pasaron las catástrofes que vaticinaban algunos y está todo tranquilo, no hay nadie reprochado ni pasó nada de lo terrible que decían que iba a pasar si se aprobaba, todo lo contrario. Lo mismo pasó con la del matrimonio igualitario y la del divorcio, después de eso hubo diputados que fueron excomulgados por el Papa, pensaron que la sociedad terminaba en la familia y acá estamos todos igual que antes. Hay que esperar un poco y, a lo mejor, las personas que logran cambiar la mentalidad y darse cuenta de que hay cosas que no son tan rígidas como las piensan ellos y que llevan su tiempo y todo se calma. Lo bueno es que las catástrofes que vaticinan no suceden y eso los calma.

 

 

—¿Qué rol ocupa lo social y lo histórico en tus escritos?

 

—A mí me interesa mucho contar la sociedad, me parece imposible contar una novela, una historia y una serie si uno no cuenta la sociedad donde transcurre. Yo estudié ciencias económicas, pero yo quería estudiar sociología y en ese año la dictadura militar cerró la carrera en la UBA, entonces tuve que elegir entre lo que quedaba y una de esas cosas era la ciencia económica. Pero la mirada social me acompañó siempre, en todas las novelas que yo escriba vas a encontrar que la sociedad es un personaje más y en “El Reino” ahí comparto la mirada con Marcelo, y estamos muy atentos de qué es lo que pasa en el país, el mundo y la región, porque no son cosas exclusivas de nuestro país, y de retratar cómo eso afecta a las personas en sus vínculos y vidas.

 

 

—¿Cómo fue esta decisión de meterse con la religión?

 

—Nosotros creemos que más que una serie sobre la religión es sobre la construcción de poder. En esta segunda temporada quedó claro que ese poder se construye de muchas maneras, pero sobre todo, una de las formas que se utiliza es manipular al otro y en ese sentido las religiones, a veces, ayudan. Eso no quiere decir que las religiones sean malas per se ni que las personas no tengan que creer en algo, sino que lo que estamos tratando de contar es que, a veces, se usa esa cuestión de fe religiosa para manipular o para que determinadas declaraciones, instancias o preceptos no sean discutidos. Cuando a vos te dicen que en un país como Afganistán o Irán las mujeres no pueden ir al colegio ni salir prácticamente de sus casas y que se tienen que vestir de una manera determinada porque pertenecen al hombre y te dicen que eso no se puede discutir por cuestiones religiosas; la verdad que ahí hay algo extraño, eso quiere decir que la libertad de las personas no se puede discutir. Ese es un ejemplo extremo, pero uno puede llevarlo a otros términos más cercanos. Hace poco, en Mendoza, un cura les dijo a sus seguidores que el demonio estaba en una muestra de arte de un grupo feminista y que vayan a terminar con el demonio, fueron, reventaron el lugar. Eso es manipular al otro a través de la fe religiosa.

 

 

—¿Cómo es el trabajo en la interna de “El Reino” con Marcelo Piñeyro?

 

—Nosotros escribíamos parejo cualquiera de las líneas, pero al momento de inventarlas a él le resulta más fácil hacer las líneas que tienen que ver con el realismo mágico que a mí porque yo soy más racional y quiero que todo tenga un motivo y una explicación. Por suerte, en eso nos complementamos y la historia puede tener las dos cosas. Me parece que el vuelo que le da el realismo mágico y todas estas cuestiones más espirituales le otorgan un aire a una historia que si no sería muy oscura. Me parece que es muy bienvenido. Después, a la hora de escribir todos escribíamos todas las escenas.

 

 

 

—“Las viudas de los jueves” tiene esto del machismo del hombre como sostén económico de la familia, ¿fue concebido así?

 

—Sí, por supuesto. Lo que creo es que cambió la sociedad y a lo mejor no hacíamos esos análisis tan rápidamente. En “Las viudas…” está todo eso, el rol de la mujer llevado al extremo de que son las que se quedan mientras los maridos salen, hay una sola de ellas que es la que trabaja, porque el marido se quedó sin empleo. Incluso, el título es muy llamativo en ese sentido, “Las viudas de los jueves”, porque los maridos salen a jugar al tenis, entonces las dejan solas. Todo eso tiene mucho que ver con una estructura machista y con conceptos machistas. Además, otra de ellas sufre violencia de género. Todo eso, sin duda, está, lo que pasa es que en 2005 hablábamos menos de esas cosas, si bien estaban presentes, pero no se leía esta novela desde ese punto de vista. Se le dio más importancia al hecho de que transcurría en un country, a la caída económica que sufrían esas personas, pero siempre marqué esta situación; incluso en la novela no hay escenas de sexo, que en la película sí lo hay, porque para mí la mujer funcionaba como un objeto más que tenía el hombre. Se constituía a partir de las cosas que tenía ese hombre, el auto, el reloj, la casa y la mujer que tenía, pero como objeto más que como deseo, amor o vínculo amoroso. 

 

 

—Es imposible no mencionar el caso de María Marta García Belsunce…

 

—Cuando yo empecé la novela no la habían matado todavía, cuando estaba terminándola, ahí se produjo el crimen. Yo estaba en ese momento estudiando con Guillermo Sacomano y le dije que creía que iba a tener que dejar esa novela porque todo el mundo iba a pensar que la hice en base a lo ocurrido con María Marta y él me dijo que iba a terminar la novela, la iba a publicar y ni siquiera vamos a saber quién la mató. Fue un poco lo que aconteció. Si ya hubiera existido ese crimen, seguramente no hubiera escrito sobre eso porque no escribo sobre crímenes reales o, al menos, hasta ahora no lo he hecho. Nunca las historias que cuento tienen que ver con casos reales y mucho menos con casos que no tengan resolución, no sé qué pasó con María Marta y no me atrevería a contar algo referido a ella. Yo estaba escribiendo una novela en la que mueren hombres en circunstancias distintas, no tiene nada que ver. La gente hizo la relación porque era un country y un lugar cerrado. La novela salió muy cerca de que se supiera lo de su muerte, entonces se hizo una relación que es lógica, pero no era real.

 

 

—¿Cómo es el acuerdo entre lo que escribiste y cuando hacen las adaptaciones?

 

—Cuando vos vendés una novela no tenés mucha posibilidad de cambiar cosas. Por supuesto te muestran el guion y vos podés opinar y pedir que se cambien cosas, pero no necesariamente lo van a hacer porque hay una industria muy poderosa detrás que invierte mucho dinero en filmar esa historia. Además, los escritores son muy obsesivos con cambiar palabras, a veces hay que tomar decisiones que hacen que sea una mejor película, pero que al escritor no le gusta. No hay tanto margen para decidir, sí para opinar, pero el punto final lo ponen el productor y el director. Hay casos en los cuales el guionista se retira porque no está de acuerdo con las modificaciones, pero las tiene que aceptar. Ese ya es el campo del productor y el director; y en el caso de las series sería el show banner, que es una figura que abarca todas estas características y que, por suerte, también muchos son guionistas, entonces tiene un mayor control.

 

 

—Muchos de tus escritos son leídos en las escuelas. Has influenciado a toda una generación a la lectura...

 

—La verdad que muchos chicos me conocen porque sus docentes les recomendaron mis libros y eso para mí es un orgullo, y sobre todo, lo que más contenta me pone es cuando alguno me dice "a mí no me gustaba leer y a partir de leer este libro me di cuenta de que hay lecturas que me gustan". Eso es lo que más alegría me da, porque el próximo libro que lean seguramente no será mío, sino el de otro, pero no importa, al contrario. Lo realmente valioso es haberlo atrapado como lector, que haya encontrado el placer de leer y que después de un libro siga otro y otro.

 

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