SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Dicen que estoy loco, haga lo que haga

Un repaso tema por tema del disco que devolvió a Charly García a la escena pública, en caso de que alguna vez se haya ido.

Por Leandro Toranzo
| 28 de octubre de 2024

“Pueblo de la Nación, expueblo de la Nación. Súbditos: desde mañana nadie va a cumplir más de 15 años, desde mañana los pantalones largos serán cortos y desde mañana todos seremos felices”. Desde un balcón, con una corona de plástico y una capa en la cual se escondió, Charly García decretaba cual monarca de un mundo idílico que solo él supo plasmar en “discos”. El video circula por YouTube.

 


Más de 20 años después de ese registro, en donde se ve a Charly gozando las mieles de ser el rockstar más antisistémico dentro del propio sistema, se edita el “disco” La lógica del Escorpión. El título de la obra ya es un prolegómeno de lo que viene: la lógica del escorpión es su instinto. Por eso mata y muere como enseña la fábula que protagonizan un arácnido y una ingenua rana. Charly también mata y muere, como lo hizo aquel 3 de marzo de 2000 desde el balcón de una habitación de un hotel de Mendoza.

 

Son trece canciones de rock. Clásicas. Orquestadas con la pulcritud de un tipo que engalanó cada living de la televisión noventera haciendo alharaca de un oído absoluto y que en la tercera década de este milenio sigue dibujando ribetes sonoros propios de un fuera de molde.

 

“Rompela” arranca con un gong que da paso inmediato a la imperativa y cascada voz del septuagenario que ordena: “Grita, agita! no seas como los demás”. Un riff sencillo adornado por unos bronces que ocupan todo el espacio y frases cortas. Algo que ya escuchamos a Charly hacer, pero hecho como nunca antes.

 

Si es por saber, nadie negará que Carlos Alberto García Moreno es uno de los que pueden decir “Yo ya sé”. Y así le puso al track 2. Pero ni siquiera el propio Charly, que se atreve a decretar que Freud ha arruinado todo y que Dios nos ha dejado solos, puede cargarse la arrogancia de saber. Por eso relativiza: yo ya sé, que no sos un hipócrita

 

Que no sos un psicópata, pero no sé por qué. En el tercer tema la cadencia del blues llega antes que el bombo, que es lo primero que se siente. Un golpe seco y dos sincopados dibujan el ritmo ancestral. La voz de García cuenta, ahora sí, con la ayuda de un efecto. Apenas un granulado de radio vieja. Brian Jhones y Kurt Cobain son llamados a escena. “El club de los 27”. Club al que él mismo dice pertenecer. Y sí: en el mundo de García, donde todo puede verse de izquierda a derecha de igual manera que de derecha a izquierda, 72 (la edad que tenía cuando publicó y grabó el disco) puede tranquilamente ser 27.

 

En cuarto orden llega “La medicina (number nine) 9” y el aura de los fab Four se percibe en plenitud. Concreta referencia a "Revolution 9" de The Beatles. Obra compuesta en el auge sicodélico de la banda de Liverpool. Medicina para las almas que se enraízan en los 60’, cuando Carlitos tenía menos de 15, pantalones cortos y tal vez era feliz.

 

Cuando escuchamos “Te recuerdo invierno”, García nos traslada a un frío que va más allá del clima, un invierno personal que congela los recuerdos en el tiempo. Nos hace sentir la soledad, la espera bajo ese "parque húmedo de rocío", un paisaje tan simple como devastador complementado por la melodía de “Adiós Nonino”. Y en esa nostalgia se refleja el Charly de siempre, el que cantaba desde las heridas que nunca cicatrizan.

 


Pero luego nos golpea con “Autofemicidio”, una canción que descarnadamente critica las formas en que nos autodestruimos, el egoísmo del suicidio, la grieta creciente entre las personas. Aquí García no escatima palabras, cuestiona los roles de género y desnuda los vacíos existenciales con la misma crudeza que le conocemos desde hace décadas. El cinismo y la crítica social vuelven a ser las armas que blanden con furia y acidez. Tienes razón, faltan esas canciones. Vamos a completarlo siguiendo la misma línea de análisis.

 

El miedo, sin embargo, es el motor de “América”, una confesión amarga sobre la decadencia de un mundo que parece más inasible con cada día. García canta con un temor casi apocalíptico sobre un futuro que no promete nada más que oscuridad.

 

Las "noticias histéricas" y la "tierra del mañana que vende el alma en un billón" reflejan su desencanto no solo con la política, sino con la humanidad entera. Y a través de su voz, nos arrastra en ese vértigo de miedo compartido.

 

El lado oscuro de la represión también tiene su lugar en “Juan Represión”, una alegoría sobre la violencia estructural y el odio que consume al que oprime tanto como al que es oprimido. Este Juan, vestido de azul y perseguido por sus propios fantasmas, es una figura que ya hemos visto en la vasta obra de García, pero que resuena con una fuerza renovada, más amarga y más consciente.

 

“Estrellas al caer” nos invita a un viaje hacia lo onírico, hacia un espacio donde recoger estrellas no solo es posible, sino la clave para entender el universo. Todo ello con la melodía de "Chipi Chipi". Charly crea una atmósfera en la que lo imposible parece tangible, en la que el peso sideral de la realidad se desintegra frente a la fantasía de un cosmos propio. Las estrellas que caen no son solo destellos en el cielo, son los sueños, las esperanzas y las ilusiones que siempre nos acompañan, aunque parecieran inalcanzables.

 

Luego, en “La pelicana y el androide”, García nos sumerge en una historia que mezcla lo orgánico y lo mecánico, donde lo natural convive con lo artificial en una narrativa casi surrealista. La pelicana, con su ala rota, simboliza una lucha por mantenerse a flote en un mundo que cambia constantemente, mientras el androide representa lo inevitable del progreso tecnológico. Al final, ambos personajes terminan creando una nueva forma de vida, un híbrido de ave y máquina que desafía cualquier lógica tradicional. Al igual que la reedición de esta gema que no fue, que fue editada por el propio Luis Alberto Spinetta y que doce años después de su muerte es posible escucharla a dúo. En este cuento de ciencia ficción con tintes poéticos, Charly reflexiona sobre la condición humana y el amor en tiempos de transformación y ruptura.

 


“Watching the Wheels”, una adaptación fiel pero con el sello inconfundible de García, es una especie de confesión serena. Aquí Charly se aparta de las expectativas de los demás, de los consejos que no llevan a ninguna parte. En su simpleza, nos recuerda que a veces es mejor observar cómo gira el mundo, sin dejarse llevar por las prisas o la presión de encajar. Como quien deja la calesita atrás, Charly se desprende de las exigencias del éxito convencional, abrazando la quietud y la introspección con una madurez que solo el tiempo puede otorgar.

 

Finalmente, “Rock and Roll Star” es un cachetazo irónico a la industria musical. Charly expone el vacío detrás del estrellato, desnudando el proceso superficial de "ser una estrella". Aprender a tocar, tener un representante, grabar en un placard; el sarcasmo es ineludible. Aquí, las chicas gritando y la fama repentina son solo ilusiones que se venden en un paquete estándar. García muestra su desdén hacia la comercialización del arte, una crítica que viene de alguien que ha visto y vivido todas las facetas de la industria. Y al final, la estrella de rock no es más que un títere del sistema, atrapado en la eterna rueda del éxito fugaz.

 

Este álbum, en su totalidad, es un viaje por los rincones más profundos de la mente y el alma de Charly García. A través de metáforas, críticas sociales y reflexiones personales, García nos entrega un retrato sincero y a veces incómodo de lo que significa ser humano en un mundo que no deja de cambiar.

 

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