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Frente al pelotón de fusilamiento

La nueva producción de Netflix tiene la difícil tarea de llevar "Pedro Páramo", la exquisita novela de Juan Rulfo, al lenguaje audiovisual. 

Por Miguel Garro
| 18 de noviembre de 2024

“Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo. Y yo le prometí que vendría a verlo en cuanto ella muriera. Le apreté las manos en señal de que lo haría, pues ella estaba por morirse y yo en un plan de prometerlo todo. “No dejes de ir a visitarlo —me recomendó—. Se llama de este modo y de este otro. Estoy segura que le dará gusto conocerte.” Y yo no pude hacer otra cosa sino decirle que así lo haría, y de tanto decírselo se lo seguí diciendo aun después que a mis manos les costó trabajo zafarse de sus manos muertas”.

 

 

El primer párrafo de “Pedro Páramo”, la excelsa novela de Juan Rulfo, es una obra maestra de la literatura latinoamericana. Compite con el ingreso de “Cien años de soledad” (“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento…”) como el mejor inicio de una obra literaria escrita en castellano. En realidad, toda la obra del autor mexicano va de la mano con la de Gabriel García Márquez.

 

 

“Pedro Páramo” es la primera novela de Rulfo. Fue editada en 1955 pero su autor estuvo 14 años en el proceso de preparación. Jorge Luis Borges y el propio García Márquez la consideran un clásico y cualquier selección que se considere más o menos seria debería ubicarla entre las mejores 50 novelas de todos los tiempos.

 

 

Rulfo, fallecido en 1986, es una figura indispensable en las letras mexicanas pese a que su obra es más bien escasa. Antes de “Pedro Páramo” editó “El llano en llamas”, un libro de cuentos que tiene, entre otros joyas como “No oyes ladrar los perros”; y después completó su trabajo con “El gallo de oro”, editada en 1980.

 

 

Como se aprecia, el autor tuvo una escritura intermitente, escasa, pero de una profundidad y, sobre todo, una sensibilidad muy poco usual. Una de las características centrales es la capacidad de ir y venir en el relato con una claridad sorprendente, un viaje de adelantos y retrocesos que le dan al texto un ritmo y un interés muy particular.

 

 

La inscripción de “Pedro Páramo” en el realismo mágico fue una facilidad que tuvo el autor para estructurar su narrativa y su novela. Algunos teóricos sostienen, incluso, que fue justamente la obra de Rulfo la que abrió el camino para ese movimiento en el continente, nada más y nada menos que 12 años antes de la publicación de “Cien años de soledad”; aunque 15 después de “Las lanzas coloradas”, del venezolano Arturo Uslar Pietri, que -aunque escrita en París y por eso considerada parte del origen europeo de la corriente- es para muchos la iniciadora del movimiento.

 

 

La novela de Rulfo cuenta dos historias en paralelo, al mismo tiempo, aunque ocurridas en distintos periodos. Por un lado la de Juan Preciado, hijo de Pedro Páramo, y protagonista de la primera parte de la novela -por ende quien dice el párrafo insignia-, quien llega a Comala, un pueblo desértico mucho menos colorido de Macondo, en busca de su padre. La otra vida que se relata es la de quien bautiza la novela, un personaje que reúne una serie de condiciones malditas, que llevan a uno de los tantos hijos que tiene en la novela a dar una respuesta implacable cuando le preguntan quién es Pedro Páramo: “Un rencor vivo”, dice. 

 

 

Todos tus muertos

 

Netflix estrenó a principios de mes una película que intenta trasladar el clima de Comala y la obra de Rulfo a la pantalla. Dirigida por Rodrigo Prieto, con mucha experiencia en la dirección de fotografía pero a cargo de su primera película, la producción respeta algunos diálogos, le da más trascendencia a algunos personajes y adapta como puede la compleja estructura narrativa al lenguaje cinematográfico.

 

 

Todo ese trabajo concluyó en una película que se extiende más de lo debido y que queda muy por debajo de la estatura artística de la novela. La acción de Juan Preciado está reducida a una serie de visiones que podrían ser producto de la ayahuasca y el perfil de Páramo está trazado con cierta ligereza y con la repetición de otros malvados del continente, a tal punto que la interpretación de Manuel García Rulfo (pariente lejano lejano del autor) remite a “El patrón del mal” y la malicia de Pablo Escobar.

 

 

A favor de la película hay que consignar que emprender la aventura de llevar a la pantalla las letras y la imaginación de Juan Rulfo no es una tarea sencilla. Todos los directores que lo intentaron fracasaron estrepitosamente en sus cuatro versiones anteriores, la primera en 1967, la última en 2009 cancelada por problemas de financiación. Y también lo hizo cuando otros artistas (entre ellos el uruguayo Mario Gas) aceptaron un desafío aún más complejo como fue llevarla al teatro. 

 

 

El acierto mayor de la nueva producción del streaming es mantener el valor de los múltiples personajes femeninos. Tantos Dolores Preciado, madre de Juan, como Eduviges Dyada, la dueña del primer aposento donde se refugia el joven en Comala; como Damiana Cisneros, la impoluta aunque obediente ama de llaves de Páramo, mantienen personalidades fuertes, que se endurecen como el clima del pueblo. Pero son los personajes de Dorotea, quien toma relevancia sobre el final, y fundamentalmente el de Susana San Juan, la eterna enamorada de Pedro, quienes le dan una tonalidad extra y hasta novedosa, con la inclusión aunque solapada de la existencia de abusos intrafamiliares, ausentes en la historia original. 

 

 

En diciembre, Netflix anunció el estreno de “Cien años de soledad”, la adaptación del clásico de García Márquez que, como está visto, tiene múltiples puntos de coincidencia con la excepcional novela de Rulfo. Ojalá que la producción de Alex García López y Laura Mora -que tiene formato de serie de 16 capítulos- sume algunas luces y le haga más honor a la indispensable historia original. 

 

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