16°SAN LUIS - Lunes 29 de Abril de 2024

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Ilusión, magia y engaño: todo eso era René Lavand

El hombre tenía voz gruesa, hablar pausado y un bigote prominente. Era calvo y siempre estaba sentado en una mesa con paño verde, tenía un pocillo de café al frente; tres pelotitas blancas y un mazo de naipes. Miraba fijo a la cámara y comenzaba a relatar una historia. Los niños de 10 años, entre los que me encontraba, lo mirábamos con mucha atención; no siempre entendiendo de qué hablaba, pero nos gustaba ver cómo deslizaba las cartas de póker en el paño y a la vez el relato se hacía realidad.

 

René Lavand, como se conocía al mayor ilusionista argentino, falleció en Tandil un 7 de febrero de 2015, a los 86 años, y con él terminó una forma de hacer maravillas a través del engaño.

 

Incluso recuerdo esconder mi brazo derecho entre las ropas para parecerme a él, que había perdido la mitad de esa extremidad a los nueve años, luego de que un joven automovilista lo atropellara en la calle frente a su casa, donde vivía con sus padres en la localidad bonaerense de Coronel Suárez.

 

Era uno de mis juegos favoritos imitar a René mientras relataba alguna historia inventada (un poco por él y otro poco por mí) ante un auditorio imaginario. Y desde que lo descubrí, cada vez que lo invitaban a la televisión no me perdía ninguna de sus actuaciones.

 

El hombre fue famoso en los hoteles y casinos de todo el mundo, cada vez que regresaba de esas giras pasaba por el programa de Juan Alberto Badía (en Canal 13) y comenzaba invariablemente su rutina diciendo algo así: “Esta historia, Juan Alberto, me la contó un emir que conocí en un paseo que realicé por Marruecos recientemente”. Y arrancaba su magia.

 

Héctor René Lavandera (tal su verdadero nombre) debió aprender a vivir de nuevo luego del siniestro vial que le hizo perder su mano derecha. Pudo recuperar su vida de niño deportista jugando al tenis de mesa y la pelota paleta; hasta que llegó a su verdadera vocación: la cartomagia.

 

Antes, fue empleado bancario durante muchos años, pero cuando cumplió los 31 (en 1961) dejó ese promisorio empleo para dedicarse al ilusionismo; arte que descubrió cuando era niño todavía y una tía lo llevó a ver una función del mago Chang, a quien él mismo contaba que le pedía que hiciera los trucos de manera más lenta para poder descubrir el engaño.

 

René hoy no está, pero sus hazañas las podemos revivir por YouTube, porque nadie puede resistirse a repetir junto con él: “No se puede hacer más lento”.

 

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