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Gloria V. Casañas: hechicera de corazones

La escritora que encabeza listas de ventas presentó su nueva novela en la Feria del Libro. El romance de época, una adicción literaria para los argentinos.

Por redacción
| 20 de mayo de 2024
Foto: internet.

Pasiones en paisajes despoblados de la antigua Roma del siglo I A.C.; amantes trágicos que luchan por sus pulsiones entre batallas sangrientas por tierras; romances prohibidos en la Patagonia argentina entre una mujer de alto estatus y un líder tehuelche. La historia de pueblos, civilizaciones y de la humanidad siempre es más interesante cuando está atravesada por el amor y la magia de las creencias culturales. Dioses, intuiciones y el deber ser confluyen en las novelas románticas de época que se llevan el podio de más vendidas en las librerías argentinas.

 

Gloria V. Casañas es una de las principales referentes del género y sus libros encabezan las ventas gracias a sus historias atrapantes y que reconectan al lector con las emociones más primitivas. La profesora de derecho, antropóloga y abogada presentó su nuevo libro, "La hechicera de Austria", en La Feria del Libro, una edición atravesada por la crisis económica y una tambaleante Ley de Defensa de la Actividad Librera.

 

 

―Estuviste en la Feria del Libro. ¿Cómo se vivió esta edición particular?

 

―Paradójicamente, me pareció que había bastante gente. Fui tres veces, la última fue mi presentación, y noté mucho movimiento. No sé si se vendieron más libros o menos, pero lo que percibo es que la feria sigue siendo un foco de atención. El público quiere que haya ferias del libro, quiere ir a esos espacios. Eso, para mí, es muy valioso y no sé si en otras partes del mundo existe el mismo interés. Me gusta verlo y sentirme dentro de ese mundo. Fue muy lindo el encuentro con los lectores. Había una sensación de que había transcurrido mucho tiempo desde la última vez que nos vimos y fue un encuentro muy afectuoso. Eso a mí me conmueve. Siempre digo que aunque uno escribe solo, hay una presencia: la del lector esperando.

 

 

―Aprendiste a leer antes de la edad escolar. ¿De cuándo se remonta tu vínculo con la escritura?

 

―En la escuela primaria, durante los recreos, escribía cuentitos y poesías. Eran pequeños párrafos sobre temas que me gustaban. Aprendí a leer y a escribir antes de entrar a la escuela, porque mi mamá se ocupó de eso. Desde entonces, siempre tuve con la escritura un vínculo casi permanente de crecimiento. Es decir, me acompañó toda la vida. Esos cuentos eran pequeños ensayos que no mostré nunca a nadie. Lo raro ahí fue que a pesar de que mis propios padres me incentivaban, me compraban libros, estaban atentos a todo lo que yo pudiera tener interés, cuando escribía no se los mostraba a nadie, ni siquiera a ellos. Así siguió siempre, toda mi vida, hasta que publiqué por primera vez en 2008 con Penguin Random House. Ahí empecé a mostrar lo que hacía y me empezaron a leer otras personas, pero hasta ese momento no conocía la mirada del otro en realidad.

 

 

―¿Qué sucedió con esos escritos que te acompañaron en silencio hasta que decidiste publicar?

 

―Los que escribí de muy chiquita los tengo guardados como recuerdos, nada más. Pero los de adolescente en algunos casos sí los tengo, como para mirar. Me inspiré en un cuento de esos inclusive para escribir 'En alas de la seducción'. Es un cuento que había escrito estando en Mar del Plata, en una tarde de lluvia. Lo había guardado, pero siempre había quedado el recuerdo como una linda historia. Lo busqué con el correr de los años, lo leí y de ahí salió la novela. Los tengo guardados como quien guarda un diario de adolescentes.

 

 

―Las historias de tus abuelas también fueron una gran fuente de inspiración, ¿verdad?

 

―Ellas fueron para mí grandes narradoras. Me contaban cosas de sus vidas y tristezas que habían pasado, situaciones familiares, viajes, problemas, hablaban de otras personas que yo nunca conocí, pero me resultaba gigante ese mundo. Eran de otra época y de ambientes muy diferentes. Habían tenido vidas muy distintas, pero poseían esta facultad de contar sus experiencias de manera que a mí me apasionaba. El poder contar historias me parece extraordinario, una cosa natural del ser humano y, al mismo tiempo, un legado. Después se las contás a tu hijo o a tu nieto. Mi mamá también me contaba cosas de la infancia que me quedaron grabadas; es como un tesoro que va de mano en mano.

 

 

―En más de una oportunidad declaraste que no escribirías algo autobiográfico, pero hay mucho de tu vida en tus historias…

 

―Siempre hay cosas y se filtran en los textos aunque uno no las busque. Hay pensamientos y sentimientos que uno les atribuye a algunos personajes, pero ninguna novela es autobiográfica. Es decir, no tomo ningún personaje como mi alter ego. Pero es verdad que, por ejemplo, cosas que me contaban y formas de hablar de mis abuelos a veces aparecen en los libros. Son expresiones muy de mi vida familiar. Pero no es que yo pretenda ocultar detrás de un personaje mi propia historia. Eso hasta ahora nunca lo he hecho, no digo que no lo vaya a hacer, porque no lo sé. Pero no es mi intención. Siempre quiero desaparecer de las historias como si yo no existiera y que la novela cuente su propia historia.

 

 

―En 'La hechicera de Austria', los protagonistas tienen algo del deber ser. Al haber estudiado derecho, igual que tu papá, ¿seguiste este mismo lineamiento que los personajes?

 

―No, creo que estudié derecho porque a la hora de elegir carrera a mí me interesaba todo el mundo de las ciencias sociales y humanas. Ingresé primero en antropología y después, en derecho. Hice ese estudio en forma paralela y era lo que sentía que me interesaba profundizar. Pero había una parte que no la desarrollé en aquel momento y era el interés por las ciencias naturales, que, para mí, el obstáculo más grande siempre fueron la matemática y la física. Sabía que en ese ámbito iba a tener que caminar mucho ese tipo de materias y me alejé. Pero siempre tuve el deseo de entrar en ese mundo y me estoy dando el gusto ahora, estoy cursando una carrera que es como una especie de tecnicatura en la Escuela Argentina de Naturalistas que se llama Intérprete Naturalista. No tiene la finalidad del conocimiento científico superior, no necesita matemática, física ni química, salvo mencionarlas, porque es más experimental. Estoy muy contenta con eso porque de alguna manera era un pendiente.

 

 

―Civilización y la naturaleza, ejes de tus libros y que en cada novela te vas un poco más atrás en el tiempo. ¿Hay un deseo primario de entender a la humanidad?

 

―Sí, siempre que uno entra en la historia lo que quiere es entender. La historia es una maestra formidable y en la que el protagonismo absoluto lo tiene el ser humano. Eso también dificulta a veces la comprensión, porque uno está metido en ese ambiente. Siempre busqué eso, entender, interpretar y conocer el porqué de lo que sucedió antes. Es algo que mueve a todos los historiadores en general. Algunos lo hacen desde un ángulo más filosófico y otros desde el entender. Esta vez, con 'La hechicera de Austria' hice un salto de época impresionante, porque me fui al siglo primero antes de Cristo. Me había mantenido en la serie histórica dentro del siglo diecinueve. Pero tengo planes de escribir más novelas que transcurran en tiempos más remotos, porque hay mucho para contar y el tiempo antiguo, parece mentira, pero lo tenemos muy cerca. Quizá uno lo estudió en la escuela y eso le da la sensación de una cosa lejana, pero lo tenemos muy al alcance. Es reciente con lo que actualmente ocurre. Entonces es muy interesante abordarlo.

 

 

―Tu papá era profesor de Derecho Romano, hay un vínculo con el contexto histórico de 'La hechicera…'.

 

―Sí, en parte eso y porque yo también abordo el derecho romano en mis clases, dicto Historia del Derecho y hay una parte que es derecho romano. Es todo una línea que va en el tiempo. El derecho romano está presente también en nuestro propio ordenamiento jurídico y fue un legado formidable de Roma al mundo en general, no solo al mundo antiguo, porque perduró.

 

 

―¿Qué opinaba tu papá de que escribieras sobre este tema?

 

―Por suerte, llegué a comentarle que estaba escribiendo sobre este tema antes de que falleciera. Se sorprendió y se alegró. Después, también llegué a comentarle que la novela iba a ir dedicada a él. Algo que después él no pudo ver, pero ahora me siento en paz sabiendo que se lo llegué a decir. No pude mostrarle la novela terminada, pero él supo lo que estaba haciendo y que se la había dedicado. Yo le dediqué a mi papá también y a mi mamá 'La maestra de la laguna'. A los dos por motivos distintos.

 

 

―¿Qué rol ocupa la intuición y lo mágico en 'La hechicera…'?

 

―Está muy presente porque es una época en la que el ser humano vivía con temor a los dioses. Estaban, de alguna manera, sujetos a la voluntad de los dioses tanto los romanos como los otros pueblos de España. En el caso de los astures, sus dioses eran distintos, estaban muy vinculados a la tierra y a la fuerza de la naturaleza, porque ellos vivían inmersos en esa fuerza. La cosmovisión celta es muy mágica y de vivir rodeado de esa magia como cosa natural. Entonces me gustó mucho poder traerla a la novela de la mano de la protagonista Irene. En general, las creencias me han interesado mucho y me gusta contrastar las de diferentes culturas. Los romanos, por un lado, quienes eran muy temerosos de los dioses y supersticiosos, no hacían nada que los dioses no propiciaran. Por otro lado, tengo a mi hechicera que está imbuida de ese pensamiento mágico.

 

 

―¿Cómo entra el romance?

 

―El romance en las novelas para mí es el placer; aunque la novela no pretende ser romántica, un autor que no se considera a sí mismo de novela romántica sabe siempre que hay una historia de amor, que puede ser desventurada, que puede tener un final que a uno no le no le guste, pero el romance está presente porque el amor siempre lo está ahora, ayer, antes de ayer y desde el principio de los tiempos. A mí me gusta que sea un componente esencial de la novela. Me gusta que los protagonistas de ficción, además de vivir los acontecimientos históricos que les toquen, tengan esta pasión y padezcan también los arrebatos de los

 

desencuentros, que sufran un poco. La parte histórica tiene el rigor que yo quiero que tenga, pero es ahí, en el romance, que yo me libero.

 

 

―Los amantes trágicos es algo que está en 'La hechicera…', pero que también era muy común en la literatura de la época en que se narra…

 

―Lo trágico y lo que está destinado a otra cosa. Es como torcer el destino. En la época antigua, los dioses estaban muy presentes en el destino de los seres humanos, entonces si los dioses no eran propicios para que ese encuentro se produjera, es como un mal augurio también. Y ahí hay una lucha, además de la lucha en sí que es conocida de los romanos tratando de conquistar esa tierra, está la lucha interna de los personajes.

 

 

―En los clásicos griegos y romanos, la mujer estaba muy ligada a ser la generadora del caos. En cambio, en la escritura actual está más representada como luchadora y con una línea de empoderamiento. ¿Hay una transformación a través del tiempo en ese rol?

 

―Cuando uno escribe en tiempos pasados tiene que amoldarse a lo que ocurría entonces, ya que sería anacrónico poner una protagonista que hablara, por ejemplo, en este caso, del feminismo, porque la idea en sí no existía, pero sí existían mujeres con coraje y capaces de provocar el caos porque hubo guerreras y líderes de ejércitos. Lo que uno hace es rescatar a la heroína para que la historia tenga migas, es decir, sea sustanciosa. A lo largo de toda la historia de la humanidad hubo mujeres que, en forma visible o invisible, movieron los hilos. Lo que uno tiene que respetar es si eso era algo conocido bajo un lema, por ejemplo, o no. Yo no podía poner lemas que no existían en aquel entonces porque sería fuera de lugar.

 

 

―Encabezás las listas de libros más vendidos, junto a Florencia Bonelli. ¿Te sentís una referente del género?

 

―Me siento parte del interés que tenemos siempre todos los lectores por conocer la historia, por un lado, pero también por conocer la historia pequeña o más doméstica que es cómo vivía la gente de ese entonces. Es como encarnarla en los personajes y en cosas que no aparecen en los registros académicos por lo general. Cuando uno estudia, analiza los grandes movimientos de la historia. Por ejemplo, en el caso de mi novela 'Yporá', que abarca la guerra contra el Paraguay, ¿cómo vivieron los habitantes de esa época la guerra? Eso muy poco aparece. Una persona que cuando la leí me generó mucha admiración, por la manera natural en que relataba estas contingencias en el marco doméstico, es Cristina Bajo. Ella tiene un conocimiento muy profundo de los avatares de nuestra historia argentina porque desde chica escuchaba anécdotas sobre esa época. Cuando uno la lee, se da cuenta de que así es como se cuenta la historia cuando buscás divulgarla. Porque a la investigación se dedicarán algunos, pero la mayoría de la gente sí quiere conocerla y no necesariamente tiene que hacer una investigación disciplinada y profunda. Leyendo novelas también se aprende mucho.

 

 

―¿Por qué pensás que es el género más leído?

 

―Trata de temas que todos vivimos: el amor, el desamor, los celos, la pasión, las frustraciones. Son cosas de las que nadie se salva, todos los seres humanos tenemos padecimientos o satisfacciones y alegrías de la vida, y me parece que cuando uno las ve reflejadas en una historia, se siente protagonista también. En general, la novela si cala hondo es por, justamente, ese sentimiento profundo del lector. A veces sufre con la novela y eso es importante, porque se enojan cuando muere un personaje y eso también es importante. Porque quiere decir que la están viviendo. Cuando me dicen 'quería matar a fulano', 'no soporté lo que hizo' o 'me dio pena tal persona en la novela', yo me alegro, porque digo 'la novela les llegó'”.

 

 

―¿Hay algún tema o algún contexto actual que te llame la atención?

 

―Mis novelas contemporáneas están relacionadas siempre con la naturaleza. La protección de la vida silvestre o del medio ambiente, lugares donde la naturaleza se muestra hostil y hay que saber adaptarse, pero sin dañarla. Esa serie contemporánea hasta ahora tiene solo tres libros, pero tengo planes para que siga. La llamo 'Los Notros' porque es un pueblo cordillerano del sur argentino que inventé y es ahí donde transcurren las novelas. También, muchos de los protagonistas son guardaparques. Me interesa ese tipo de personaje para poder mostrar esos temas como moraleja. Investigo mucho sobre cómo funciona la administración de los parques nacionales ¿Qué problemas hay? ¿Qué situaciones tienen que enfrentar? ¿Cómo se comportan las personas que visitan los lugares? ¿Qué animales están en vías de extinción?

 

 

―¿'La Hechicera…' es solo el comienzo de una saga?

 

―Sí, es el principio de una serie; no sé cuántos libros tendrá. Pero la idea es que a partir de esta novela pueda ir contando historias de tiempos remotos, relacionadas con el territorio español. Esa es mi intención. Pero no las pienso como una continuación una de las otras. Tengo ideas futuras de cómo va a ser con el correr de los siglos. No van a transcurrir todas en el siglo primero antes de Cristo, sino que a lo largo de los siglos otras epopeyas que vivió España me gustaría transformarlas en novela.

 

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