Ante la festejada media sanción de Diputados para favorecer la venta de la Casa de San Luis en Buenos Aires, me gustaría reflexionar sobre la función de las Casas de provincia en la capital de nuestro país.
Argentina es territorialmente vasta y humanamente diversa. Por eso, quien se precie de ser del interior sabe que “Dios está en todas partes, pero atiende en Buenos Aires”, siendo las representaciones oficiales el medio para visibilizar la existencia de las provincias que representan. Actúan como embajadas, siendo algunas de sus funciones mantener contactos de gobierno a gobierno, salvaguardar los intereses provinciales, informar y promover el turismo y la cultura, y, fundamentalmente, dar orientación y asistencia a los comprovincianos que llegan a la Ciudad Autónoma.
He tenido la suerte de poder conocer, recorrer y trabajar en el Palacio Lagomarsino, actual Casa de San Luis, durante 22 años de mi vida, siendo mi función la de directora de la Casa, desde el 10 de diciembre de 2019 hasta el 10 de diciembre de 2023.
Desde que inicié mi trabajo en Cultura entendí el enorme valor que alberga ese espacio. La restauración que se hiciera en los ‘90 terminó de consolidar una joya arquitectónica que se fue convirtiendo, con el paso de los años, en la cara visible de la provincia en la capital.
Tanto quienes la dirigimos como quienes trabajamos en ella fuimos amorosos cuidadores del patrimonio provincial, siendo reconocida esta labor por quienes la recorren. Nuestra Casa también forma parte del Confedro, que es la Confederación de Representaciones Oficiales, siendo las 10 ediciones de la feria de promoción turística, cultural, de producción e identidad regional “La noche de las casas de la provincia” el fruto del trabajo mancomunado y federal.
Muchos de los puntanos que arriban a la Casa lo hacen por necesidad, porque necesitan soluciones a sus problemáticas, ya sean urgencias de salud, de trámites impositivos, legales u otras.
En el transcurso del tiempo he visto diferentes situaciones que se desprenden generalmente de la incertidumbre o la desesperación. Y en todo ese transcurrir, la mayoría de ellos obtuvieron respuesta y acompañamiento.
Durante la pandemia, la Casa no paró. Estuvimos al lado de los internados, de los aislados en hoteles, de los varados. Se proveyó de alimento, remedios, enseres de higiene, solución de trámites, etcétera. Y quiero destacar esto, porque parece que esos años difíciles no hubiesen existido.
Pero también hay otros puntanos que llegan en búsqueda de su terruño y es ahí donde encuentran la colección de fotografías de José La Vía, los libros de sus portentosos literatos en la Biblioteca Pública Valle del Conlara, las muestras de becarios y de escuelas públicas de la provincia, la música de su infancia, las películas rodadas en sus paisajes, la tonada en las personas que los reciben y qué decir del “yerbiadito” de Norma Mercau, la madrecita, ordenanza hace más de 30 años, que es el calor y el cariño de nuestra tierra, con la peperina y el burrito que corta en las sierras de San Luis. Identidad.
Creo que en el presente se está teniendo una mirada utilitaria sobre un bien patrimonial.
Adquirido en el año 1984, en el contexto de una posibilidad política como lo fue la Promoción Industrial, en donde el por entonces gobernador Adolfo Rodríguez Saá vio la oportunidad de impactar al inversionista mostrando esta joya como la representación de nuestra provincia, en lo que fue el despegue de San Luis y que por 40 años ha sido el ejemplo de administración y gestión pública, en el marco de un país que siempre estuvo difícilmente gestionado.
A la luz de la necesidad de hoy, donde se pretende vender un bien para arreglar otro, se pierde de vista la mirada estratégica que tuvo su adquisición: mostrar el espíritu pujante de la puntanidad, la buena administración de sus recursos, que siendo una provincia olvidada supo convertirse en la San Luis de las casas y los caminos, la del wifi y la tecnología, la de la cultura del trabajo.
No es equivalente este bien patrimonial de todos los sanluiseños con las refacciones del Policlínico Regional “Juan Domingo Perón”. El Estado tiene medios de financiamiento para cumplir esta obligación, que sin duda debe atender.
También es posible pensar en reinventar el uso de este bien de todos para que se adapte a los tiempos que corren. Ya tuvo San Luis una triste representación en un local comercial en la calle Bernardo de Irigoyen antes de que se adquiriera la Casa que se quiere vender.
La buena administración de los recursos implica no solo evaluar gastos, sino también distinguir oportunidades. Esta ha sido una característica virtuosa de nuestra provincia. La Casa de San Luis en Buenos Aires, esa joya que nos representa, es un recurso valioso.
Ojalá que los senadores puedan reflexionar y vuelvan a poner en discusión no solo el valor material, sino también el inmaterial que tiene este tesoro, patrimonio de todos los sanluiseños.
Laura Cuffini


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