Una investigación que avanzó por la presión familiar
En su despacho de la Comisaría séptima, ubicada en la primera rotonda de la Vía del Peregrino, un comisario con vasta experiencia suspiraba mientras miraba por la ventana las sierras cercanas. “Hay gente que dice que en todo esto está involucrada una funcionaria de la Justicia Federal… ¡pero por favor!”, se soliviantaba el investigador, mientras en el hall de la entrada de la dependencia, toda la familia de Walter Gramaglia reclamaba una respuesta.
Ese comisario, quien tomó la investigación de apuro y, ante la presión de los allegados del kinesiólogo desaparecido ante el desconcierto inicial de los oficiales, fue el encargado de incorporar, nunca de manera formal, las hipótesis más insólitas: un delirio místico, que Gramaglia no se había orientado en una caminata y se había perdido en los campos, que se había ido de la provincia con una nueva pareja.
Una investigación, probablemente (solo probablemente) más seria, determinó una realidad que nada tenía que ver con las conjeturas lanzadas, vaya a saber por qué razones, por el comisario que miraba las sierras. Y, efectivamente, aunque no de manera directa, una funcionaria de la Justicia Electoral Federal quedó salpicada por la causa.
A 20 años de cometido, el crimen de Gramaglia mantiene algunas preguntas sin responder. La más inquietante es cómo llegó a las esferas más altas de la seguridad provincial el dato, al final cierto, de que el cuerpo de la víctima estaba atado a una viga en los fondos del dique La Florida. Nadie, nunca, pudo, supo ni quiso responder a esa pregunta.
Es probable que no la tenga el comisario que suspiraba y miraba las sierras en su despacho mientras los familiares de Gramaglia contenían su angustia a pocos metros. Ahora, ese hombre, pieza clave en una trama de desconcierto que negó la hipótesis que finalmente fue real, el comisario Gerardo Velázquez, mira las sierras desde la dirección de la Escuela de Policía y tiene a cargo la formación de los futuros agentes.


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