Amor, comprensión y ternura

Aunque la impresión general es que gran parte del atractivo de “El Kuelgue” se sustenta en la figura de su líder y cantante, Julián Kartún, un recital de la banda demuestra que hay muchos otros aspectos con los que explicar el éxito y el reconocimiento. 

Es cierto que la responsabilidad mayor en la mezcla de música y teatralidad que propone el grupo está sostenida en el carisma y el manejo escénico de Kartún, un showman de inicio a fin que exprime todos los recursos propios (cambio de voces, seducción natural, elasticidad motriz) y de sus compañeros. Pero también del factor externo más numeroso: el público.

Cuando apenas empezado el recital del domingo en Comuna la gente cantó “Aguante el Kuelgue y la puta que lo parió”, Julián se llamó a silencio y entre irónico y serio dijo que el canto le pareció espectacular y lo postuló para que sea el himno de la hinchada del grupo. “Nunca antes lo había escuchado”, señaló entre risas. 

Difícil saber si bromeó o dijo la verdad en esa primera de las muchas intervenciones que el cantante mantuvo con los espectadores. Como es habitual, Kartún estuvo muy suelto y cómodo en el escenario. Dijo que le encantan los domingos para tocar y pidió que le canten el feliz cumpleaños a Pablo Vidal, el saxofonista.

El show puntano fue la presentación del primer disco en vivo del grupo, “Juegue Kuelgue”, editado hace dos semanas en base a las canciones de “Hola precioso”, el álbum de estudio más nuevo. 

Sin embargo en el recital hubo algunos temas más antiguos, como la trilogía de fábulas de animales que el cantante interpretó en un mano a mano amistoso con Santiago Martínez, el tecladista y también fundador de la banda, con quien lleva más de 20 años de amistad.

La sesión de vientos de saxo alto y tenor, trompeta y trombón a vara es otro de los atractivos musicales que tiene la agrupación. Son tan importantes para que el sonido colgado sea original que también tienen protagonismo en la disposición escénica. En un momento del show, los cuatro músicos rodearon al cantante primero de espaldas y luego de frente y conformaron una ceremonia especial.

Funk, bossa, rock, algo de tango, soul, un poco de music hall y mucho de teatro musical -un aspecto en el que el trabajo de luces toma una relevancia fundamental- componen el abanico genérico de “El Kuelgue”, que tiene, sin embargo, en la balada “Carta para no llorar”, con la corista Paloma Iturri el rol que en la grabación tomó Zoe Gotusso, su mejor carta de presentación.

Algunos homenajes visibles a “Los abuelos de la nada” y otros no tan notorios como el gesto que Julián tuvo para recordar a Ricardo Iorio componen también la mirada del grupo que, cuando tuvo que hacer manifestaciones políticas, lo hizo sin reservas, en una declaración en contra de “los discursos de odio” y en abierto contraste con la gestión nacional actual.