SAN LUIS - Sabado 28 de Junio de 2025

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Sebastián Santamaría: "Nunca aprendí tanto como escuchando a mis hijos"

El escritor presenta su tercer libro "Cuando sea niño quiero ser como fui". La vida, la fe y la niñez de un hombre que vivió en un oratorio salesiano, conoció la calle y volcó toda su creencia en el arte. 

Por redacción
| 16 de junio de 2025

La infancia de Sebastián Santamaría estuvo marcada por un hecho que no pudo elegir. Sus padres (y sus abuelos antes) vivían en un oratorio salesiano de Córdoba y eran los encargados de la limpieza, de los arreglos y del mantenimiento de la iglesia. Con esa circunstancia y con su apellido a cuestas, el niño Sebastián estuvo siempre cerca de las bienaventuranzas.

 

 

Convertido ahora en un escritor adulto, Santamaría presenta “Cuando sea niño quiero ser como fui”, un libro de relatos breves que pueden ser autobiográficos pero también pueden describir lo que les pasa a otros. Con una mirada madura, pero sin perder la voz del niño, el autor cuenta, entre otras cosas, la primera muerte que lo afectó, el primer golpe que le dolió y cómo hizo para tener en su cuerpo 80 puntos de sutura.

 

 

Como es de Córdoba, Sebastián viajó alguna vez a San Luis y guarda recuerdos de la belleza de los paisajes de la provincia, pero desde que se radicó en Buenos Aires, el artista (también músico, cantante de una banda curiosa llamada “Bienvenida despedida”) se convirtió más en un bicho de ciudad

 

 

“No tengo claro porqué me vine a Buenos Aires a los 20 años, no sé qué estaba buscando, pero lo que sí supe siempre es que tenía que vivir acá. Esta es una ciudad enorme, feroz, donde un bicho raro como yo pasa desapercibido”, dijo el escritor, quien definió su necesidad de asentarse en la capital del país como “un impulso del alma”.

 

 

En medio del insoportable enero del 2000, Sebastián se radicó en Buenos Aires con el objetivo de “desarrollar mi carrera”. Era locutor en una radio de Córdoba y un día mientras hacía su programa de radio en la piscina de un hotel conoció a una chica, porteña, que lo definió a emprender el viaje que había planificado siempre y, con eso, a cambiar de vida.

 

 

Esa chica se convirtió en su pareja durante 17 años y en la madre de sus dos hijos. A la distancia, Santamaría descubrió que el terreno propicio que que intuía que era Buenos Aires para sus actividades artísticas es una realidad y que su interior se llenó de aprendizaje con lo que le pasaba. “Yo no soy de los que distingue la vida con la carrera, creo que somos un todo y yo fui creciendo en todo sentido”, le dijo a Cooltura en una charla telefónica.

 

 

Un día, el escritor escribió su nombre en el buscador de Google y descubrió, con algo de sorpresa, que había mucha gente que se llamaba como él, desde un músico chileno, un poeta colombiano o a un talentoso mediocampista. El segundo paso fue descubrir, con algo de frustración, que casi todos sus homónimos eran personas muy exitosas en lo suyo. La reacción fue crear un seudónimo, alter ego o segunda personalidad que, por supuesto, tiene relación con la infancia: “Niño mostro”.

 

 

“Es un concepto filosófico –explica el artista- y tengo un cuento escrito sobre eso. Es un niño al que todos miran y les llama la atención, pero no de buena manera porque expone cosas que le pasan, porque trae pequeños recuerdos del futuro”.

 

 

 “Cuando sea niño...” es el tercer libro de Sebastián tras el debut con “El libro que llegó de un futuro lejano sin que nadie sepa cómo” (“unos cuentos medio patafísicos que escribí hace años”) y “Pomba y la montaña”, un cuento que le contaba a su hija para que se durmiera y que todas las noches cumplía su objetivo hasta que la nena le pidió que se lo contara completo y Sebastián tuvo que armar un final.

 

 

Ese libro fue editado con la condición que su hija, ahora una adolescente que hará una intervención artística el día de la presentación oficial del nuevo libro, en el Centro Cultural Rojas, hiciera las ilustraciones. Así, según su propia y graciosa definición, Sebastián se convirtió en "autor de tres libros que no los conoce nadie". 

 

 

Posiblemente, parte de la fascinación que Sebastián tiene con la infancia esté dividida entre sus propias experiencias y el acompañamiento cercano que tuvo con sus hijos. “Hay una idea de que no importa tanto lo que sienten los niños porque se va a ir modificando con el paso del tiempo; pero yo nunca aprendí tanto en la vida como escuchando a mis hijos”.

 

 

El título del libro también tiene para el escritor una mirada hacia la niñez, que también puede remitir a la idea del retorno o al deseo de vivir en una infancia permanente. “Tiene que ver con todo eso, con el hecho de que todos los lugares que describo en el libro me trajeron hasta acá. Miro alrededor y pienso que si todas las experiencias feas que tuve me trajeron hasta acá, está muy bien, salí ganando; lo que tengo hoy es mucho más grande y me permite estar feliz”.

 

 

Uno de los momentos en que Santamaría más sufrió fueron sus primeros años en Buenos Aires, donde tuvo contacto con gente de la calle y donde las creencias tan férrea que había establecido en Dios durante sus primeros años de vida empezaron a tambalear, pero nunca llegaron a derrumbarse.

 

 

En la casa de “Niño monstruo” era natural que hubiera muchos chicos jugando debido a que el oratorio por las tardes abría sus puertas a la comunidad para que la gente hiciera deportes, participara juegos recreativos, los exploradores realicen sus prácticas y la banda de Policía alguna de sus presentaciones. Pese a que tenía dos o tres amigos, al niño Sebastián siempre le costó la relación con las personas, hasta hoy. “Mi forma de comunicarme es trabajando y compartiendo el silencio”, aseveró.

 

 

Justamente por esa dificultad para llevar adelante una relación con las personas es que cuando entra en confianza con alguien termina por armar una amistad sólida y fuerte.

 

 

Hay un punto que Sebastián trata con especial énfasis en sus charlas. El de la fe, una virtud que trata de despegar de la religión y llevarla a su vida personal. Y, como siempre, escribió sobre eso. “Hay un relato en el que cuento algunas cosas que viví en el oratorio, las cosas lindas, las cosas buenas, las cosas feas. Hay una frase que dice “Conocí a Dios y hablé con Él y me dijeron que estaba loco; conocía al diablo, hablé con él y no me dijeron nada”.

 

 

Hasta los 20 años, aunque veía en la iglesia algunas cosas que no le cerraban, su fe fue ciega. Cuando vio en la calle otras realidades y “otras formas de ver a Dios” potenció sus creencias, aunque Sebastián prefiere llamar lo que siente por Dios como “confianza”. “Con el tiempo –reconoce- se vuelve un concepto que aporta hacia un mundo libre de toda creencia. Sea como sea, lo que tengo muy en claro es que Dios existe”.

 

 

Para la presentación oficial del libro que se hará en el Centro Cultural Ricardo Rojas de Buenos Aires, Santamaría convocó a sus lectores a que comenten sobre algún juego de la infancia que les mantenga el recuerdo. Siempre lúdico, el escritor tiene pensado hacer una función especial para el lanzamiento del disco donde participará su banda y sus hijos.

 

 

“Yo creo que la gente deja de jugar por la presión social, porque te están diciendo todo el tiempo ‘che madurá’ (a mí todavía me lo dicen), y eso es un problema. El ser humano no debería dejar atrás al niño, la niñez es una escuela que te enseña todo lo que viene después. En esa época aprendemos a mantener la inocencia sin perder la claridad”.

 

 

Algo parecido siente Sebastián en el otro extremo de la vida, en la vejez. “La gente se olvida de los viejos y para muestra basta ver lo que pasa con los jubilados en nuestro país. La sociedad misma es la que descarta esa parte sin darse cuenta de que los viejos son la sabiduría”.

 

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